En tiempos de crisis, la creatividad es un capital. Hay quienes buscan un segundo trabajo, las famosas changas y horas extras para ganarle a la inflación, pero hay otros que encuentran oportunidades realmente inéditas. Y aquí lo digital aparece con frecuencia como un espacio utópico donde hay chances laborales para todos. Un entorno rentable, pero que exige de conocimientos técnicos, actualizados y muchas veces poco accesibles para la mayoría.
Sin embargo, en los últimos meses un grupo de personas se convirtió en personajes de videojuegos para tratar de ganar dinero, y en dólares. Se trata de una tendencia que apareció a mediados de año y a sus protagonistas se los denomina “non-playable characters” (NPC), que al español se podría traducir como “personaje no jugable”. La tendencia es global y según medios europeos algunos influencers llegaron a ganar más de U$S7.000 por día, gracias a los regalos digitales que les hacían sus seguidores en vivo.
Los personajes son casi una réplica de los videojuegos. Tienen maquillaje, accesorios, peinados y un escenario por detrás que recrean casi a la perfección el entorno de estos personajes. Se llaman así porque son figuras secundarias de los juegos, figuras casi mimetizadas con un escenario virtual, muchas veces de fantasía: hay hadas, luchadores épicos, pero también figuras que insinúan cierta sexualidad.
Producidos, los disfrazados se exhiben frente al celular en una transmisión en vivo de TikTok. Se mueven de manera robótica, repetitiva, tal cual lo hacen las figuras digitales en distintos juegos. Agitan sus manos y sus cabezas como si estuvieran en una especie de trance indescifrable y solo reaccionan cuando reciben, por parte de sus seguidores, un regalo tal como una rosa, un corazón o un choclo -sí, un choclo-. Cuando reciben un regalo reaccionan también de manera artificial y hacen un gesto de corazón, rosa o de comer el choclo. Esa es la manera de agradecer la propina que le enviaron.
No todos los usuarios de TikTok pueden convertirse en NPC. Deben tener al menos 1.000 seguidores para ofrecer una transmisión en vivo y monetizarla de la siguiente manera: cada regalo que reciben pueden canjearlo por “diamantes digitales” y pueden convertir en dinero real cuando tienen al menos $100 en diamantes. Aquí en la región, los usuarios cobran un dólar por cada 100 regalos recibidos. Sin embargo, TikTok cobra una comisión promedio del 50% en estos regalos.
En Argentina, como no podía ser de otra manera, esta tendencia tiene sus matices. En las últimas semanas cientos de usuarios se convirtieron en NPC como una forma disruptiva de ganar dinero. Quien recorra TikTok sabrá que hay una preferencia por el contenido local y aquí aparecen estos videos en vivo. Son personas comunes, no están disfrazadas ni montaron lujosos escenarios por detrás de ellos, más bien se observan habitaciones de casas humildes. La mayoría enciende sus vivos a la noche, horario que siempre fue de preferencia para el consumo de redes sociales, por lo tanto, pueden encontrar más público para sus videos. A pesar de la escasa producción de sus presentaciones, los personajes reciben regalos que luego se convertirán en dólares.
Además de montarse como NPC, a estos usuarios también se los puede ver en “batallas” de TikTok porque allí también existe otra forma de monetización. Se enfrentan dos personajes en una pantalla dividida y cada uno pide a sus seguidores la mayor cantidad de reacciones como likes o regalos. Quien más reciba será el ganador y accederá también a una suma importante de “diamantes”.
Actuar de manera inanimada para recibir dinero no es una novedad. Cualquiera puede recordar a esos artistas que se disfrazaban como estatuas y se erigían en las peatonales para permanecer estoicos bajo el sol del mediodía. Sin embargo, no deja de ser inquietante encontrarse con estos videos. Una demostración de que el dinero también puede llevarnos a la renuncia de nuestra condición humana y a despojarnos de la posibilidad de ser protagonistas. Nos convertimos en escenario, en objetos poco animados que reaccionamos ante el diamante digital del desconocido. Un síntoma más de una época extraña, en la que parece que hemos perdido hasta la posibilidad de ser “jugables”.