En Tucumán existieron deportes que, a pesar de su esplendor en épocas pasadas, fueron relegados al olvido. Uno de ellos fue el palitroque, una disciplina que alguna vez capturó el espíritu y la pasión de distintos clubes a lo largo de la provincia, sobreponiéndose así a otras actividades recreativas.
Antes de adentrarnos al auge que tuvo esta disciplina en el “Jardín de La República”, debemos conocer sus orígenes, que se remontan al siglo XVIII. Según las documentaciones, el neerlandés Rip Winkle fue el encargado de introducir el palitroque, más conocido como el deporte de los bolos, en tierras sudamericanas.
Si bien Winkle no fue el inventor nato del juego de bolos -tuvo sus inicios en el antiguo Egipto, hace 2.000 años A.C-, lo cierto es que el neerlandés jamás se hubiera imaginado la repercusión que iba a tener este deporte en América del Sur. Este juego llegó a practicarse en distintos países, de forma variada y hasta con diferentes reglas. No obstante, también se posicionó fuerte en Inglaterra.
Tal es así que el marino, corsario y explorador inglés Sir Francis Drake era un apasionado por el deporte. Según cuenta la leyenda, antes de disponerse a la batalla naval contra la corona española, Sir Drake no quiso hacerlo sin terminar la partida de bolos. “La Armada debe esperar hasta que haya terminado mi juego”, había sido la histórica frase del corsario, que posteriormente fue retratada en distintas ilustraciones.
Repasado los orígenes del deporte, ahora debemos meternos de lleno en la influencia del palitroque en Tucumán.
Por amor, huyendo de una guerra, para trabajar o radicarse definitivamente; los motivos de los inmigrantes para llegar a la Argentina eran diversos. Muchos europeos se inclinaron por Tucumán como destino y con la maleta trajeron un deporte que se iba a volver demasiado popular entre los locales.
Según lo publicado en el libro “Historia del deporte en Tucumán” basado en las memorias del periodista y escritor Antonio Ramón Benejam, la primera cancha de palitroque fue inaugurada por el francés y pionero de la industria azucarera León Rougués. La misma estaba ubicada al sur de la provincia, en el ingenio de Santa Rosa.
Este hogar para los fanáticos de la disciplina, fue el puntapié inicial para otras sedes.
Poco tiempo después, se inauguró una segunda cancha en el Tiro Suizo de Ohuanta (San Pablo), por Luis Grunauer. Nacido el 6 de septiembre de 1864 en Basilea -capital de Suiza-, Grunauer también impulsó en la provincia los fundamentos del movimiento Scout “El Batallón Independencia” (que hoy lleva su nombre) y hasta presidió la Federación Tucumana de Fútbol, entre otros logros. Prácticamente, al mismo tiempo la administración del ingenio Santa Bárbara, en las afueras de la Ciudad de Aguilares, construyó la tercera cancha de palitroque, gracias a las gestiones de Enrique Grunauer, hermano de Luis, ambos de origen suizo-alemán.
En tanto que en 1903, nació otra cancha de palitroque. Esta se ubicó dentro de la zona del ex ferrocarril Central Argentino, actualmente denominada General Bartolomé Mitre, por iniciativa del alemán Bülher. Paralelamente a esa acción, entre los años 1908-1909, otro alemán de apellido Bhremer, construyó otro tablón para jugar cerca de la avenida Benjamín Araóz antes de llegar a la Banda del Río Salí.
Un años después de esos acontecimientos, los ingenios Santa Lucía y San Pablo también se sumarían a la movida del palitroque. Mientras que los apasionados por el juego de bolos Tamagno y Prieto inauguraron otra cancha en el parque de diversiones “Mundial Park”, ubicado en Lamadrid y Congreso.
Sin embargo, el auge por el deporte no se quedaría ahí y se trasladaría hasta Villa 9 de Julio. Antes de la creación de Sportivo Guzmán, a unos metros del estadio, el señor Bugni hizo lo propio y en el barrio se empezó a jugar con los bolos.
La pasión se trasladó a las confiterías
En la aclamada confitería Quilmes, que años posteriores se convertiría en un cabaret, José Bacelga agregó la actividad del palitroque. Mientras que la confitería Caballo Blanco del alemán Schmüller había llamado la atención de propios y extraños.
Este había proporcionado un tablón mucho más corto que el reglamentario, pero de todas maneras servía para la práctica del deporte. Por último, el bar Los Alemanes, de calle Santiago al 1000 frente de la Plaza Alberdi, inauguró dos canchas.
Ya en 1917, los hermanos Javier, Emidio y Raumundo Juárez concretaron el sueño de jugar al palitroque en el Frontón Tucumán, un club que subsiste hasta el día de hoy, especializado en la pelota paleta.
Llegó a más alto nivel
La práctica del palitroque era simplemente recreativa, hasta que a fines del 1930 surgió la idea de unir a todos los clubes dispersos, para reglamentar los torneos y los juegos. Finalmente el 3 de abril de 1931, se conformaría oficialmente la Federación Tucumana de Palitroque.
Frontón Tucumán, Círculo Alemán, Palitroque Club Santa Rosa, Sportivo Club Nueva Baviera, Club Recreativo La Fronterita, Unión Cinematográfica Santa Lucía y Palitroque Club San Pablo, fueron algunos de los once clubes que integraron la Federación. En tanto que el primer consejo había sido presidido por Adolfo Haas.
Por su parte, en nuestro diario ya se hablaba de una amplia “misión deportiva”, con la llegada del “Nuevo Baviera Palitroque Club”. En la edición del 15 de febrero de 1930, LA GACETA destacaba el interés en el torneo interno de palitroque que se iba a iniciar en Lawn Tennis.
“Un indiscutible interés vienen despertando las reuniones nocturnas que semanalmente se realizan bajo los auspicios del Nueva Baviera Palitroque Club, del Ingenio del mismo nombre, cercano a Famaillá y durante las cuales se disputan los partidos de este entretenido deporte, por el campeonato interno que tiene establecido la institución debe realizarse periódicamente entre los asociados, como riguroso entrenamiento para los encuentros con los conjuntos de otros ingenios”, se podía leer en la introducción de la nota publicada de ese año. “El señor Juan Esteban Clívio, actual administrador del Ingenio Nueva Baviera, Palitroque Club, habiendo puesto de su parte sus condiciones y entusiasmo deportista, consiguiendo con la cooperación de los asociados elevar a la sociedad al nivel que hoy ocupa, tanto en su faz deportiva como cultural”, agregó el cronista de nuestro diario.
Mientras que en la edición del viernes 3 de abril de 1931, LA GACETA resaltaba en la portada de deportes “Con éxito se inició el certamen de palitroque en el Frontón Tucumán”. Además de destacar que once clubes seguían luchando por el trofeo, la crónica también se refirió al entusiasmo entre los participantes.
“En las canchas del Frontón Tucumán se inició ayer el Campeonato Provincial de Palitroque y el concurso individual de palos y puntos. En ambas competiciones se notó intenso entusiasmo entre los participantes permaneciendo durante todo el día en constante actividad las tres canchas de la referida sociedad”, describía el cronista de nuestro diario. “La disputa por equipos comenzó decimos a las 17 horas, siendo los primeros en presentarse y cumplir sus respectivas series los jugadores del Club Alemán. La performance de estos representantes ha sido bastante buena, si se tiene en cuenta que no están acostumbrados a jugar en canchas encerradas”, se destacó en LA GACETA.
Por su parte, en la edición del 2 de noviembre de 1956, se hablaba de un “Nuevo torneo de Palitroque en el Frontón”. “Las características del certamen son series de cinco bochas, pudiendo anularse las series en la segunda bocha de cada turno: las series son ilimitadas y a los efectos de la clasificación para determinar los campeones de primera, segunda, tercera y cuarta, serán tenidas en cuenta las cinco mejores series de cada cancha”, se explicaba en el papel de ese año.
Con varias instituciones afiliadas y con alrededor de 700 jugadores inscriptos, el palitroque fue perdiendo terreno en Tucumán ante la llegada de nuevos deportes y fue desapareciendo de manera paulatina hasta 1968.