El tango es una marca registrada argentina. Sus letras terminan envolviendo a quienes lo escuchan porque los distintos autores congelan situaciones, momentos clave en la vida de los argentinos y, al identificarse con ellos, terminan en una catarsis aliviadora.
Los que saben de estas cosas suelen decir que el tango necesita de experiencia y de vivencias para poder encontrarle el sentido. Quien no tenga ya un buen registro de recuerdos poco podría abrevar en esas poesías que en su mayoría se escribieron en el siglo pasado.
Hoy, en esta nueva centuria que ya tiene mayoría de edad, son otros ritmos los que encapsulan las letras que describen otras realidades de nuestra sociedad.
Javier Milei parece un extraterrestre caído a estos lares. “Yo no bailo tango, porque nunca me voy a permitir recular”, solía decir un ocurrente protagonista de la política tucumana de fines del siglo pasado. Esa forma de llevar la política con la que presumía Gumersindo Parajón pareciera ser la del Presidente.
Se podría inferir que Milei no registra memoria política. No tiene recuerdos. Intenta escribir una nueva historia sin pasado. Sus razonamientos se ajustan a un presente reciente. Eso confunde a la sociedad que tampoco logra descifrar el camino elegido. Y, por lo tanto, es más complicado aún reconocer el destino.
“Todo el mundo está en la estufa, triste amargao y sin garufa,/ Neurasténico y cortao, se acabaron los robustos,/ Si hasta yo que daba gusto cuatro kilos he bajao./ Hoy la guita anda de asalto y el puchero está tan alto/ que hay que usar un trampolín, si habrá crisis, bronca y hambre./ Que el que compra diez de fiambre hoy se morfa hasta el piolín./ Hoy se vive de prepo y se duerme apurao,/ Y la chiva hasta a Cristo se la han afeitao.”
Con estos versos y muchos otros Enrique Cadícamo escribió “Al mundo le falta un tornillo”. Con este tango al que después le puso música el uruguayo José María Aguilar Porrás, el poeta argentino trataba de describir la crisis que se vivía en la década del 30 en la Argentina.
“Al mundo le falta un tornillo, que venga un mecánico,/ pa ver si lo puede arreglar”.
Así termina aquel tango. Milei tiene tres tornillos en la mano: 1) la corrupción kirchnerista, 2) el ajuste a los excesos estatales y 3) y su falta de pasado político. Pero esos tres tirafondos sólo permiten que el mundo dé vueltas sobre sí mismo y no avance. Los índices de pobreza que se conocieron esta semana que no volverá nunca más, confirman la gravedad. Milei apuesta a seguir. ¿Hasta cuándo? Si por él fuera sería hasta las elecciones de 2025. Y, si la empatía social, que cabalga en el hastío del enriquecimiento de los políticos por vías non sanctas, continúa, le pondrían dar un tornillo más para “pa ver si lo puede arreglar”.
El Presidente de la Nación es impiadoso. Ni la llegada de las Pascuas lo ha redimido. Los despidos se cuentan por diezmiles, a los empleados contratados del Estado les pagará hasta un determinado monto y los gobernadores de 13 provincias (no la de Tucumán que en épocas de Carlos Menem y Ramón Ortega hicieron otros acuerdos) sufrirán recortes en los fondos de cajas previsionales. “Qué sucede mama mía, se cayó la estantería/ O San Pedro abrió el portón”, sugiere más adelante Cadícamo.
Milei avanza por el camino de los cambios a como dé lugar, sin importarle si los consigue o no. Lo que no puede cambiar es su temperamento intempestivo y de una agresividad e impaciencia que ningún presidente debería darse el lujo de presumir. En el conflicto con Colombia, la ministra de Relaciones Exteriores Diana Mondino trata de poner paños fríos diciendo que “no hay que confundir la Nación con el Presidente”. Es válida su advertencia, pero es él quien “Concluye y firma tratados, concordatos y otras negociaciones requeridas para el mantenimiento de buenas relaciones con las organizaciones internacionales y las naciones extranjeras, recibe sus ministros y admite sus cónsules”, según el inciso 11 del artículo 99 de la Constitución nacional. La Carta Magna sugiere buenas relaciones no agresiones.
Es difícil descifrar al Presidente que eligieron los argentinos porque no tiene “recuerdos” en la política y porque cree que puede imponer su estilo aún cuando los protocolos dicen lo contrario. Esa es la segunda gran pulseada que afronta Javier Gerardo Milei. Aunque le importa poco. Hasta que llegue 2025, será.
La palabra empeñada
Osvaldo Jaldo se ha convertido en el aliado estratégico -así lo consideran en la Casa Rosada- del Presidente de la Nación. A diferencia de Milei, el tango le es una música propia. Sus recuerdos de política real son muchos, demasiados. Incómodos, a veces. Tal vez también le contagian la prudencia que no tiene -pero le da respaldo- Milei. El gobernador recibe más veces de las que quisiera pedidos de contención a los compañeros. En sus reuniones con intendentes y legisladores da explicaciones y en ellas repite argumentos del titular del Poder Ejecutivo de la Nación: “no hay plata”. Sus tornillos de relaciones han encontrado la tuerca adecuada con la Nación. No le pasa lo que a Milei en otras geografías.
En estos pocos meses de gestión como gobernador el hombre de Trancas ha logrado cierta empatía con sectores de la sociedad que siempre le han dado la espalda a él y al peronismo. Aquellos que están parados del otro lado del acantilado suelen repetir: “es una sorpresa”. Para serlo, Jaldo ha anticipado un ajuste y ha hecho sonar campanas que muchos querían oír repicar.
Más allá de su prudencia en la forma en que los presentó, los temas han quedado grabados como un compromiso propio del mandatario provincial y en estos tiempos veloces e impacientes empiezan a generar preguntas. Una de las incógnitas es la ley de acceso a la información pública y por supuesto la famosa reforma del sistema electoral.
Su copiloto, Miguel Acevedo, devaluó esa movida. Tal vez la impericia en los manejos de la vida política -para Milei sería una pieza fundamental- lo hizo hablar de más cuando dijo casi como una decisión tomada que se limitará la cantidad de acoples.
Desde el oficialismo pasaron el mensaje como si fuera una definición cuando debería haberse abierto formalmente un debate. ¿Qué sistema se aplicará? ¿Se puede innovar? ¿Habrá algún político tucumano que proponga una forma inédita de elegir o todo estará circunscripto a tener lemas-sublemas, lista sábana o acoples? ¿Es necesaria una reforma de la Constitución? Hay certezas que dicen que la respuesta a esta última pregunta es no, pero bien podría reformulársela para dejar de ponerle curitas a una Carta Magna demasiado herida.
Jaldo decidió jugar a este juego pero todavía no reparte las cartas. Es prematuro aún ya que ha pasado un mes desde su promesa, pero si su vicegobernador dicta sentencia antes del juicio oral, flaco favor le hace al debate político.
El titular del Poder Ejecutivo tucumano ha hecho también una apuesta central que le ha ayudado a su romance con quienes no lo votan pero sí lo escrutan: la pelea contra la droga.
Una de las armas que más ha esgrimido ha sido la ley de narcomenudeo que en los últimos días ha recibido una paliza. Se trata de la causa Ignacio Gargiulo s/comercialización de estupefacientes. La sentencia anula el primer fallo condenatorio por los múltiples excesos cometidos por las fuerzas policiales para llegar a la droga que le hallaron al acusado. Este tipo de procederes puede terminar siendo la kriptonita para el arma más poderosa que tenía el gobernador para combatir la droga.
Des-carrilados
Las recauchutadas calles de la ciudad van a tener otra apariencia en los próximos días. Los nuevos carriles exclusivos para la circulación de los ómnibus será una prueba fuerte para la nueva gestión municipal de la Capital tucumana. Los empresarios del transporte urbano que se sintieron ninguneados durante la anterior administración no recibieron con buena onda esta medida. Consideran que por lo menos deberían ser dos los carriles. El diálogo y los consensos siguen siendo la gran deuda en todo el territorio de la república. En el horizonte se asoma una nueva discusión en la idea de cambiar el recorrido de los colectivos urbanos e interurbanos y alejarlos del microcentro. Alguna vez ya se intentó esto y los intendentes del interior hicieron abortar el proyecto. Planteaban que así quedaban ciudadanos de primera y otros de segunda.
Si se tomara conciencia que el tango se baila de a dos, las grietas serían menos profundas.