Por Carmen Perilli

Para LA GACETA - TUCUMÁN

Una lectora de provincia, el libro de ensayos de María Teresa Andruetto, atrapa al lector desde sus primeras líneas. Autobiografía personal, autobiografía intelectual y, sobre todo, autografía de lecturas de la autora cordobesa marcada por su pasión por los libros desde su nacimiento. Andruetto arma una serie de “cuentos” que irrumpen, cambiando el tono del texto. A través de ellos desfilan distintos protagonistas. Entre ellas se destaca la bisabuela analfabeta en un pueblito italiano: “hija de trabajadores golondrina italianos que venían al país a hacer la cosecha del trigo, nació en las afueras de Rosario durante la presidencia de Sarmiento (lo que me impresionaba vivamente) y apenas nacida regresó a Italia con sus padres. Su lengua madre era el piamontés y se alfabetizó sola en italiano con libros de una pequeña iglesia que limpiaba y cuidaba, una capilla en un caserío llamado Casevecchie, cerca de Turín, a la que cada tanto bajaba un cura a dar misa”. Las figuras recuerdan los textos de Cesare Pavese, las imágenes de los hermanos Taviani.

Andruetto nos cuenta cómo sus abuelos y sus padres valoraron la lectura y la criaron en la “infrecuente conjunción entre pobreza y hambre de lecturas”. El padre militante podía llegar a elegir priorizar los libros sobre la comida. Un mundo de inmigrantes para los que leer era un bien, una forma de aprehender el mundo. La niña transforma la afición en un valor de cambio cuando lo usa para defenderse apropiándose de lo leído en relatos que conquistan a sus compañeras de colegio. Criada entre bibliotecas familiares y personales no descarta la importancia de la cultura popular y masiva: historietas y folletines, inclusive de fotonovelas, canciones populares, incluso pinturas.

El ingreso en la Universidad de Córdoba le abre las puertas a otro mundo. Un cambio cuantitativo y cualitativo, donde accede a bibliotecas y librerías. La ayuda a sistematizar y a aprehender el contexto de producción de los libros. Un pasaje de devoradora a rumiante, de la distracción y el extravío al conocimiento de la literatura nacional y continental. El ingreso a la política universitaria le acerca la literatura política. Durante la dictadura se ve arrojada al insilio que la lleva, a la lejana Patagonia, una vivencia que vuelca en su magnífica novela Lengua Madre.

El ritmo del texto es vertiginoso, contiene textos de literatura infantil, ficciones y poemas. Salta de la lectura a la escritura. Se detiene en la obra de César Vallejo y en la vida de Robin Wood. Reconoce el magisterio de Andrés Rivera y se refiere al trabajo con la lengua de Juan Gelman, entre otros. Andruetto enhebra la lectura con otras actividades: la sastrería del abuelo, los colchones de la abuela, el álbum de estampillas de los padres, las planchas del taller de tipografía donde ingresó a trabajar, etc. Todos estos gestos sirven para formar una escritora que quiere ser profesora. Una profesional de la lectura que relaciona sus experiencias con la escritura. El contar es una forma de sanar, como le dice una mujer ciega. Leer y escuchar lo que otro nos lee, le dice Esther Cross. Después de la dictadura se vuelca a una incansable actividad de talleres en cárceles, escuelas, etc. Su lugar es la provincia de Córdoba, donde además de escribir sigue promoviendo la lectura, especialmente de mujeres. Dirige una colección de escritoras mujeres ignoradas. Para ella la literatura es “un modo disidente de estar en el mundo” que nos recuerda un mundo heterogéneo.

Andruetto nos muestra su vasta biblioteca al mismo tiempo que confirma su concepción de una escritura situada en un lugar en el mundo y un cuerpo de mujer. “Tardé en comprender que ahí ya estaba todo, el espesor de la vida, mi deseo de mirar y también un castellano que fue levantándose lentamente de ‘la vergüenza de hablar mal’, cierta melancolía aportada por la inmigración, pero también por la geografía, a la vez que una mirada práctica sobre el mundo”.

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Carmen Perilli – Doctora en Letras