Lavar el pollo crudo antes de cocinarlo es una práctica que muchas personas asocian con la limpieza y la eliminación de bacterias, pero en realidad, esta costumbre puede ser contraproducente y aumentar el riesgo de contaminación e intoxicación alimentaria.
Al lavar con agua el pollo crudo, las bacterias presentes en su carne, como Campylobacter sp., Salmonella sp., y Staphylococcus aureus, pueden esparcirse fácilmente por el entorno de la cocina, indicó la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), a través de su área de Divulgación de la Ciencia. La publicación se hizo viral y devolvió un tema siempre vigente en la agenda.
Cuando se lava el pollo, el agua puede salpicar y llevar estas bacterias a utensilios, superficies de cocina e incluso a otros alimentos cercanos. Este fenómeno, conocido como contaminación cruzada, incrementa la posibilidad de que las bacterias pasen al organismo y provoquen infecciones estomacales.
Por esta razón, la UNAM afirma que no hay que lavar el pollo crudo. En su lugar, es más seguro cocinarlo directamente, permitiendo que el calor elimine las bacterias presentes.
El pollo debe cocinarse a una temperatura mínima de 74 °C para asegurar que las bacterias sean destruidas y que la carne sea segura para el consumo.
Para garantizar la seguridad en la preparación del pollo, también es fundamental lavar bien las manos antes y después de manipular la carne cruda, y asegurarse de que las tablas de cortar, cuchillos y otros utensilios estén limpios. Además, se debe verificar que el pollo esté completamente cocido antes de consumirlo, ya que solo la cocción adecuada asegura la eliminación de las bacterias dañinas.
Es importante que al momento de cocer el pollo, éste no quede asado por fuera y crudo por dentro. Un error común que puede suceder porque la cocción total de este alimento es imprescindible para no intoxicarse y por lo tanto, puede tardar más tiempo que la cocción de las carnes rojas, por ejemplo.