En su nota del domingo pasado, publicada en esta prestigiosa sección, el magister Ariel Hernando Campero pone en duda el carácter de “héroe de la tucumanidad” del coronel mayor don Bernabé Araoz. ¿Qué es un héroe, sino un hombre ordinario, quien ante acontecimientos extraordinarios, acomete actos extraordinarios en beneficio del bien común? Eso fue justamente lo que Aráoz realizó en momentos previos, durante y después de la Batalla de Tucumán, al convencer y apoyar junto a su familia a Belgrano a desobedecer al Triunvirato y quedarse a pelear la batalla que definió la suerte de la Revolución. También lo fue en las batallas de Salta, Vilcapugio y Ayohuma; al aceptar ser el primer gobernador de la provincia autónoma, o cuando se puso al hombro la organización del Congreso de Tucumán; sin olvidar cuando debió tomar las riendas de la región luego de la caída del Directorio, fundando la “República del Tucumán”, tan injustamente tratada por la historiografía mitrista. En sus cartas con Juan Bautista Bustos, en la esencia misma de la constitución de su república, el ideario federal está manifiesto; ideario que fatalmente lo llevarían a su ruina, porque su lucha contra el caudillo unitario Javier López no obedecía a “cuestiones personales”, sino a profundas diferencias ideológicas.

Campero basa su crítica, entre otros argumentos, en el supuesto hecho de que los hombres de la “Generación del Centenario” no se ocuparon de reivindicar a don Bernabé Aráoz, por no considerarlo digno en entidad. Al parecer, desconoce la obra de Ricardo Jaimes Freyre, quien en su esencial libro Historia de la República del Tucumán, rescata al tucumano del silencio de la “historia oficial”, colocándolo en el pedestal que merece. También parece desconocer que el propio Juan B. Terán, a la sazón bisnieto de Javier López, se refiere largamente a don Bernabé, en su obra Tucumán y el Norte Argentino, T II, destacando su fundamental contribución a la causa independentista. Pretende circunscribir el concepto de “tucumanidad” al mundo de las “ideas liberales”, nacidas bajo el impulso generador de nuestra industria madre, sin reconocer que todo ello fue posible gracias al sacrificio de aquella generación heroica, de los tiempos de las luchas por la independencia y de la constitucionalización del país.

Nombrándome, Campero denuesta mi trabajo como biógrafo de Bernabé Aráoz, señalándome de ejercer un liviano “revisionismo en clave nacionalista”. Por tal motivo, reto a debate público al autor de la nota, en el lugar, día y hora que él determine a efectos de que cada uno pueda expresar sus ideas. Mi única condición es que antes, dedique 40 años de su vida a investigar en archivos públicos y privados provinciales y nacionales, la esencia de lo que entendemos por “tucumanidad”. También que recorra durante 15 años cada rincón de la provincia, dando charlas, ciclos de conferencias y organizando actos, desfiles, homenajes y monumentos a hombres y mujeres tucumanas, como lo vengo realizando durante ese lapso de tiempo, de manera gratuita y como forma de recuperar justamente esos valores fundacionales, que deben ser a mi criterio la base de la “tucumanidad”. De todo ello, presenté proyectos educativos y de turismo histórico y cultural, generadores de trabajo genuino, como el que realiza la vecina provincia de Salta, alrededor de su héroe nacional, don Martín Miguel de Güemes, figura “construida”, sabiamente en los últimos años, con justos motivos reivindicatorios. No hay “envidia en ello”, sino un modelo a imitar.  Mi labor consiste en trabajar sobre el eje temático de: “la Patria, sus símbolos, sus héroes y sus valores”; por entender justamente que al recuperar aquellos valores, que los héroes fundacionales tuvieron como norte, bajo esos símbolos sobre los cuales se construyó la Patria, recuperaremos esa Patria que claramente quedó inconclusa en las ideas, como los de “institucionalidad”, que nuestro Alberdi bregó en su obra. Es esa “justamente” la “tendencia” del actual gobierno nacional al plantear la verdadera “Batalla Cultural”. Es fácil hablar desde la comodidad de un público despacho bien remunerado, con retórica magistral, señalando de manera cuanto menos “irrespetuosa” el trabajo de otros. Lo invito a bajar al llano y con palabras menos “elaboradas” y más contundentes y entendibles para el común de las personas, nos enseñe lo que él considera la verdadera esencia del ser tucumano. Queda formalmente invitado a debatir, como también establecida la condición previa.

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