Por Hugo E.Grimaldi
Aunque cerró la semana a toda orquesta con más buenas que malas, el resultado primario del huracán legislativo que sopló por estos días parece haber sido que Javier Milei no salió para nada indemne en términos de apoyo de la opinión pública, aunque haya logrado conjurar con lo justo el paso de su propio “Milton”. No lo consiguió, más bien lo contrario, pero la grave tormenta que sopló con mucha fuerza en el Congreso, no logró levantar por el aire la médula del programa económico libertario que se va construyendo día a día alrededor de un pararrayos protector: el equilibrio fiscal. Y al haber preservado la piedra basal del programa económico, eso le dio aire por otro lado.
Fue bien concreto ver el miércoles último que, sin tener una sólida cobertura legislativa y con el show de la notoria mala onda que él mismo suele oponer hacia la casta, los zurdos y la prensa, aunque con bastante habilidad para ir sumando socios, algunos más firmes y otros más circunstanciales, esta vez con 85 votos (Macri, gobernadores aliados, más votos propios y eventuales) el Presidente volvió a imponer en Diputados su criterio para que los gastos extraordinarios que había aprobado el Congreso no hagan mella en los números fiscales de este año, los que él tanto se ha decidido a cuidar aún a costa de las eventuales deserciones de gente que le tenía cierta paciencia.
El marco de la situación fue que el Gobierno no supo transmitir con precisión que si las universidades aceptaban las auditorías de fondos que aparecen flojas de papeles el tema podía conversarse y la oposición se hizo fuerte en instalar que el menor financiamiento universitario era un atentado hacia toda la educación pública y, en un extremo por demás delirante, hasta comparó la situación con la Noche de los Bastones Largos. Para darle letra a los menos informados, también se llegó a afirmar que los vetos no eran constitucionales y hasta se planteó que habría que moderar la emisión de los DNU, casualmente los dos temas a los que apela el Gobierno debido a su magro caudal legislativo.
Si al tema educativo se lo encolumna con el veto anterior, el de los jubilados, no es extraño entonces que las encuestas favorables al gobierno nacional se hayan empezado a desinflar cada vez a mayor velocidad en cuanto a los apoyos que el Presidente recibe de la gente. El resultado de la violencia de los actuales vientos se reflejó en algunas resistencias de parte de la sociedad, con silbidos en la calle hacia el mismo Milei o en piedras y huevazos contra libertarios notorios, como a Karina en La Plata o a Martín Menem en Río Gallegos de parte de militantes kirchneristas.
Los políticos siempre suponen que por cada adherente que se le fuga podría haber otros que se interesen. Si de perder el apoyo de la opinión pública se trata, hay que analizar la situación como si fuese una estructura piramidal, hoy tan de moda. La amarga experiencia financiera de San Pedro con los fondos orientales promocionados por actores polacos y por la sonriente señorita Lee siglo XXI, le han dejado a Milei algunas enseñanzas al respecto: es posible captar nueva gente, probablemente a mayor costo y sobre todo si se alinean los planetas políticos y económicos, tal como le ocurrió en la semana.
El sentido de un esquema Ponzi en política, con militantes que se van y son reemplazados por otros con más espalda es similar al otro diseño. En lo financiero, jugar a que sea el último quien “apague la luz” es sumamente arriesgado, pero no algo que parezca ilícito y de hecho, los bancos de todo el mundo actúan igual con sus clientes en la rueda depósitos-créditos, salvo que tienen por detrás un fuerte prestamista de última instancia, los respectivos bancos centrales, que se harán cargo. Y en política sería más o menos igual: “el público se renueva”, podría decir Mirtha Legrand y en eso mismo confía el Gobierno.
A todos estos estertores lógicos de cualquier desgaste, que elimina apoyos y agranda a los opositores, el mismo Milei le ha opuesto la ideología de la convicción, lo que le ha permitido surfear con bastante habilidad la ola de la política, tras haber conseguido sostener el veto a la Ley de Financiamiento Universitario. Parece ser que, sobre todo cuando algunas agoreras previsiones dicen que los vientos van a soplar cada vez de modo más inaudito para llevárselo puesto (y a sus políticas en primer término), el Presidente pareció agrandarse tras muñequear como el más hábil personero de la vieja política. El premio lo terminó consiguiendo el jueves con la revelación del Índice de Precios al Consumidor (IPC) en descenso.
Esos números, que siguen el indicador que más le gusta al Presidente, el de la inflación mayorista que en agosto dio 2,1%, parecieron hablar en el idioma de causa-consecuencia que él tanto defiende, a partir del cambio de paradigma que propugna: “equilibrio fiscal es no tener que emitir y sin emisión, los precios no suben”, suele decir. Si bien la inflación no es el principal problema que hoy acosa a la gente, estos datos bien pudieron arrimar nuevamente a algunos de aquellos desencantados al redil: 3,5% para setiembre, la cifra más baja desde noviembre de 2021 cuando fue de 2,5%; sólo se duplicaron los precios en los primeros 9 meses completos de su gobierno (101,6%) y la inflación interanual fue de 209% con respecto a igual mes de 2023.
Ver los gráficos en tobogán seguramente es un placer que muchos funcionarios se imponen todos los días, una zanahoria que los predispone para plantear una baja a 2% al mes para antes de fin de año, alineada con otras dos variables: la devaluación y la tasa de interés. En este sentido, el frente financiero también le dio al Gobierno la cuota de tranquilidad que necesitaba y probablemente una apoyatura más que sirva para serenar el ánimo de los más disconformes.
Por otra parte, en el marco de los fondos que ingresaron para el blanqueo, las Reservas se fortalecieron y las empresas privadas tímidamente empezaron a nutrirse de fondos, mientras las acciones y los bonos siguen hacia arriba. En tanto, el riesgo de la Argentina se acerca a los 1.100 puntos-básicos y algunos lo ven en 800, lejos aún de los países limítrofes, pero con un segundo round en ciernes: inversiones en el sector real, RIGI mediante. En tanto, la brecha entre los dólares comercial y financiero se sigue achicando porque por abajo la tablita no se mueve más de lo previsto, mientras que por arriba, en el mercado financiero, hay más ventas que compras.
Todo este panorama de distensión no pudo tener mejor cierre en la semana que la novedad que llegó desde el Fondo Monetario, la de haber reducido los intereses que cobra a sus miembros por los préstamos que les hace, incluidos los sobrecargos que pagan países con alto endeudamiento como es la Argentina. En este tema hay que recordar que la solicitud de rebaja fue presentada y defendida por Alberto Fernández (Cristina mediante) y fogoneada por Martín Guzmán, con el aval y la presión que pudo hacer también el papa Francisco. Desde ya que Kristalina Georgieva apoyó, pero el G-7 estaba duro y ahora lo acaba de conceder para todos, tras los nuevos reclamos que el gobierno actual siguió haciendo. Así, la Argentina se ahorrará U$S 3,4 mil millones.
El escenario que se presumía que iba a llevar a este alivio es el que habría impulsado al ministro de Economía, Luis Caputo a pergeñar una jugada casi de póker para ver cómo siguen de ahora en más las cosas con el organismo: “No decidimos aún qué vamos a hacer y en función de cómo evolucionen otras variables de la economía, pediremos o no un nuevo Programa con el objetivo de que haya nuevos desembolsos”, habló sin mostrar ni una sola de las cartas. Y se desentendió del tema más aún: “no hacemos política para los mercados, estamos enfocados en bajar la inflación, que es lo que más afecta a los que menos tienen. No nos movemos de esa línea”, tiró.
Como al pasar, volvió a asegurar que la salida del cepo será gradual o de shock y que eso va a depender de los fondos que se puedan recibir del FMI. En ese sentido, ató la posibilidad de iniciar esa negociación a la velocidad con que el equipo económico desarme los controles cambiarios. “No lo hemos decidido aún”, se desinteresó. Y abundó: “Para salir del cepo no nos ponemos fechas, sino condiciones y lo vamos a hacer cuando eso no genere ningún estrés en la sociedad y la economía”. Fue casi lo mismo pero, por suerte, no volvió a caer en el error de decir, como hace unos días, que “no tenemos plazos, sino objetivos”, una frase de triste recuerdo.
Traducción de la jugada: “¿ustedes nos piden que salgamos del cepo? Bueno, necesitamos un aporte extraordinario y si nos dan ese crédito lo vamos a hacer. Mientras tanto... no sabemos”. Y con el pucho entre los labios, Caputo siguió orejeando las cartas.