“Rhapsody in blue” ha marcado la música y distintos géneros principalmente el jazz; desde hace un siglo, en diferentes generaciones y alrededor del mundo. Imposible no linkear el clarinete de inicio y el piano con determinados paisajes urbanos, grandes ciudades con imponentes edificios, pero también calles con transeúntes humildes. Es cuando la música adquiere la dimensión de emocionar, conmover, sin decir una palabra.
Un clásico, en definitiva, porque es lo que permanece, porque sigue hablando a distintos tiempos, al presente, a la actualidad.
Con un piano o una gran orquesta como la Filarmónica de Nueva York dirigida por Leonard Bernstein, la pieza es una composición creada en 1924 por George Gershwin para piano solo y banda de jazz.
Se estrenó el 12 de febrero de 1924 en el Aeolian Hall de Nueva York con el mismo autor en el piano dirigido por Paul Whiteman.
“Fue en el tren, con sus ritmos férreos, su estruendo, que tantas veces resulta tan estimulante para un compositor... Frecuentemente oigo música en el corazón mismo del ruido. Y allí de repente escuché -e incluso vi en el papel - la construcción completa de la rapsodia, de principio a fin. No se me ocurrieron nuevos temas, pero trabajé sobre el material temático que ya tenía en mente y traté de concebir la composición como un todo. Cuando llegué a Boston ya tenía una trama definida”, le contó Gershwin a su biógrafo. La pieza tenía 16 minutos, pero podía extenderse un par más.
No han sido pocos los que conocieron la rapsodia en una de las primeras escenas en “Manhattan”, de Woody Allen, o más recientemente en las referencias de la película “Maestro”, que interpreta Bradley Cooper.
“Se me ocurrió algo como un caleidoscopio de los Estados Unidos, de su caldero de razas, de nuestra energía incomparable, de nuestra locura metropolitana”, confesó el compositor.
Historia
Paul Whiteman, que dirigía una orquesta grande de jazz le encargó esa obra para la conmemoración de Lincoln. “Al oído contemporáneo, toda ‘Rhapsody in Blue’ suena clásica, pero en 1924 supuso una osadía que Gershwin llevó adelante como si fuese la cosa más natural del mundo. Tan abierta estaba su mente en términos experimentales, que de inmediato incorporó el glissando que no figuraba en la partitura original y que el clarinetista Ross Gorman improvisó durante uno de los ensayos” escribe Marcelo Figueras en El Cohete de la Luna.
“Rhapsody in Blue” es una obra controvertida, ya que desafió las convenciones y prejuicios en cuanto a la división entre la música clásica y la popular. “Su estructura de forma relativamente libre rompía con las tradiciones sinfónicas establecidas, lo que generó discusiones y debates en su época. Sin embargo, esta fusión fresca y original con una accesibilidad irresistible la llevó a obtener un éxito fulminante, convirtiéndose rápidamente en una pieza indispensable en el repertorio de las orquestas sinfónicas más famosas de América y Europa”.
Se cuenta que tanto Stravinsky y Ravel se negaron a aceptarlo como discípulo, por ser exitoso. El primer le preguntó: “¿Cuánto dinero ganó usted el año pasado?”. “200.000 dólares”, respondió el joven Gershwin. “Entonces yo debería tomar clases con usted”, respondió el maestro. Ravel se negó a darle clases, argumentando lo siguiente: “Usted perdería su gran espontaneidad melódica para componer en un mal estilo raveliano. ¿Para que quiere ser un Ravel de segunda, cuando puede ser un Gershwin de primera”.
Whiteman entendió que para conseguir trasformar el jazz en algo más refinado el compositor que podría ayudarle en su experimento -al que llamó “jazz sinfónico”- era Gershwin. Por tanto, le pidió en 1923 que le compusiera una pieza en tal sentido.
Gershwin escribió entre diciembre de 1923 y enero de 1924 una obra que en un primer momento tituló “American Rhapsody”. Sin embargo, fue su hermano Ira, después de inspirarse en dos pinturas de James McNeil Whister tituladas “Nocturne in Blue and Silver” y “Symphony in White”, el que le sugirió que le cambiara el nombre por el de “Rhapsody in Blue”.
El término blue refiere al estilo musical, triste melancólico, emparentado con el jazz.
El 10 de junio de 1924 Gershwin y la banda de Whiteman entraban en los estudios del sello Victor para grabar la rapsodia. Con Gershwin al piano, la formación de Whiteman contaba con cuatro violines, cuatro saxofones, dos cornos franceses, dos cornetas, dos trombones, tuba y batería. Pero la grabación no satisfizo; en 1927, Gershwin y Whiteman volvieron a grabar.
Además de Bernstein, Duke Ellington hizo su propia grabación en 1963, que dio vuelta al mundo, reduciendo la canción a cuatro. Martha Argerich tiene su grabación y hasta la misma Lady Gaga.