En la madrugada argentina, el Consejo de World Rugby entró en sesión para votar sobre cuestiones que tendrán un profundo impacto en el futuro del rugby a nivel global. La propuesta consistía una enorme reestructuración del calendario competitivo de seleccionados nacionales, que contempla la modificación de torneos existentes y la creación de otros, y que irá operando de manera progresiva a partir de 2024. La propuesta fue aprobada por 41 votos a favor y 10 en contra. Entre estos últimos estuvieron los de Argentina, la única nación del Tier 1 (las mayores potencias del mundo) que se opuso.
Esa masiva "actualización" se apoya en varios ejes principales, como la ampliación de la Copa del Mundo (pasará de 20 a 24 equipos en 2027) y la puesta en marcha de la Nations Cup, una versión remozada del proyecto que Agustín Pichot -ex capitán de Los Pumas- había propuesto hace algunos años para darle mayor atractivo a las ventanas internacionales de julio y noviembre, y generar recursos para una World Rugby que cada vez gasta más y genera menos recursos.
De acuerdo a lo expresado por el presidente de World Rugby, Bill Beaumont, apuntan todos en la misma dirección: "abrir el juego" brindando mayores oportunidades a los países de segundo orden y lograr así una expansión del rugby a nivel mundial. Sin embargo, esa es la versión oficial. En el fondo, se trata de un típico ejemplo del gatopardismo "cambiar para que nada cambie". O sea, una enmienda que sólo busca fortalecer la posición de privilegio de los más grandes en desmedro de los más chicos, garantizándole más dinero y mejor competencia a los primeros. Por eso mismo, el propio Pichot se había expresado en contra en una entrevista concedida hace unos días a Daily Mail, argumentando que su idea había sido usada con fines contrapuestos a los que él tenía en mente cuando se enfrentó a Beaumont por la presidencia de World Rugby en 2020.
Más grande y ¿mejor?
Ya desde hacía mucho se venía hablando sobre la posibilidad de ampliar el número de participantes de la Copa del Mundo, anclado en 20 desde la edición 1999. Finalmente, se aprobó la incorporación de cuatro nuevas plazas a partir de la próxima (Australia 2027) lo que derivó en un cambio de formato. Los 24 equipos se distribuirán en seis grupos de cuatro (hoy son cuatro zonas de cinco), por lo que la etapa clasificatoria será más corta. Además, se agregará la instancia de octavos de final, a la que se clasificarán los dos mejores de cada zona junto a los cuatro mejores terceros.
Que más equipos tengan la chance de jugar un Mundial en principio suena positivo. Sin embargo, el que todavía se está jugando ha demostrado que sigue existiendo una enorme brecha de nivel entre los seleccionados de primer orden (Tier 1) y los de segundo (Tier 2), un problema que no se solucionará agregando más equipos débiles al Mundial (porque los fuertes ya están todos). A lo que se debe apuntar es a mejorar la competencia de los cuatro años que transcurren entre un Mundial y el siguiente, dándole a los Tier 2 (como Uruguay, Fiji o Portugal) mayores oportunidades de medirse contra los Tier 1. Y eso es a lo que apunta -mejor dicho, debería apuntar- la otra gran apuesta de World Rugby: la Nations Cup.
Pequeña gran diferencia
En 2019, cuando Pichot se postuló a la presidencia de World Rugby para suceder al inglés Beaumont (de quien había sido vice), lo hizo a bordo de un ambicioso proyecto llamado Nations Championship, una competencia anual que englobaría al Seis Naciones, al Rugby Championship y a los tests de julio y noviembre, que dejarían de ser meros amistosos y comenzarían a otorgar puntos para una tabla general. A fin de año, los mejores de cada Hemisferio se enfrentarían en una superfinal. La intención del proyecto era buena y cosechó elogios, pero fue rechazada sin siquiera ser sometida a votación.
¿Entonces por qué hoy se aprobó con tan amplio margen la Nations Cup, que parece ser lo mismo? Porque parece, pero no es. Al margen de que la Nations Cup se limitará a las ventanas de julio y noviembre (dejando aparte al Seis Naciones y al Rugby Championship), la diferencia fundamental está en que el proyecto de Pichot contemplaba una cuestión con la que el establishment europeo no quería -ni quiere- saber nada: ascensos y descensos. El proyecto que se aprobó también los incluye, pero recién a partir de 2030. Hasta entonces, todos los que no formen parte de ese grupo de elite deberán mirarlo con la nariz pegada al vidrio. En la idea del ex Puma, en cambio, se implementaban de forma inmediata, lo que realmente otorgaba mayores oportunidades para los países de segundo orden y obligaba a las potencias a esforzarse para mantenerse "en Primera". Esto afectaba claramente los intereses de algunos gigantes europeos como Escocia o Irlanda, los más expuestos al riesgo de perder la categoría y sufrir el perjuicio económico de quedarse sin Seis Naciones, por lo que la propuesta fue tachada sin pestañear. Sin embargo, sacando esa cuestión incómoda, la idea era buena, por lo que fue reciclada con algunos retoques que salvaguardaban los intereses económicos de las potencias, especialmente los de las Home Unions (Inglaterra, Gales, Irlanda y Escocia).
Lo que viene
La Nations Cup se pondrá en marcha en 2026 y se jugará cada dos años, salvo en los que coincida con el Mundial o la tradicional gira de los British & Irish Lions, otra de las fuentes de ingreso de las Home Unions. Serán 12 países los que compitan en la Nations: los del Seis Naciones (Inglaterra, Gales, Escocia, Irlanda, Francia e Italia), los del Rugby Championship (Argentina, Nueva Zelanda, Sudáfrica y Australia) y dos equipos invitados, que serían Fiji y Japón. A la vez, habrá una segunda división llamada Challenger Series, que englobará a países de segundo orden, como Portugal, Uruguay, Chile, Rumania y Namibia. La primera oportunidad de ascender para estos últimos será recién en 2030, por lo que recién a partir de 2032 podrían jugar en la Nations. Hasta entonces, seguirán teniendo muy escasas posibilidades de enfrentarse a los equipo Tier 1, lo que dificultará su crecimiento.
"El sistema está hecho para proteger al núcleo. Llámenme en junio de 2026 y pregúntenme por Portugal. Será un deja-vu. ¿Qué sentido tiene que Uruguay llegue dentro de cuatro años al Mundial y que no juegue un partido relevante en ese tiempo? En la primera semana de 2027 serán aplastados. Entonces, van a tener un partido decente y todos van a decir que es fantástico ver los colores y la pasión de Uruguay. Es lo mismo cada cuatro años”, criticó Pichot, quien como representante de Argentina en el Consejo de World Rugby encabezó el "no" a la propuesta.
Ciertamente, el sistema está pergeñado para favorecer a los que menos lo necesitan. Tanto en cuestión de competencia como de reparto de recursos. Porque otra cuestión no menor será a quién le pertenece esta nueva y ambiciosa competencia. Los dueños de los derechos serán los miembros del Seis Naciones y los de Sanzaar (incluyendo Argentina), independientemente de quién ascienda o descienda. A World Rugby sólo le pertenecerá el Challenger Series, la segunda división, que lógicamente generará mucho menos recursos para que sean destinados a la difusión del rugby en todo el mundo.