Nació en Chile, vivió y se educó en Grecia y en Rusia y ejerció su sacerdocio en su país natal durante una década, hasta que el arzobispo de la Iglesia Ortodoxa en Buenos Aires reclamó un religioso para la arquidiócesis. Así es cómo el protopresbítero Gabriel Díaz llegó a la Argentina y se convirtió en vicario arquidiocesano de la Iglesia Ortodoxa Griega para el centro y norte del país.
Recientemente visitó por primera vez Tucumán; recorrió la provincia, se encontró con los fieles y disertó a su comunidad. En el marco de este viaje, dialogó con LA GACETA sobre la visión que su fe tiene sobre el diálogo interreligioso y la necesidad de ubicarlo en el foco para lograr un mundo mejor.
- Estuvo en Tucumán para dar una conferencia sobre el ecumenismo. ¿Qué visión tiene la Iglesia Ortodoxa sobre la unidad entre religiones?
- La Iglesia Ortodoxa es el organismo fundante de todo diálogo ecuménico e interreligioso en el mundo. El patriarca ecuménico Bartolomé (patriarca de Constantinopla desde 1991) y sus predecesores han tenido siempre una visión de diálogo y de buscar valores comunes a las religiones, que puedan aportar a una paz duradera en la sociedad y en el mundo. Eso se hace partiendo de dos valores elementales: el derecho por la vida y la libertad, no el libertinaje. Estos son valores que nutren otros como la paz, la justicia y la verdad y, en conjunto, el cuidado de a casa común. Uno del que el Patriarca Verde (así se apoda también a Bartolomé por su trabajo ambiental) ha publicado encíclicas, en común con el papa Francisco. En función de estos valores, que son ejes fundantes de las religiones, podemos trabajar en un diálogo fecundo, que en la práctica se traduzca en ejemplos para toda la comunidad, para nuestras propias religiones, para nuestras visiones de fe, y que aporten al mundo.
- Hasta hace unas décadas hablar de diálogo interreligioso era complejo. Incluso hoy hay lugares del mundo dónde los credos se enfrentan...
-Sí. Es cierto. En la historia de la humanidad ha habido momentos lamentables que, en pos de una aparente religiosidad, o de una religiosidad malentendida, se han producido guerras y disputas. Todavía en la actualidad hay grupos que mal consideran el hecho religioso... Porque la fe es una cosa y la religión, otra; pueden ir de la mano, pero el sentido de trascendencia del hombre nos lleva a tomar la religiosidad de una manera u otra. Si es tomada de buena manera, jamás podría producir guerra, porque el valor común que todas las religiones pueden profesar es el amor. Pero si se mal entiende, pasan cosas malas; y eso está muy lejos de un fundamento del cristianismo, de una religión que procura buscar el bien, el fin común y la trascendencia.
- A pesar de dar un mensaje de paz y unidad, la fe todavía es causa de conflicto. ¿Somos al final los humanos los que creamos barreras que la fe no impone?
- Esto es algo fundamental. Es un tema que va hacia la interioridad. ¿Qué nos falta o qué mal entendemos del fenómeno religioso o de trascendencia del hombre que nos lleva a separarnos? La verdad es que el estar separados es un gran pecado y una gran oportunidad, de partir de las características de un otro e identificar diferencias y lograr algo que nutra, que va más allá, buscar siempre el bien y aprender a vivir de acuerdo al valor fundamental que debe mover a toda religión, que es el amor.
- ¿Nos falta poner el amor como centro?
- El amor nos lleva a considerar en el otro la imagen de Dios, cualquiera sea su característica o religión; nos lleva a aprender a mirar en la tradición del otro algo que me va a enriquecer como persona y a la comunidad. ¿Quién de nosotros puede decir, en alguna religión, “Dios está sólo en mi casa?”. Un Dios que es inabarcable, inescrutable y todo poderoso. ¿Por qué no va a estar en la casa del otro si es el mismo para todos? Aprender esta mirada más amplia, más profunda, más de fe verdadera, sirve para valorar a mi hermano, cualquiera sea, como imagen y semejanza de Dios; esa es la imagen que debemos tener para que verdaderamente haya un cambio y no malentendidos.