“Enloqueció Sava”, se escucha en la platea cuando el cuarto árbitro marca los tres cambios en el entretiempo. Afuera “Pulga” Rodríguez, Moisés Brandán y Matías de los Santos y parece haber sido duro el mensaje del DT en el vestuario. Atlético Tucumán caía 1-0 contra Independiente Rivadavia, la pasaba mal y sólo perdía por la mínima por el buen presente de Tomás Durso. Pero en apenas siete minutos Atlético pasó a ganarlo 2-1 con dos cabezazos a lo Sergio Ramos de Gianluca Ferrari, que había ingresado minutos antes.
En ese feroz inicio del complemento mostró los dientes y como Ferrari a Bruno Bianchi en los goles, todo Atlético se llevó por delante al conjunto de Martín Cicotello.
Pero retrocedamos en el tiempo. Es sábado, el reloj marca las 14.05 y Sava recién se está retirando del Monumental tras la última práctica, mientras los jugadores se duchan antes de retirar las viandas del almuerzo. El cuerpo técnico había estado analizando minuciosamente las posibilidades que se podían presentar en el juego.
El 0-1 en contra, con Sebastián Villa arrancando como un velocista desde mitad de cancha, habría sido el peor escenario imaginado. Y a los 11’ de partido ya era una realidad.
Por eso Atlético pasó de jugar con el “cuchillo entre los dientes” (como había prometido Renzo Tesuri) a hacerlo con el corazón en la garganta. Cada arranque del colombiano generaba zozobra.
Poco y nada había pasado en la noche cuando Tomás Palacio despejó con un potente zurdazo lo que podría haber sido un buen pase a Mateo Bajamich. Todo parecía bajo control para De los Santos, pero Fernando Romero tenía otros planes. Peleó la pelota que parecía perdida, corrió derechito al arco de Durso y sentenció. Gol, 0-1 y a meterse en el barro para tratar de levantar un partido chivo.
El “decano” tuvo pocas posibilidades en ese primer tiempo. Un disparo lejano de Brandán y otro de Joaquín Pereyra fue lo más peligroso para Ezequiel Centurión. Y si bien Atlético manejaba la pelota, chocaba constantemente con la línea de “5” que propuso la visita en defensa.
Nobleza obliga, si el primer tiempo frente a Independiente Rivadavia fue lo peor de Atlético en este semestre, a los segundos 45 minutos hay que ponerlo entre los más destacados. El “decano”_tuvo carácter, juego asociado, solidaridad en todas sus líneas y saldó una cuenta pendiente: la pelota parada a favor.
Tanto se habló en las últimas semanas de una posible salida de Pereyra, que el jugador no se siente cómodo en Tucumán y que mira el fútbol exterior con anhelo. Pero esta vez justificó su dorsal.
El “10” estuvo activo toda la noche, ya sea recostado por una banda, o más centralizado. Había sido uno de los puntos altos contra Barracas y esta vez también estuvo a la altura de las circunstancias. Por su pegada, en gran parte, el “decano” cosechó tres puntos de oro ante un rival que venía sin conceder goles desde la reanudación del torneo.
Pero cuando tuvo que jugar también lo hizo bien; generó infracciones y filtró pases para romper la muralla mendocina.
Estaba claro que los tres puntos en juego eran vitales, no sólo porque se trataba de un rival directo en la tabla general, sino también porque era una buena medida para Atlético.
Y el “decano”, que consiguió su tercera victoria al hilo, se acomodó a tres puntos del líder Huracán y se ilusiona con todo.
Atlético no es una ferrari, ni mucho menos; pero esta vez en pocos segundos pisó el acelerador a fondo, se llevó por delante todo lo que se le interpuso en el camino y escaló cinco posiciones en la tabla de la Liga Profesional.
El conductor fue Pereyra, pero el copiloto Gianluca, que entró motivado desde boxes, fue el que descorchó el champagne.
Sufrido, trabajado y merecido triunfo el del “decano”, porque contó con la determinación de Sava que pegó el volantazo a tiempo y porque los jugadores respondieron jugando con altura el complemento de un partido que había arrancado torcido.