Durante la juventud y la madurez, muchos hechos o situaciones se explican por factores externos. Sin embargo, en la vejez aparece una tendencia a imputar algunos sucesos a la propia edad avanzada. Por ejemplo, “olvidé las llaves de casa porque estoy viejo” o “ya no sirvo para tal o cual cosa”. Estas ideas, que parasitan la mente, tienen un gran poder sugestivo. Justamente, en una reciente investigación científica, se comprobó que la capacidad de aprendizaje en las personas ancianas se mantiene prácticamente intacta, pero que los asuntos emocionales o los prejuicios que suelen acompañar a la edad, la boicotean. En realidad, los actos fallidos, como un equívoco o un olvido, habitualmente poseen una significación inconsciente y, por ende, son inseparables de la condición humana e independiente de la edad. La sociedad y los medios de comunicación, a veces, también contribuyen a afianzar estereotipos nocivos sobre la vejez, y esto, a conducir a los afectados a visualizar su propia realidad mediante esa óptica. En una investigación realizada en la Universidad Vrije, de Amsterdam, se comprobó que en personas de más de 100 años con condiciones saludables de vida el deterioro físico se puede ralentizar y las capacidades mentales preservarse hasta el final. Por lo tanto, para contribuir a un envejecimiento pleno y saludable es importante llevar una vida equilibrada y enfocada en el autocuidado, y, además obtener cierta sabiduría, capacidad de análisis y firmeza, para no pisar el palito de los engaños que pululan en esta época.

Jorge Ballario

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