Sin ánimo de iniciar una disputa epistolar, creo que la lectora Hilda Cristina Ponce (carta 28/09) no es atinada al comparar el poder adaptarnos en una sociedad cambiante al uso del celular, a la adaptación a las  fiestas electrónicas. El temor a lo nuevo pasa pronto y la gente se adapta de una manera increíble. Sucedió con el celular, y las objeciones  originarias que en la escuela no, que los muy chicos no, que en determinados horarios no... pero  lo nuevo se impuso al temor, y la adicción se desarrolló en todos. Hermoso ejemplo  la película “No puedo vivir sin tí“, argentina y muy reciente. Puedo analizar que en la era de las comunicaciones, el celular tiene sus pro y sus contra, y que mientras comunica, incomunica. No sé que cause muerte... salvo en conductores que miran su pantalla y desatienden la conducción. Y está mal. Y está prohibido hacerlo. Fea la palabra “prohibir”, que en otras culturas quizás no la utilicen tan frecuentemente. Pero en la nuestra, donde la anomia reina espléndida y con infinitos seguidores, a veces lo” aconsejable” no se escucha, y debe prohibírselo, lo que no significa que sea cumplido. Sí, claro está, cuando las multas corren y los bolsillos duelen. Las motos, el casco obligatorio, el semáforo, la edad para conducir y tantos otros ejemplos. Y “no toco de oído”. Volviendo al tema inicial: no toco de oído cuando digo que los jóvenes, y los no tan jóvenes, consumen ¡Mucho! Quizás pueda no preocuparme por el no tan joven; quizás. Pero ¿Cómo no hacerlo por estos jóvenes casi niños que son “manejados” muchas veces e inducidos  a consumir? ¿Eso, por casualidad, no ocurre en estas fiestas en donde el negocio justamente es vender? ¿Les importa a los organizadores cómo va creciendo la violencia entre jóvenes ingenuos que creen poder, y se pierden? ¿No ocurren eventos lamentables al ingreso, durante, y al egreso de ese lugar? ¿Por qué la figura del patovica? ¿También ocurre en los “after” en domicilios particulares? Sí, es una realidad. Es una triste y casi inevitable realidad. ¿Educarlos? ¿Acaso no se los educó en instituciones educativas y en sus hogares sobre la droga, el alcoholismo, la educación vial y tantas otras cosas? Son educados mal aprendidos... porque igual siguen sin respetar. Los hay diferentes... esa juventud que es un tesoro y que se debe cuidar. Que estudia, trabaja, va a fiestas, disfruta sin sustancias extrañas, y vuelve a casa a salvo. Con mucho alcohol, tristemente, si uno es sincero. Pero si se la cuida, en este caso prohibiendo, en otras situaciones limitando,  cada vez serán más. Vuelvo a decir que apoyo al Gobernador. Tendrán que ver los que pierden el negocio, cómo hacerlo sin poner en riesgo a la juventud.

María Estela López Chehin  

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