-¿Cuánto de psicología y cuánto de análisis político necesitamos para entender en profundidad el presente de nuestra vida institucional?

-La cuestión psicológica es clave. Gran parte del armado de su proyecto político, para un gobierno, no es más que la carcasa del equipamiento psicológico del líder. Conocemos las características de liderazgo de Cristina, Macri y Alberto. Hay una excepcionalidad que es Javier Milei. El outsider dentro de los outsiders. Hay otros países que también tienen outsiders. Pero Trump había ganado la interna del Partido Republicano; venía validado y con un plafón político importante. Bolsonaro también llegó con una gran base de sustentación. Milei no ganó una interna; ni siquiera al Pro, que en este momento está en el shock room, viendo si vive o no vive. Milei llegó solo con un grupo de gente a la que respeta. No es un círculo de confianza sino de desconfianza. Y esto es problemático. Es un líder “puteador”, “invalidador”, pero honesto y con una convicción profunda, con un discurso sin dudas. Desde la psicología sabemos que es importante en los predicadores, en los líderes, la mirada y la palabra de certeza. Esa convicción invita a seguir caminando por el desierto. Es un atributo pero un atributo volátil. El título que le pondría a lo que va de este ciclo es “superávit fiscal - déficit político”. De esto derivan al menos dos preguntas: ¿Se sostiene el superávit fiscal (no me atrevo a decir modelo económico)? ¿Cuánto dura el acompañamiento de la gente? Hace poco, Luis Majul le preguntó a Milei si podía gobernar sin el Congreso. “Por supuesto -contestó-, tengo superávit fiscal, acumulo reservas, baja la inflación y estoy haciendo un cambio en la perspectiva política. De un lado están expuestos los que quieren el cambio y del otro los que no lo quieren”. Esto se ve en la superficie. La pregunta es si él realmente cree en esa frase. O si es una frase estratégica, que busca mostrar fortaleza sabiendo que tiene una debilidad. Y si está dispuesto a flexibilizar, a -algo que para él supuestamente es dramático- negociar. Alguna vez, Diana Conti me dijo: “hay veces en que nosotros preferimos perder que transigir”. Pero el kirchnerismo tenía palancas y resortes que le permitían darse ese lujo y Milei no. Una pregunta que no tengo resuelta, y creo que nadie la tiene, es si dentro del equipamiento psicológico de Milei hay un dispositivo que le permite frenar o doblar cuando ve el acantilado. ¿Esto es todo o nada? Creo que Milei no ve que con poco quedás en la Historia argentina. Durante los últimos años estuvo clausurado el planteo del déficit fiscal.  Hace poco Martín Guzmán dijo que en la Argentina había temas tabú. Milei está haciendo una deconstrucción formidable. El presidente que odia los subsidios, paradójicamente, en forma de metáfora, está subsidiado por el estallido del sistema político. Los radicales están partidos por lo menos en tres grupos, el Pro en dos, la Coalición Cívica otro tanto. En medio de eso, Milei nos convoca a caminar por el desierto apoyado en un paradigma cultural: Argentina necesita un reseteo. Algo que, en off, admiten peronistas y, dentro de ellos, incluso kirchneristas. Eso ofrece una ventana de oportunidad espectacular con una sociedad que está dispuesta a hacer un esfuerzo y un líder que debe demostrar. En una Argentina en la que la economía es un potro mecánico, el que instala cierta estabilidad económica, manda e impone usos y costumbres.

-Rosendo Fraga suele decir que un presidente puede cambiar de ideología pero no su carácter. ¿Crees que el particular carácter de Milei es pétreo o se flexibilizará en la medida en que la realidad le imponga límites?

-Va a tener que hacer bilardismo. El se define bilardista. No importa el juego vistoso, lo importante es salir campeón. Y acá, con poco, salís campeón. Si hace un 30% de las reformas que propone en el mega paquete del DNU y en la ley, queda en la Historia. Hoy son muchos los que están dispuestos a poner algo. Si va por el “vamos por todo”, me parece que se dilatará el proceso de cambio y, en algún momento, se acabará la paciencia. La Argentina está “al dente” para hacerle cambios. Gran parte de la oposición está dispuesta a discutir temas. En la política, el empresariado, el sindicalismo. Es un clima de época que no tuvo Macri.

-Un referente de la antipolítica es la máxima figura de la política argentina. La cabeza del Estado es un antiestatista. Lo primero sirvió como estrategia electoral e incluso en los inicios del nuevo gobierno. ¿Pero cuán sustentables crees que son estas contradicciones en el mediano y largo plazo?

-Milei tendría que aprender de Menem. A Menem lo esperaban en Palermo chico con la espuma para afeitarlo y rápidamente quedaron en el olvido las promesas de campaña. Se adaptó, encarnó un clima de época. Si Milei fuera más plástico, creo que tiene altas chances de éxito. Convivimos con la incertidumbre. Como el optimismo es un impulso vital, tengo un módico optimismo de que habrá una flexibilización de ideas que permita avanzar. Pasaron poco más de tres meses, estamos en los rounds de estudio entre la política y Milei. Pero tiene que empezar armarse una coreografía política.

-La estrategia comunicacional de Milei en un aspecto parece opuesta a la de Cristina. En lugar de usar propagandísticamente los medios públicos se propone cerrarlos. “No necesito intermediarios -afirma-, con Twitter me comunico directamente con la gente”. Y, por otro lado, logra un impacto internacional sorprendente.

-Veo un fenómeno particular en Milei. No nacen todos los días seres así. No lo digo en un sentido positivo ni negativo. Tiene una excepcionalidad en sus certezas, sus formas, su pelo, en la recurrencia del traje que usaba cuando iba a los canales. Lo vi en el hotel Llao Llao explicándoles a los empresarios más importantes de Argentina, con total convicción,  cómo el homo sapiens adoptó el dinero. Y en Davos, inelásticamente a la calidad del auditorio, dijo cosas tremendas sobre el peligro que corre Occidente. Esto implica una audacia increíble. Suele repetir que la diferencia entre el loco y el genio es el éxito. Esto definirá su lugar en los manuales de Historia. Si puede llevar a la Argentina a buen puerto se ganará un lugar. Muchísimo de esto dependerá de su muñeca, de cuán bilardista se atreva a ser.

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PERFIL

Diego Sehinkman nació en Buenos Aires en 1972. Es psicólogo egresado de la UBA y estudió periodismo en TEA. Trabajó en el Hospital Borda y en su consultorio. Produjo y condujo ciclos radiales y fue guionista en radio y TV. EN 2008 comenzó a publicar en La Nación la columna “Terapia (Arriba también se sufre)”, donde imaginaba la sesión del político que había sido noticia esa semana, pero en clave de humor. Desde 2012 publicó en La Nación las columnas  de las secciones “Realismo trágico (en dos minutos)” y “Políticos en terapia”. Es autor del libro Políticos en el diván. Trabajó en la señal La Nación+. Hoy conduce “Una vuelta más” en la señal TN.