La palabra clave es cambio. El diccionario dice que eso implica “dejar una situación para tomar otra”. Más allá de que alguna fuerza política se haya adueñado del vocablo para convertirla en su marca, la necesidad de cambio está instalada en la sociedad. La llegada de Javier Milei a este balotaje es una señal. También lo es el arribo a la final de Sergio Massa porque lo hizo en soledad absoluta, sin el presidente Alberto y sin la vice Cristina.
El cambio trae implícito la incertidumbre que no es otra cosa que la falta de conocimiento seguro y claro de algo. Y, estas incertezas, entre muchos sentimientos, despiertan el miedo y a la bronca. Ahí está la Argentina oscilando entre esos sentimientos. Faltan sólo 14 días para convertir en decisión esos sentimientos que han sido fomentados por los propios candidatos.
No obstante, en política, desde hace mucho tiempo hay un dicho que suele repetirse: “en las segundas vueltas no hay ídolos, sólo opciones”. Es decir, las figuras ya hicieron lo suyo: ganaron y perdieron adeptos. Pero ahora el amor y sus pasiones han dejado sus lugares al razonamiento y a la mesura. Massa consiguió el apoyo de un 36,6 por ciento de los argentinos y Milei, el 29,9 por ciento. Ese es el patrimonio de ambos. Queda flotando un 35 por ciento que después de reflexionar tendrá el poder de inclinar la balanza para uno o para otro lado. En síntesis, ellos definirán quién será el próximo presidente.
A esta nueva instancia electoral llegan tanto los electores que votaron ya dos veces (PASO y generales) y quienes no lo hicieron por los dos que entraron al balotaje. Los primeros no tendrán dudas sobre qué hacer el domingo 19, pero los otros no parecen tener estímulos positivos para hacerlo ahora. Aparentemente, terminarán sufragando por quien menos rechazo les genere.
Esa porción de la sociedad ya aprendió que votar en estas circunstancias no es elegir entre lo mejor y lo peor. En todo caso, como enseñan los profesores de Ética, están ante una encrucijada propia de algunos conflictos morales que no son entre lo bueno y lo malo, lo cual sería fácil porque no parece tener costos la disyuntiva, sino entre lo bueno y lo bueno o entre lo malo y lo malo. Esto implica que el elector tiene que elegir algo sabiendo que va a perder algo. Tal vez esa sea la mayor preocupación de los votantes.
Este panorama pone en juego a los estrategas. Massa pudo revertir las Paso al mostrarse solo, sin Alberto ni Cristina y como una persona ajena al gobierno en el que él esta. Lo consiguió gracias a los que le aportaron esa estrategia. Milei llegó adonde está cabalgando en su agresividad, sus desplantes y sus proyectos disruptivos.
En estos últimos días Massa trató de aprovecharse de la desarticulación de Juntos por el Cambio y se sentó en el ministerio de Economía a cumplir su otra función. Milei mostró su versión descafeinada, trabaja con sus equipos desesperadamente por las dudas se dé lo que no esperaba que ocurra y puso en la vereda a Mauricio Macri a hacer campaña por él.
Cambio sigue siendo el vocablo central. Si Massa cambia y por lo tanto muestra que es parte del gobierno corre riesgos de poner en riesgo al votante de las generales. Si, en todo caso, no cambia puede quedarse estancado dónde esta. En la otra vereda saben que algo deben cambiar si o sí. No tienen tantas disyuntivas. No haber cambiado los dejó congelados y Milei terminó segundo cuando en las Paso fue primero. En todo caso la duda está en si el cambio implica moderarse y mostrarse como un político acomodaticio más o profundizar esa agresividad que despierta algunas preocupaciones en los que aún no lo votaron.
Desde las elecciones generales hasta aquí los dos candidatos mostraron prudencia, en lo que resta van a tener que poner la cara definitivamente y el domingo que viene el debate puede ser fundamental.
Paralelamente, los argentinos, ciudadanos contestatarios si los hay, no terminan de aceptar que tienen estas dos opciones. Por eso en la calle y en las redes (ese bar virtual) se discute la opción de no ir a votar o de hacerlo, pero en blanco. Si bien este sufragio no tiene un valor determinado en el cómputo final, una gran mayoría le estaría dando un mensaje a la clase política como ocurrió en forma incipiente en la época del “que se vayan todos” o como cupo en la imaginación del premio Nobel José Saramago en aquel magnífico “Ensayo sobre la lucidez”, donde los votos en blanco sacaron un 83 por ciento.
Cumbres borrascosas
En Tucumán se vive el comienzo de una nueva etapa política. Es un momento bisagra. Describe el final de una etapa donde Juan Manzur ha sido el protagonista y diseñador de una época. El ex gobernador ha tratado de mostrarse diferente pero siempre en su gestión ha asomado la sombra de José Alperovich que ahora enfrenta conflictos judiciales por abuso sexual y por cuestiones internas con su familia.
Osvaldo Jaldo antes de asumir ya empezó a sacarse de encima la historia más reciente (Alperovich-Manzur) aunque no va a poder disimular su complicidad con ambos.
El pésimo rendimiento electoral del peronismo en las Paso fue un capítulo más estas “Cumbres borrascosas” esa telenovela que protagonizan Manzur y Jaldo. Después, la serie continuó cuando desde Buenos Aires empezaron a sospechar sobre el comportamiento de la parejita que se vio obligada a mostrar que no había divorcio y pusieron plata y ganas para revertir aquel fracaso. Lo lograron. Pero, a los pocos días, la conformación del gabinete y la férrea forma de ejercer el poder de parte de Jaldo dejó muy claro que la telenovela continúa.
En 14 días el que rinde cuenta ante la dirigencia nacional va a ser Jaldo. Hasta aquí el referente y la cara visible había sido Manzur, pero, ahora, el que recibirá los castigos o los premios va a ser al flamante gobernador. Necesita mostrar un buen resultado si pretende consolidar el vínculo con Massa o, en todo caso, para advertirle la fuerza opositora a Milei. Paradójicamente, si el peronismo no consigue un buen resultado en Tucumán, el gobierno de de la provincia va a tener más problemas de los imaginados.
En esta primera semana el gobernador Jaldo ha tratado de mostrar cambios. El más trascendente es la modificación de las relaciones con los municipios. Jaldo ha dicho basta a un invento que hizo Alperovich cuando era ministro de Economía de Julio Miranda y después todo fue igual cuando fue gobernador y cuando lo hizo su sucesor. La desaparición de aquel original (y fiscal) pacto impone nuevas reglas. Es un cambio. Sin embargo, en Tucumán cuando se modificaron los sistemas de reparto de fondos nunca implicaron una reducción profunda. Sostenerlo en este caso va a ser una tarea dificilísima de Darío Montero la mano derecha -y la izquierda- del gobernador.
En los primeros capítulos de la telenovela la parejita se tiraba con el oflador o lo metía en lugares bastante improcedentes. Mientras hacían malabarismo con este instrumento de cocina, entre bambalinas, se tiraban con gente de carne y hueso cuando daban de baja nombramientos en la Legislatura y de alta en varias de las 93 comunas rurales. El cambio, ¿también incluye a estas administraciones? Uno de los problemas que genera este vocablo es que para cada líder tiene significado diferente. Así como para Mauricio Macri el cambio que tanto promovió -incluso en el nombre de su coalición- nunca fue un cambio, para Jaldo, ¿qué significará cambiar al administración de los fondos del interior? El gobernador los declamó, pero nunca los explicó.
Amnesia no sólo oficialista
Algo parecido ocurrió en la Legislatura. Durante toda la campaña, el oficialismo -y la oposición obviamente- tucumano destacó que deberían cuidarse los gastos y hasta reducirlos. ¿Eso incluye a la Legislatura? Se supone que si, máxime cuando la mala fama de la Cámara de la provincia ha sido por los exagerados gastos que tenía.
El “legislador 50” ya se ha reunido con sus 49 “compañeros de banca” y les ha informado cómo será el sistema de remuneraciones, de nombramientos y de funcionamiento de la Cámara. Hasta aquí no ha trascendido que hubiera algún cambio sobre aquella Legislatura que hacía sentir narcotraficantes a algunos legisladores por cobrar exageradas sumas de dinero sin justificaciones. Tampoco se comunicó que desaparecieran esos nombramientos desquiciados que son otro gusto del “chocolate” porteño, tal cual lo confesaron algunos legisladores ya retirados. Tal vez haya sido un mero olvido de las nuevas autoridades de la Legislatura.
La amnesia no es sólo oficialista, pareciera ser una enfermedad que contagia a la oposición que se ha mantenido en absoluto silencio. Durante las campañas proselitista no han tenido problemas en criticar ese sistema que -aunque con mutaciones- lleva décadas enlodando el prestigio de la Legislatura tucumana. Los legisladores de la oposición empiezan a circular en contramano el primer tramo esta ruta legislativa que eligieron transitar. Pareciera que la palabra cambio no significa lo mismo para todos, menos cuando se sientan en mullidas poltronas.