Hijo del mártir de Metán y de Dolores Silva y Zavaleta. Fue abogado, político y periodista. Nació en Tucumán el 3 de octubre de 1837 y llegó a la presidencia para gobernar la Argentina entre los años 1874 y 1880: se llamaba Nicolás Remigio Aurelio Avellaneda. Alguien dijo de él alguna vez: “todo fue muy rápido en su vida”. Y creo que no se equivocó. A los cuatro años ya había perdido a su padre dramáticamente. Adolescente se inició en el periodismo y a los 22 años se recibió de abogado. Cinco años después publicó su libro: “Estudio sobre las leyes de tierras”, referido al derecho de propiedad rural, y durante el gobierno de Domingo Faustino Sarmiento fue nombrado ministro de Instrucción Pública, con poco más de treinta años, desde donde sembró escuelas, a lo largo y ancho del país, y organizo la educación primaria obligatoria. A los 37 años, en 1874, al imponerse a Mitre en las elecciones, sucedió a Sarmiento en la presidencia de la Argentina y por primera vez un tucumano iba a acceder a la primera magistratura del país. Desde ese lugar continuó su labor educativa, favoreció la inmigración sobre todo la europea e impulsó la expansión y tendido de líneas férreas; de hecho, estuvo en Tucumán para la inauguración y llegada del tren desde Buenos Aires. Al final de su mandato ya no se lo veía bien físicamente. Cursó Avellaneda con una insuficiencia renal (grave) en esa época conocida como Mal de Bright o glomerulopatía degenerativa que hasta justificó una incursión hasta Europa buscando una solución. Pero esto fue en vano ya que en su viaje de regreso falleció en alta mar en el buque el Congo a los 48 años de edad. De neta cuna tucumana fue el argentino que llego más joven a la presidencia de la nación y todavía hoy detenta ese récord. Fue de aquellos que contribuyeron a engrandecer nuestro país, a pesar de que a los 4 años (el mismo día de su cumpleaños), el 3 de octubre de 1841 su padre Marco Avellaneda fue ejecutado con la máxima crueldad, decapitado y colocada su cabeza en una pica por varios días en la plaza Independencia de Tucumán. Toda su vida iba a celebrar su cumpleaños coincidiendo con el mismo día de la cruel ejecución de su progenitor. Sin embargo, lejos de portar un sentimiento revanchista y vengativo, iba a gobernar el país como un grande y un verdadero estadista. El 8 de junio de 1913 se inauguró en Plaza Alsina de la ciudad de Avellaneda en Buenos Aires, el monumento más hermoso que se hizo en reconocimiento a Nicolás Avellaneda, y que allí permanece todavía, obra de su comprovinciana Lola Mora (1866-1936). Un extraordinario conjunto de mármol que inmortalizó al gran prócer tucumano. El 12 de octubre de este año se cumplen 150 del inicio del mandato presidencial de Nicolás Avellaneda: nuestro homenaje de tucumano y argentino, con sano orgullo, al presidente constitucional, civil y que apostó sobre todo a la educación.

Juan L. Marcotullio

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