Un anónimo, desconocido e ignoto personaje, cuyo palacio de cristal lo constituye un jardín, sufre en su primer contacto con el mundo exterior, un accidente físico que provoca una total conversión en su vida. A partir de ese suceso, su enfoque naturalista de la política y la naturaleza que le proporciona su celosa y diligente labor de jardinero, establece en base a la sabiduría que le prodiga el jardín, una afinidad metafórica que le permite construir una valiosa y estimable comunión con las altas esferas del poder. Recluido en su mondo de almácigos y sembradío, dentro de los muros que resguarda y protege su fecunda labor de jardinero, el señor Chance desde el jardín nos permite vislumbrar las enseñanzas y dictados que nos depara la prolijidad y fertilidad de un floreciente pensil. En nuestro país, hemos acumulado varias décadas hasta el presente en abandonar y desatender el esplendor del follaje y la exuberancia de las frondas, sepultando el fulgor y brillo de otrora. Hay un nítido contraste y confrontación del ficcional jardín del señor Chance, intérprete de la inteligencia y equilibrio que le proporciona el progreso y evolución de su jardín con nuestro lánguido huerto, donde la desfloración y ausencia de una oronda vegetación, ha mutado el paisaje verde en un páramo de mustio y mohíno semblante. Arrasada la simiente del anhelado y ansiado vergel y agostadas sus flores, las consecuencias de un feroz y descomunal vendaval, semejante a una profunda devaluación ha cubierto de tupidas hojarascas nuestro tanta veces vapuleado jardín; su selecta policromía se ha tornado gris, incierto, confuso, al perder su natural atavío y defoliarse el copioso y lozano plantío. Después de tantos sacrificios en nuestro haber, y apostar por el amanecer de un país creíble, la infinidad de obstáculos y contrariedades nos recuerda la historia de aquel hombre que deseaba hacer un claro en la selva virgen para vivir, y cuanto más trabajaba con el hacha, más crecía el bosque. Como nuestro país es un manantial de semejanzas, y el torbellino huracanado de la inflación no ha cesado de devastar la simiente del jardín, continuaremos construyendo semejanzas.
Alfonso Giacobbe
24 de Septiembre 290
S. M. de Tucumán