La regla era “nosotros perfectos, ellos no”. Y fue al revés. Los Pumas (nosotros) no estuvieron perfectos (como no lo estuvieron durante el Mundial). Y ellos (All Blacks) confirmaron su rendimiento de menos a más, inicio con derrota y puro crecimiento luego, hasta el partido del sábado en el que aplastaron 44-6 a Los Pumas, marcador notable para una semifinal de Mundial, digno de la que muchos señalan como la mejor selección de la historia y de todos los deportes. Y señal distintiva (ir de menos a más) de los equipos que suelen coronarse campeones.
Los primeros minutos ayudaron a creer, por qué no, que el milagro podía suceder. Intensidad, dominio, casi sin errores. Luego hubo “normalidad” (All Blacks anotando y con el marcador arriba), pero con el partido que seguía abierto. Si el try del final del primer tiempo fue la primera señal de que no habría hazaña, vino luego el try siguiente, anotado apenas comenzó el segundo tiempo y, peor aún, tras una cadena de errores propios que no se habían producido antes, producto ya del cansancio, de la frustración de chocar una y otra vez, y de recibir siempre una trompada después de cada error. A partir de allí solo quedó esperar el final. Acaso el try del “honor”, que tampoco llegó.
La batalla final cerca del ingoal propio para evitar más tries confirmó el compromiso. Ojalá sirva de combustible para la puja del viernes por el tercer puesto, un dato no menor, si recordamos que aquel extraordinario tercer lugar del Mundial 2007 obligó a las potencias a reconocer que debían darle un lugar más importante a Los Pumas en el primer escenario de la competencia mundial. Y esa es una batalla acaso más compleja. El rugby, lo dijo Agustín Pichot hace unos días, parece empeñado en seguir bajo las reglas de club cerrado, dinero y competencia para unos pocos, poca ambición de competencia verdaderamente global.
¿Pero no fueron acaso los cuartos de final uno de los mejores espectáculos que nos ofreció el deporte en las últimas décadas? Calidad, batalla, emoción. Hubo de todo. Una gran postal. La mejor “venta” para fortalecer un crecimiento definitivo. La intensidad del juego, es cierto, asombra. Y también asusta. El rugby, que ya sufre demandas judiciales de ex jugadores dañados por los golpes del juego, ha cambiado reglamentos para atenuar su violencia natural, para proteger mejor la salud de sus deportistas. Aun así, el juego demostró que puede mantener su intensidad y hasta mejorar su calidad.
¿Cómo poder formar parte de ese primer escenario?
Pareciera imposible desde nuestra lejanía, desde nuestra no pertenencia al club histórico y cerrado de los más poderosos. Más que mirar el Mundial, podríamos observar algo más cerca. Comenzaron el viernes pasado los Juegos Panamericanos de Santiago 2023. Marcarán la vuelta de una de las mejores selecciones que exhibe desde hace años nuestro deporte nacional. Hablamos de Los Pumas 7. El equipo de Santiago Gómez Cora (dos de sus integrantes están en el Mundial de Francia) tuvo al formidable Marcos Moneta como abanderado en la ceremonia inaugural (junto con la piragüista Sabrina Ameghino). Los Pumas 7 son la demostración más clara de que, si hay talento, el trabajo planificado y duro achica las diferencias. Y puede hacer reales algunos sueños.