“Cuando hables, serás un signo para ellos y sabrán que yo soy el Señor”

Is 35,4-7a: “Los oídos del sordo se abrirán, la lengua del mudo cantará”

Sal 145,7.8-9a.9bc-10: “Alaba, alma mía, al Señor”

St 2,1-5: “¿Acaso no ha elegido Dios a los pobres para hacerlos herederos del Reino?”

Mc 7,31-37: “Hace oír a los sordos y hablar a los mudos”

«De nuevo, saliendo de la región de Tiro, vino a través de Sidón hacia el mar de Galilea, cruzando el territorio de la Decápolis. Le traen un sordo y mudo, y le ruegan que le imponga su mano. Y apartándolo de la muchedumbre, metió los dedos en sus orejas, y con saliva tocó su lengua; y mirando al cielo, dio un suspiro, y le dice: Eftétha, que significa: ábrete. Al instante se le abrieron los oídos, quedó suelta la atadura de su lengua y hablaba correctamente. Y les ordenó que no lo dijeran a nadie. Pero cuanto más se lo mandaba, tanto más lo proclamaban; y estaban tan maravillados que decían: Todo lo ha hecho bien, hace oír a los sordos y hablar a los mudos.» (Marcos 7; 31-37)

Eran demasiadas las calamidades sufridas por el pueblo como para mantener fácilmente la esperanza. El profeta dice que Dios se sigue acordando de ellos, y se dirige especialmente a los más débiles, “a los cobardes de corazón”. La profusión de imágenes de las que se sirve Isaías revelan que gran parte de lo prometido se cumplirá en los días de Jesús. No es infrecuente que Jesús haga signos “sacramentales” (la saliva; tocarle la lengua, etc.) que servirían como elementos catequéticos en la comunidad primitiva. La palabra hebrea “Effetá”, “ábrete”, evoca a Ez 24,27: “Tu boca se abrirá, y hablarás”. La expresión “con más insistencia lo proclamaban ellos” es una manera de mencionar la predicación evangélica en los primeros momentos... y el “todo lo ha hecho bien” puede ser una evocación del Génesis.

Nuestro tiempo es el de las grandes comunicaciones. Pasará a la historia como la época de los grandes medios. La cultura de la comunicación pretende hacer llegar todo y lo más pronto posible a cualquier lugar, de manera que en cualquier punto de la tierra esté la noticia de modo casi instantáneo. Pero, a la vez, se comprueba el incremento de la incomunicación y de la soledad. ¿Será que la gente a fuerza de oír no escucha? ¿Será que ha llegado a la conclusión de que no merece la pena atender?

— “La verdad de la palabra, expresión racional del conocimiento de la realidad creada e Increada, es necesaria al hombre dotado de inteligencia, pero la verdad puede también encontrar otras formas de expresión humana, complementarias, sobre todo cuando se trata de evocar lo que entraña de indecible, las profundidades del corazón humano, las elevaciones del alma, el Misterio de Dios” (2500).

— “A menudo Jesús pide a los enfermos que crean. Se sirve de signos para curar: saliva e imposición de manos, barro y ablución. Los enfermos tratan de tocarlo «pues salía de Él una fuerza que los curaba a todos» (Lc 6,19). Así, en los sacramentos, Cristo continúa «tocándonos» para sanarnos” (1504; cf. 1503).

— “En su predicación, el Señor Jesús se sirve con frecuencia de los signos de la creación para dar a conocer los misterios del Reino de Dios. Realiza sus curaciones o subraya su predicación por medio de signos materiales. Da un sentido nuevo a los hechos y a los signos de la Antigua Alianza porque Él mismo es el sentido de todos esos signos” (1151).

— “La caridad y el respeto de la verdad deben dictar la respuesta a toda petición de información o de comunicación. El bien y la seguridad del prójimo, el respeto de la vida privada, el bien común, son razones suficientes para callar lo que no debe ser conocido, o para usar un lenguaje discreto. El deber de evitar el escándalo obliga con frecuencia a una estricta discreción. Nadie está obligado a revelar una verdad a quien no tiene derecho a conocerla” (2489).

— “El recto ejercicio de este derecho exige que, en cuanto a su contenido, la comunicación sea siempre verdadera e íntegra, salvadas la justicia y la caridad; además, en cuanto al modo, ha de ser honesta y conveniente, es decir, debe respetar escrupulosamente las leyes morales, los derechos legítimos y la dignidad del hombre, tanto en la búsqueda de la noticia como en su divulgación (IM 5,2)” (2494).

El hombre es oyente de la Palabra de Dios porque Dios siempre quiso comunicarse Él mismo y su Buena Noticia.