Las efemérides y los días claves en la vida de los ciudadanos cargan con responsabilidades que no tienen otras jornadas. Suelen ser útiles para pensar, para soñar, pero por sobre todo para valorar los hechos. No caben dudas de que el 9 de Julio pone a Tucumán en una situación diferente a la de las demás provincias. La imagen de los congresales llegando a la provincia con proyectos y con ideales que después se convirtieron en fundamentales para la vida del país revitaliza la trascendencia de este pueblo.
Mirarlos 208 años después confirma el paso del tiempo y tal vez también las dificultades que han tenido las diferentes generaciones para conservar aquellos valores, la unidad de aquel entonces y los sueños que seguramente quedaron en el camino.
Desde hace mucho tiempo que aquel orgullo sembrado en 1816 está arraigado a los tucumanos y circunscripto a sus 22 kilómetros cuadrados de superficie. El país puede estar agradecido de aquellos congresales pero no mucho más. La Argentina no ha sabido construir un espíritu especial en torno del 9 de Julio.
Sólo 24 horas
En 1991 el entonces presidente de la Nación tomó una decisión política que parecía darle a la provincia un impulso en función del pergamino obtenido. Carlos Menem firmó el decreto que convertía a Tucumán en Capital de la Nación Argentina por un día. Al menos por 24 horas cada año recuperaba la centralidad que había tenido. En aquella oportunidad la “capital argentina por un día” tuvo la visita de presidentes de tres naciones: Bolivia, Paraguay y Uruguay. Los tucumanos salieron a las calles con la emoción y la adrenalina que tiene cualquier anfitrión.
Menem escondía una segunda -o primera- intención en la decisión. Tucumán estaba intervenida y a la disputa electoral parecía ganarle Antonio Bussi. Después vendría Ramón Ortega para disputarle el poder. En síntesis, el Presidente de entonces apeló a la emotividad patria para una discusión electoral. La ciudadanía se emociona con facilidad, pero no es tonta.
Los 9 de Julio crean expectativas todos los años. Los gestos permiten inferir qué nos depara como provincia y la ubicuidad que tenemos respecto del resto del país. Pero todo se hace mirando a Buenos Aires. Las sensaciones son raras. Esperamos que todos estén atentos a Tucumán, tal vez que le agradezcan aquellas jornadas épicas del siglo XIX y que de aquí en más todo sea diferente.
Cuando llega el 10 de julio empezamos a darnos cuenta de que se había tratado de un cumpleaños más. Nos emocionamos y nos vestimos de gala para recibir a los invitados. Nos divertimos, recibimos algunos regalos pero al día siguiente todo sigue igual.
Este año, una vez más, preocupados por nuestro rol de anfitrión vamos a hacer demasiadas cosas con tal de contentar a los porteños y al resto del país que desembarcarán en tres aviones mañana por la noche.
Rarezas
Es raro porque el 9 de Julio en realidad se celebrará prácticamente el 8 y en esa oportunidad se firmará el “Pacto de Mayo” justo cuando el almanaque nos advierte que estamos en julio. La soberbia ni siquiera se anima a allanarse a un cambio de nombre. Podría haberse llamado el “Pacto de Tucumán”, pero parece que eso sería demasiado. Tanto como que a la patriótica y sólida Casa Histórica puede debilitarla bajo la denominación de la “casita de Tucumán”.
Los que suelen ver el vaso medio lleno -Osvaldo Jaldo y su gente en esta oportunidad- rescatan la visita del Presidente de la Nación junto a una concurrida comitiva. Y a la hora de argumentar subrayan la firma del pacto y de paso agregan que más de 15 gobernadores estamparán su firma en el mismísimo lugar donde alguna vez los congresales firmaron la independencia.
Esa es la palabra que complejiza el presente. La independencia encierra autosuficiencia, autonomía, individualismo, neutralidad, imparcialidad, emancipación, soberanía, autodeterminación y hasta cabría el concepto de rebeldía. Ninguna de estas características definen al Tucumán de hoy ni tampoco al de los últimos 40 años.
Hay que generar vínculos con la Nación y después practicar la obsecuencia para estar tranquilo y para recibir más que las otras provincias. Ese ha sido el paradigma que supieron practicar los anteriores gobernadores. El caso más dramático lo protagonizó José Alperovich que llegó a obligar a una Legislatura completa a revertir una decisión que había tomado 48 horas antes sólo porque Néstor Kirchner lo llamó por teléfono. Juan Manzur no fue capaz de revertir nada de eso y hasta perfeccionó el sistema cuando estuvo sentado en la Jefatura de Gabinete. Osvaldo Jaldo tiene en su haber cierta habilidad y olfato político que le permite adelantarse a algunas jugadas. Por eso la relación con las autoridades nacionales no son típicas de los mendigos políticos. Jaldo ofreció votos, los puso a disposición del poder nacional y ahora espera recibir paga a cambio. Hay un cambio de formas, más no de fondo.
Este martes Tucumán volverá a ser Capital de la Nación. El presidente Javier Gerardo Milei estará sólo un rato para cumplir con el protocolo, casi como para que nadie le pueda reclamar nada, pero la verdadera fiesta por la independencia la celebrará en Buenos Aires cuando presida el desfile. Es comprensible si el país tiene confusión de calendario y firma el pacto de mayo en julio, no debería sorprender que el desfile del 9 de Julio sea como si fuera del 25 de Mayo. Y, por lo tanto, la fiesta de la Independencia se celebre en Buenos Aires.
En realidad, el 9 de Julio será el 8. A las 23 del lunes ya estarán todos sentados en la puerta de la Casa Histórica. Funcionarios y gobernadores esperarán la salida a escena del Presidente. Después de escuchar su discurso y de cantar el Himno Nacional ingresarán al solar donde rendirán homenaje a los próceres y firmarán el trillado pacto. Tal vez movilizado por la era del ajuste han decidido sintetizar en un solo acto vigilia y celebración patria.
Comprometidos
Los gobernadores y la Nación se comprometerán a: 1) “La inviolabilidad de la propiedad privada”. Se trata casi de una declaración en contra de las gestiones kirchneristas. 2) “El equilibrio fiscal es innegociable”. No gastar más de lo que ingresa tiene lógica, más no muchos archivos. 3) “La reducción del gasto público a niveles históricos, en torno al 25% del PBI”. Esto implica achicar el Estado. El gran debate del momento. La grieta argentina se fundamenta en este debate. 4) “Una reforma tributaria que reduzca la presión impositiva, simplifique la vida de los argentinos y promueva el comercio”. Es la base del cambio de paradigma del país, la pregonaron tanto Menem como Kirchner y siempre terminó en el aumento de la presión impositiva, no en el alivio para el ciudadano al que le sale todo más barato fuera de los límites del país que adentro. 5) “La rediscusión de la coparticipación federal de impuestos para terminar para siempre con el modelo extorsivo actual”. Una utopía. Si lo consiguiera sería la confirmación de que la política argentina llegó a la universidad. Por ahora sigue repitiendo Jardín de Infantes. 6) “Un compromiso de las provincias de avanzar en la explotación de los recursos naturales del país”. Hay provincias que limitan esas acciones. Alperovich lo hizo en Tucumán. 7) “Una reforma laboral moderna que promueva el trabajo formal”. Esta es una prueba del poder de los gobernadores. Pero está probado que los mandatarios no controlan a diputados y senadores. 8) “Una reforma previsional que le dé sustentabilidad al sistema, respete a quienes aportaron y permita, a quienes prefieran, suscribirse a un sistema privado de jubilación”. Este dilema ningún gobierno fue capaz de reformular. Es tan difícil con la reformulación de la coparticipación. La firma de los gobernadores no asegurará cambio alguno. 9) “Una reforma política estructural que modifique el sistema actual y vuelva a alinear los intereses de los representantes y los representados”. Un tema central que podría modificar el país. Sin embargo, siempre fue juego de prestidigitación de los distintos poderes para satisfacer sus necesidades. De hecho en Tucumán se anunció la transformación y todavía es una duda. 10) “La apertura al comercio internacional, de manera que la Argentina vuelva a ser una protagonista del mercado global”. La firma no se lleva bien con los gestos. De hecho el Presidente se reunirá con Jair Bolsonaro y no irá a la reunión del Mercosur.
En LA GACETA de ayer Elena Perilli pone luz sobre la importancia de los pactos y de la trayectoria que tuvieron en la historia argentina. En esa entrevista deja claro que es el tiempo el que termina definiendo la importancia y el valor de lo firmado.
La fortaleza del Presidente hasta ahora no han sido ni sus desplantes ni su agresividad. El pasado reciente con sus niveles de corrupción y de desaciertos han sido hasta ahora el justificativo de la paciencia y de la esperanza. No es suficiente. Ahora cuando llegue el 10 de julio todo volverá a empezar como cuando pasan los cumpleaños la paciencia servirá para ver si fructifican los pactos como enseña Perilli; mientras tanto la Argentina ya se puso la camiseta electoral, por eso reaparecieron las grietas, las disputas internas y las críticas. Por eso Pro y la UCR empiezan a mostrarse y diferenciarse de la misma manera que el kirchnerismo intenta ver qué caudal tiene. El año electoral viene asomando. Se corre el riesgo de que el pacto sea proselitista.