La esclerosis múltiple (EM) es una enfermedad crónica que afecta al sistema nervioso central y es la principal causa no traumática de discapacidad en adultos jóvenes en el mundo. L mayoría de los diagnosticados están entre los 20 y 40 años, el diagnóstico y tratamiento temprano son cruciales para mejorar el pronóstico. 

¿Qué es un brote de Esclerosis Múltiple?

Un brote de esclerosis múltiple se define como un episodio de aparición subaguda de síntomas neurológicos que se desarrollan a lo largo de varias horas o días y que luego remiten, con una duración promedio de dos a ocho semanas. Ana Belén Caminero, coordinadora del Grupo de Estudio de Esclerosis Múltiple de la Sociedad Española de Neurología (SEN), explica que durante el inicio de la enfermedad en personas jóvenes, estos episodios suelen no dejar secuelas debido a la buena capacidad de restauración del tejido dañado. Sin embargo, con el avance de la enfermedad y en pacientes mayores, los brotes pueden dejar secuelas acumulativas que causan una discapacidad creciente.

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Criterios para diagnosticar un brote

Celia Oreja-Guevara, presidenta del Consejo Médico Asesor de la Asociación Española de Esclerosis Múltiple (AEDEM-COCEMFE), destaca dos condiciones clave para identificar un brote: debe durar más de 24 horas y presentar un nuevo síntoma neurológico. Aunque no hay factores específicos que desencadenen un brote, el riesgo aumenta en pacientes que no están en tratamiento. El estrés y la fiebre también pueden inducir episodios.

Cómo se visualiza un brote en resonancia magnética

Los brotes se visualizan en resonancias magnéticas con contraste como lesiones focales que captan el contraste, indicativas de procesos inflamatorios localizados en el sistema nervioso central. Estas lesiones son producidas por células inmunitarias que entran en el tejido nervioso desde la sangre y por células inmunitarias ya presentes en el sistema nervioso central. Confirmar que los síntomas corresponden a un brote no siempre es sencillo, reconoce Caminero.

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Signos de alerta y síntomas comunes

La esclerosis múltiple puede afectar cualquier parte del sistema nervioso central. Los síntomas más comunes incluyen:

Neuritis óptica: disminución de la agudeza visual y dolor ocular.

Mielitis: debilidad en alguna parte del cuerpo.

Trastorno de sensibilidad: acorchamiento o hormigueo.

Dificultad en el control de esfínteres.

Afectación del tronco del encéfalo y cerebelo: visión doble, adormecimiento facial, desequilibrio o inestabilidad.

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Evolución de los brotes y pronóstico

La frecuencia de los brotes puede variar. Durante los primeros años, en la fase remitente-recurrente de la enfermedad, los brotes son más comunes y tienden a disminuir con la evolución, dando paso a formas secundarias progresivas. Características de brotes como la afectación de múltiples áreas del sistema nervioso central, síntomas motores durante los brotes y la falta de recuperación completa pueden estar asociadas con un peor pronóstico y una mayor probabilidad de progresión temprana.

Importancia de un tratamiento temprano

Oreja-Guevara enfatiza la importancia de comenzar tratamientos modificadores de la enfermedad lo antes posible para prevenir la acumulación de discapacidad y mejorar el pronóstico. En caso de un brote, se recomienda consultar al neurólogo de referencia o acudir a urgencias hospitalarias si hay gran discapacidad. El tratamiento corticoideo, generalmente metilprednisolona en altas dosis, puede ser necesario para acortar la duración del brote. Es crucial informar al neurólogo sobre la aparición de síntomas nuevos para ajustar el tratamiento si es necesario.

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Diferenciación de pseudobrotes

Es importante no confundir los brotes de esclerosis múltiple con pseudobrotes, que son síntomas neurológicos derivados de infecciones o procesos intercurrentes. Según Caminero, estos síntomas no se deben a un nuevo proceso inflamatorio en el sistema nervioso central, sino a una activación inespecífica de procesos inflamatorios debido a la infección.

El diagnóstico y tratamiento temprano de la esclerosis múltiple son fundamentales para mejorar la calidad de vida de los pacientes y manejar la progresión de la enfermedad. La detección temprana de los brotes y la intervención adecuada pueden marcar una gran diferencia en el pronóstico a largo plazo.