“Los sonámbulos” vuelve a La Colorida (Mendoza 2.955) esta tarde a las 18. Escrita por Cristian Palacios, la obra teatral parte de una disparatada conferencia dictada por un personaje muy singular que nunca duerme y viene transitando por diferentes tiempos, planetas y galaxias para relatar su experiencia.
Pensada para toda la familia, el espectáculo aporta canciones y juegos para contar la historia de la ciencia sin dejar de divertir, educar y conmover: el nacimiento de los planetas, la evolución de las especies, la invención del lenguaje, las explicaciones de la física y de las artes sobre el universo y la vida y mucho más será narrado artísticamente por Jorge Banuera, Paula Véliz, Azul Tannuré Garat, Micaela Rodríguez, Julieta Ferreyra, Sofía Naranjo y Maximiliano San Juan, con dirección de Máximo Gómez.
“El protagonista es un juglar interespacial, que al ser testigo de la formación del universo y las diferentes civilizaciones, nos viene a contar cómo se crearon, porqué giran los planetas, porqué suben o bajan las mareas, cuáles son las leyes que conectan las cosas que pasan en la tierra y las que suceden en el espacio... también nos cuenta sobre el pensamiento de algunos científicos y filósofos sobre ciertos hechos y cómo tanto el arte como la ciencia nos ayudan a comprender nuestro mundo y sus leyes”, explica Gómez.
El director rechaza la idea de que arte y ciencia “sean fenómenos irreconciliables; todo lo contrario: ambas son formas de comprender la realidad con la diferencia que lo hacen con medios diferentes”. “El arte nos explica el mundo y las relaciones humanas a través de metáforas, de signos, jugando con nuevos sentidos o resaltando algún aspecto en particular, sin necesidad de demostrar nada. Un poema nos puede hacer entender a través de los sentidos aspectos de la vida que no caemos en cuenta en nuestro día a día. La ciencia también intenta explicarnos cosas, pero se le exige demostración. Hay cierta idea de rigor vinculada a la ciencia y de inspiración y talento exclusivo del arte y no creo que sea tan así”, aclara.
“El arte necesita de rigor y sistematización y las más potentes hipótesis científicas nacieron de la intuición, antes de ser demostradas. Yo creo que hay mucho sentido de realidad en lo ficcional y también una sana improvisación en la ciencia. Los campos se separaron en algún momento de la cultura y esto también lo dice genialmente Palacios en su obra”, añade.
La obra nació del proyecto Con(s)Ciencia Teatral, que tenía como objetivo la difusión de la ciencia a través del teatro a alumnos de las escuelas primarias y media de la provincia. “Respondió a un modelo artístico-pedagógico. Queríamos acercar la ciencia a los niños y adolescentes de manera lúdica, usando recursos distintos a los que se emplean en el aula. Reivindicamos a Cicerón: educar, divertir y conmover. Tratamos que nuestro acción didáctica no se olvide que usa los medios teatrales y que promueva un acto festivo cargado de placer. Por eso usamos también la música en la puesta en escena: los actores tocan diferentes instrumentos, hay un coro que construye una dramaturgia sonora a la par de la conferencia que estos narradores espaciales están desarrollando”, describe.
Durante el año pasado concretaron más de 30 funciones a escuelas públicas para esos niveles y también para el terciario. “El autor toma temas serios para presentarlos a las infancias, lo que permite la creación de escenas que pueden disfrutar todos los espectadores como la historia del universo que se la cuenta a través de fenómenos como el Big Bang y con personajes que supieron observarlo y conjeturar cosas que hoy parecen naturales como el hecho de que la tierra no es el centro de nuestro sistema solar sino que a ese lugar lo ocupa el Sol. Aristarco de Samos y Galileo Galilei, por ejemplo, son convocados en la obra. Pero Palacios no solo muestra la versión científica, sino además el arte, la poesía, los relatos de los pueblos originarios, el pensamiento mítico... todos modos de contar las historias de nacimientos sin usar los esquemas de la razón”, concluye.