El reclamo de una auxiliar fiscal, en una audiencia por homicidio, de que había resultado complejo obtener testimonios sobre la agresión porque los testigos o bien trabajaban para la gente acusada en la venta de drogas o bien eran consumidores, disparó las alarmas sobre la dimensión que ha adquirido el narcotráfico en nuestro medio. “Lamentablemente, y como viene ocurriendo en la mayoría de los últimos homicidios en nuestra provincia, siempre aparece algo relacionado con el consumo de drogas... Lo estamos viendo ya al comienzo de la investigación con la dificultad de que los testigos cuenten efectivamente qué es lo que pasó”, explicó.
Hace un año hubo una situación de condiciones relativamente similares, cuando se conoció que una criatura de un año y meses de edad se había intoxicado con cocaína en el barrio El Palomar de Banda del Río Salí. La situación social que reveló el caso en ese vecindario fue una luz de alarma. El padre –que reconoció ser adicto- era mentado en el vecindario como vendedor de estupefacientes. Una amiga de la madre de la criatura dijo que “el comentario del barrio siempre fue que el padre de ese chiquito vendía porquería, pero nunca lo vi hacerlo. El barrio está escandalizado por lo que está pasando, pero la realidad indica que aquí la venta de drogas se transformó en un trabajo. Si no le vendés para alguien, te ofrecen plata para que les escondás las drogas o las armas que ellos usan”. Otro vecino añadió que “la única manera de que esto no suceda más es que se deje de vender drogas en el barrio, pero eso es imposible. Están todos muy metidos en el negocio y cada vez hay más chicos que consumen”. En ese sentido, el jefe de la Unidad Regional Este reconoció entonces que el problema ya estaba generalizado y exhibió una preocupación similar a la planteada ahora por la auxiliar de fiscal. “Los vecinos deben creer en nosotros y denunciar los lugares donde se vende”, explicó.
El caso que nos ocupa ahora ocurrió en el barrio 143 Viviendas, ubicado en la zona sur capitalina, dentro de Manantial Sur. Llama la atención que los defensores de la acusada dijeron que “no existen denuncias anteriores por venta de droga, investigaciones respecto a este hecho, ni denuncias por amenazas”, al mismo tiempo que la auxiliar de fiscal señaló que los testigos trabajan para los vendedores de drogas y que “los compran o los tienen ‘agarrados’ por darles papeles para que no declaren o lo hagan a favor de ellos”.
En el caso del bebé intoxicado en El Palomar, uno de los operadores sociales que trabajan en adicciones mencionó la habitualidad de la venta de drogas y la forma en que está cambiando la convivencia. “En esa actividad los niños demuestran que el consumo de sustancias es algo cotidiano en sus vidas”, dijo. “Hay un proceso de legitimación de esta actividad ilícita… hay que entender que hay chicos que hoy crecen viendo a sus padres consumir o vender dosis”, concluyó.
Las dos publicaciones muestran un fenómeno que, a primera vista, va creciendo o consolidándose, al menos en algunos barrios vulnerables; fenómeno que revela situaciones de alto riesgo o directamente trágicas. Estas deberían ser puntos de partida para un trabajo multidisciplinario de las autoridades, con miras a enfrentar y cambiar un inquietante camino de degradación social.