“Me duele la vida” (Alfonso, 31 años, desempleado. Prefiere no dar su apellido)

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No todas las celebraciones son jubilosas. Es extraño, pero hay fiestas que mantienen vedada la risa espontánea. La de San Cayetano siempre será una de esas anomalías. Los invitados arriban con las suelas gastadas y la mirada apagada. Las manos en los bolsillos. Gente golpeada, en algunos dolorosos casos directamente rota, aunque no vencida. Tal vez, desde el encuentro cara a cara con el santo, cambie la suerte. Tal vez.

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“Mi hijo no sale de la casa desde hace meses. No consigue nada, anda todo el día deprimido. Nos habían prometido que iban a hacerlo entrar a la Policía, pero no pasa nada. ¿A usted le parece, jugar así con un chico? Yo no sé qué más hacer”. (Alcira Salinas, ama de casa jubilada)

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Un dron da vueltas por la avenida Brígido Terán. Va y viene flotando sobre el hormiguero de cabezas. Por la vereda serpentea la hilera de fieles. Paso a paso marcharán hasta ingresar al templo, hacia el decisivo y anhelado encuentro con San Cayetano. Es una caminata más bien silenciosa, ajena al laberinto aledaño de gazebos, parrillas, juguetitos y algodón de azúcar. Y aún así, de uno y otro lado de la valla, promesantes y vendedores de ocasión no dejan de estar en la misma. Todos buscan el peso.

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“Mi hermano se está yendo para el sur. No sé si es Vaca Muertoa o un lugar de esos. Le dijeron que va a encontrar trabajo y que pagan buena plata. Vengo a pedirle a San Cayetano que lo proteja”. (Delia Fernández)

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De acuerdo con una encuesta realizada por la consultora Opina Argentina, desde fines de junio y durante el mes pasado el desempleo empardó a la inflación como el principal motivo de preocupación de la ciudadanía. “A mayor edad, mayor preocupación por el desempleo”, advierte el informe, y consigna que el NOA y Cuyo son las regiones en las que más se detectó esta inquietud. A lo largo de este año, según el Indec la tasa de desocupación creció del 5,4 al 7,7%. Estos datos no contemplan los números de julio.

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“No vengo a pedir, vengo a agradecer que tengo trabajo. Mire, al trabajo hay que cuidarlo, es que la gente ya no se sacrifica”. (Enrique Deling, 48 años)

San Cayetano: "Un llamado a la unidad y al compromiso empresarial en el país"

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San Cayetano no es el culpable de la recesión ni del 54,9% de pobres (Observatorio Social de la UCA) que se reparten por la Argentina. Pero es a él a quien miles de tucumanos le imploraron por una solución ayer. Serían demasiados milagros al mismo tiempo. Desde los altoparlantes, mientras la siesta avanza, las arengas se reiteran: “Viva San Cayetano! ¡San Cayetano... Ruega por nosotros!” Como la misa será puertas afuera, por más encapotado que luzca el cielo y el frío se haga sentir, se ha montado un escenario adornado con telas blancas, amarillas y verdes. Un pequeño ejército de servidores se esmera para contener a la muchedumbre y cuidar la organización, Muchos son alumnos del tradicional colegio de los curas azules, todos de uniforme.

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“Tengo una nena chiquita, mi mamá me ayuda a criarla. Aprendí repostería, hago tortas y masitas, pero no alcanza para nada. Si nadie tiene plata, ¿cómo van a comprar? Me gustaría encontrar trabajo en un negocio”. (Denise, 19 años, prefiere no dar el apellido)

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Tocar, pedir, prometer, agradecer, persignarse. El ritual al pie de la imagen de San Cayetano se repite como un mantra. Hay quienes le sacan fotos, seguramente con destino de estampita digital. El santo no mira a sus fieles, sino al Niño que lleva en brazos. La aureola azul-celeste brilla como un fluorescente. Del otro lado del altar es a Cristo a quien le dedican oraciones. Ojos vidriosos, manos ceñidas a bastones o andadores, chicos llamativamente silenciosos, parejas, ancianos. Este es un ritual sin grietas. No caben aquí. Una mujer moja el pulgar derecho en agua bendita y traza la señal de la cruz en la frente de su esposo. Entonces llega la hora de la misa.

POR LAS CALLES. Así transitó el santo, amparado por una multitud.

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“La única vez que falté fue el año antes de la pandemia y mire lo que pasó. No, a San Cayetano hay que serle fiel. Nunca te deja a pie”. (Francisco; da el apellido pero pide que no se publique porque es chofer de Uber y teme alguna represalia)

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Lo de la celebración afligida y austera tiene una excepción, marcada por la sonrisa perenne de Carlos Sánchez. “Al pan hay que compartirlo”, subrayó durante su campechana y pastoral homilía, otro clásico de un repertorio cargado de códigos que lo hacen tan cercano al pueblo. Instantes antes, el Evangelio de San Mateo había relatado el episodio de la multiplicación de la comida, cuando Jesús alimentó a 5.000 hombres -sin contar mujeres ni niños- con cinco panes y dos peces. Y tanto sobró que se llenaron 12 canastas. “Levantemos la cabeza y veamos a los necesitados -insistió-. San Cayetano fue humilde, escuchó al Señor y aprendió de la compasión de Cristo, por eso nos sirve de modelo. Que no falte en cada hogar argentino el pan, la paz y el trabajo”. Sánchez recordó que el pan es el fruto del trabajo: “por eso en la mesa hay que besarlo”. Y dejó, a modo de anécdota, el dato de que fue Mama Antula, la flamante santa santiagueña, quien introdujo en nuestro país la devoción por San Cayetano.

ENCABEZANDO LA PROCESIÓN. Monseñor Sánchez y su sonrisa.

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“Estoy cansado, muy desanimado. ¿Hasta cuándo vamos a seguir así?” (Sergio Di Tellis)

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“Por nuestros gobernantes, que sean promotores del bien común”. La intención, leída con cierta cautela desde el escenario, encuentra más escepticismo que fervor entre el público. Son las 17.30 y la procesión parte por Brígido Terán hacia la calle Rawson, para regresar por Sáenz Peña y Pedro Miguel Aráoz al punto de partida. La abre la cruz, sigue la imagen de la Virgen, y detrás San Cayetano pisando sobre claveles. La escoltan servidores, estudiantes del colegio y cadetes. Se agitan banderitas celestes en las que conviven el santo y el papa Francisco. Sigue bajando la temperatura. Una mujer, transitando alguna sincrética zona gris de la fe, lleva una estatuilla de San Cayetano en una mano y una del Gauchito Gil en la otra.

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“Me duele la vida. Me duele por no poder mirar a mis hijos a los ojos. Me duele esto de perder hasta la dignidad”.