Los equipos de rescate se apresuraban el martes en evacuar a las personas atrapadas por las devastadoras inundaciones en el estado de Rio Grande do Sul, en el sur de Brasil, donde se reportaban 90 muertos y supervivientes desesperados en busca de alimentos y suministros básicos.
En las afueras de Eldorado do Sul, a 17 kilómetros de Porto Alegre, la capital del estado, muchas de las personas que abandonaron sus hogares dormían al borde de la carretera y dijeron a Reuters que estaban pasando hambre. Familias enteras se marchaban a pie, llevando sus pertenencias en mochilas y carritos de la compra.
"Llevamos tres días sin comer y acabamos de conseguir esta manta. Estoy con gente que ni siquiera conozco, no sé dónde está mi familia", dijo un joven llamado Ricardo Junior.
Las inundaciones han dificultado las labores de rescate, y docenas de personas siguen esperando ser evacuadas en botes o helicóptero de las casas afectadas. Pequeñas embarcaciones recorren la ciudad inundada en busca de supervivientes.
La agencia estatal de Defensa Civil dijo que el número de víctimas mortales había aumentado a 90 y que se estaban investigando otras cuatro muertes, mientras que 131 personas seguían en paradero desconocido y 155.000 se habían quedado sin hogar.
En Porto Alegre, ciudad de 1,3 millones de habitantes situada a orillas del río Guaiba, las calles del centro estaban bajo el agua, mientras los habitantes se encontraban con estanterías de supermercados vacías y gasolineras cerradas, y las tiendas racionaron la venta de agua mineral.
Las inundaciones también han afectado a los servicios de agua y electricidad, con más de 1,4 millones de damnificados en total, según la Defensa Civil de Brasil.
Casi medio millón de personas se quedaron sin electricidad en Porto Alegre y las ciudades periféricas, ya que las compañías eléctricas cortaron el suministro por motivos de seguridad en los barrios inundados.
El operador de la red nacional, ONS, dijo que cinco presas hidroeléctricas y líneas de transmisión habían quedado fuera de servicio debido a las fuertes lluvias.
El presidente Luiz Inácio Lula da Silva declaró en un programa de televisión gubernamental que la magnitud de los daños no se conocerá hasta que bajen las aguas.
Asimismo, prometió ayuda federal para el estado en lo que se considera el peor desastre climático de su historia.