El pasado se irradia en infinitas direcciones. Siempre hay una rama nueva para explorar, un enfoque llamativo que sacude la modorra de las efemérides. Entonces se puede contar un tramo archiconocido -en el caso del 17 de agosto nada menos que la gesta sanmartiniana- desde un punto de vista poco visitado. Los franceses Patrick Puigmal y Marc Turrel llegaron a Tucumán, justamente, con esa propuesta en las valijas.

“Venimos a contar la historia de los ‘20 de Tucumán’, que eran los oficiales napoleónicos que participaron en las campañas del Ejército del Norte. Por primera vez se hace un reconocimiento a este episodio, parte de una historia que ha sido entre desconocida y olvidada”, destaca Turrel, vicepresidente de la Fundación de los Napoleónicos de Chile. Puigmal es Doctor en Historia y presidente de la entidad.

Ambos son prolíficos escritores, con numerosos títulos editados allende los Andes. Mañana estarán en el Museo Sanmartiniano de La Ramada, sede de los actos en homenaje al Libertador, donde colocarán una placa conmemorativa de bronce. Pero donde se llevaron una grata sorpresa fue durante la visita a LA GACETA, ya que quedaron prendados del material histórico que atesora nuestro archivo. No estaba en sus planes.

En detalle

Desmoronado el efímero imperio que había erigido Bonaparte se produjo la diáspora de una oficialidad que veía en los focos revolucionarios americanos la posibilidad de sacarles el jugo a sus capacidades. “Entre 1812 y 1830 alrededor de 2.000 militares napoleónicos arribaron a América Latina y se dispersaron desde México hacia Chile y Argentina -explica Puigmal-. Era el período de las guerras de independencia y de la construcción de los Estados nacionales”.

“No eran simples oficiales: se trataba de profesores de escuelas militares, de periodistas que publicaban diarios, otros creaban escuelas, había médicos... -enumera el historiador-. Tenían un pensamiento global; venían a participar del nacimiento de una sociedad nueva y republicana. Porque eran muy republicanos, aunque llegaran desde un imperio. La palabra ‘napoleónico’ no significa que hayan sido fanáticos de Napoleón; simplemente que habían sido militares durante esa etapa. Por eso también había prusianos, polacos...”

De esos 2.000, entre 300 y 350 se repartieron por esta región. Muchos se integraron también al Ejército de los Andes y a la expedición libertadora al Perú. “Dirigían batallones e intentaban modernizar los ejércitos creando cuerpos, con la idea de adaptarlos a las estrategias napoleónicas de la guerra rápida. Eran lo que tanto les faltaba a los ejércitos: oficiales con experiencia”, sostiene Puigmal. José de San Martín se encontró con ellos al hacerse cargo del Ejército del Norte, reemplazando a Manuel Belgrano en enero de 1814,

Manos a la obra

Hablando de aquellos “20 de Tucumán”, entre los primeros estuvieron los tres hermanos Paillardell. “Su mamá era peruana, así que recalaron en Lima. Pero como eran totalmente revolucionarios intentaron una rebelión contra los realistas en Tacna, que fracasa. En consecuencia se unen al Ejército del Norte -detalla Puigmal-. Uno de los hermanos, Juan Francisco, creó la academia militar en Tucumán y otro, Enrique, dibujó el plano del fuerte de La Ciudadela que va a construir otro oficial napoleónico: Felipe Bertrés. Todos ellos integraban el Estado Mayor del Ejército y jugaron un papel importante porque tenían mucha más experiencia que varios oficiales de acá. Pero no es que hayan sido mejores, no se trata de compararlos”.

“Traían ideas políticas y tenían proyectos sobre cómo podría ser América Latina después de la Colonia -añade-. Algunos eran muy republicanos; otros un poco más conservadores, algunos pertenecían a la masonería. Entonces había muchas influencias que, lógicamente, a veces chocaban con los movimientos que terminaron logrando la independencia”.

En ese sentido el caso de Enrique Paillardell es notorio, porque apenas había comenzado la construcción de La Ciudadela cuando se marchó a Buenos Aires para comprometerse a fondo con la gestión de Carlos de Alvear. Caído en desgracia -y exiliado- el Director Supremo, Paillardell terminó fusilado en la Plaza de Mayo. “De acuerdo con las cifras que pudimos recoger, más del 20% de estos oficiales fueron fusilados en toda América”, indica Puigmal.

“No se trata solamente del arquetipo del héroe romántico ni de las ideas ilustradas de la Revolución Francesa. Fueron militares, pero también personajes que influyeron en todos los ámbitos de la vida científica, educativa, en la prensa -sostiene-. Muchos se sacrificaron luchando por sus ideales. Y algo muy importante: no eran mercenarios. Ellos vinieron a crearse una nueva vida”.

Otro de esos “20...” era el Barón de Holmberg y aquí surge un dato curioso. “Hemos descubierto en la Casa Histórica una placa, referida a un cañón del Ejército del Norte, que habla del Barón de Holmberg como un oficial prusiano que había luchado contra Napoleón. Pero lo cierto es que Holmberg no había combatido contra, sino con el ejército napoleónico. Llegó a Buenos Aires en 1812 junto a San Martín; era un masón que pretendía crear una sociedad nueva y se quedó varios años acá. Es importante restablecer los hechos históricos”, aporta Turrel.

Una valiosa iniciativa

El jueves, los franceses visitaron la Facultad de Filosofía y Letras (UNT) acompañados por el Doctor en Historia Facundo Nanni. Los recibió el decano Sergio Robin y de la charla surgió la intención de editar en Tucumán, por medio del sello Humanitas, el libro de Puigmal que recoge los perfiles de estas figuras tan valiosas en la saga independentista.

EL VIEJO FUERTE DE LA CIUDADELA. San Martín lo delineó codo a codo con el francés Enrique Paillardel.

“No es sólo un diccionario; hay toda una actualización y están las explicaciones de cómo llegan, qué hacen acá, cómo fue su vida -advierte Puigmal-. No soy un fanático de lo militar, lo que me interesa son los personajes y el universo de cada uno de ellos. Muchos van a ser gobernadores de provincias, intendentes, ministros, incluso en América Central uno va a ser presidente. A varios de estos personajes los descubrí trabajando con sus descendientes, porque los archivos en este período son incompletos. Entonces tuve que ir hacia la correspondencia personal y eso se encuentra con los familiares. Más de la mitad de los libros que publiqué tienen que ver con la ubicación de fuentes que nadie conocía y que realmente permiten entender al personaje en su personalidad, en su ideología”.