En un retiro espiritual las jóvenes del Colegio del Carmen, en Catamarca, tenían que responder una serie de preguntas. La respuesta que dio María Soledad a la consulta sobre un sueño fue: “ser amada”. Ella tenía 17 años y un amor imposible, quien sería su verdugo unos meses después de escribir eso.

El documental “María Soledad: El fin del silencio”, que se estrenó en Netflix, es una reconstrucción profunda y emotiva de uno de los casos de femicidio más resonantes en la historia argentina: el asesinato de María Soledad Morales en 1990. Dirigido por Lorena Muñoz, el filme narra no solo la violencia sufrida por la joven de 17 años, sino también la lucha incansable de sus amigas, su familia y la sociedad catamarqueña por encontrar justicia en un sistema que intentó encubrir a los responsables.

El 8 de septiembre de 1990, María Soledad salió con amigas a un boliche, pero nunca regresó a su casa. En el documental, una de sus amigas recuerda cómo María Soledad decidió no irse a dormir a su casa esa noche porque alguien más la llevaría. El lunes 10, su ausencia en el colegio generó alarma, y pronto se dio a conocer la terrible noticia: su cuerpo había sido hallado en un zanjón, brutalmente golpeado y abandonado. La comunidad escolar, encabezada por la hermana Martha Pelloni y las compañeras de la víctima, emprendieron una serie de marchas silenciosas exigiendo justicia, siendo pioneras en la acción colectiva de mujeres que buscaban erradicar la impunidad.

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A través de la lente de Muñoz, el documental revive esos días de angustia, los rumores que vinculaban a personas poderosas y el encubrimiento político que buscaba proteger a los culpables. Guillermo Luque, hijo del diputado Ángel Luque, fue señalado como el principal responsable, mientras que Luis Tula, entonces novio de María Soledad, fue acusado de ser quien la entregó. Si bien ambos fueron condenados (Luque a 21 años de prisión y Tula a nueve), el caso evidenció el profundo entramado de poder que intentó silenciar la verdad.

Las amigas de María Soledad, que en su adolescencia protagonizaron las 82 marchas en silencio, ahora, más de 30 años después, se reúnen para recordar a quien fue su compañera. En el documental, leen antiguos escritos de la joven, entre ellos, un deseo: “ser alguien en la vida”. La película recoge estos momentos con gran sensibilidad, destacando la promesa que todas hicieron: no descansar hasta que se hiciera justicia. La hermana Pelloni se convirtió en un símbolo de esa lucha, y su papel en la movilización de la sociedad catamarqueña marcó el comienzo de un activismo feminista en Argentina que continúa hasta el día de hoy.

Desde un punto de vista cinematográfico, la película presenta una sólida estética visual, acompañada de una narrativa que logra captar la atención del espectador. Los testimonios de las compañeras de María Soledad son emotivos, reflejan el dolor y la lucha de quienes se vieron afectadas por este trágico acontecimiento. Sin embargo, para aquellos que no están familiarizados con el caso, el documental puede sentirse limitado en cuanto al contexto histórico y social. La narrativa se mueve rápidamente a través de los eventos sin ofrecer un análisis detallado del entorno en el que ocurrieron, lo que podría dejar al espectador con una comprensión incompleta de la magnitud del crimen y sus repercusiones.

El filme hace uso de material de archivo, incluidas imágenes de las marchas de Ni Una Menos, conectando la historia de María Soledad con el contexto actual de lucha contra la violencia de género en el país. Es un recordatorio de cómo un caso en una provincia alejada del centro político del país logró derribar un gobierno y exponer las fallas de un sistema judicial y político que durante mucho tiempo operó bajo la sombra de la impunidad.

Si bien el documental se centra en los aspectos emocionales y en los testimonios de las personas cercanas a María Soledad, se podría haber profundizado más en el contexto histórico y político que permitió que el caso se prolongara durante años sin justicia efectiva. La película, sin embargo, no deja de ser un homenaje a la memoria de una joven cuyo asesinato sacudió a toda una nación, y a las mujeres que, desde el silencio y el dolor, impulsaron uno de los movimientos más poderosos en la historia reciente de Argentina.

Símbolo de lucha

A lo largo de los años, el caso de María Soledad se ha mantenido como un símbolo de lucha y resistencia, y este documental viene a consolidar su legado, recordándonos que las mujeres, en su reclamo por justicia, no solo han cambiado la historia, sino que continúan transformando la sociedad. El documental nos recuerda que la búsqueda de justicia, impulsada por el dolor y la indignación, no se detiene con una sentencia, sino que se convierte en un legado que inspira a nuevas generaciones a luchar por un país más justo.

Guillermo Luque y Luis Tula fueron sentenciados a prisión en un caso que reveló las fallas de un sistema que protegía a los poderosos. Luque, tras su condena, fue trasladado a varias instituciones penitenciarias, y su situación ha generado debates en torno a la justicia en Argentina. Por su parte, Tula ha mantenido un perfil bajo y, aunque cumplió su condena, su vida tras la prisión ha sido objeto de controversia, ya que algunos sectores consideran que el castigo no fue proporcional a la gravedad del delito.

Ambos hombres, que una vez fueron figuras de poder en Catamarca, representan no solo el fracaso del sistema judicial, sino también el reto que enfrenta la sociedad argentina para abordar la violencia de género. Las compañeras de María Soledad, quienes lucharon incansablemente por justicia, se convirtieron en un símbolo del activismo feminista en el país, empujando a la sociedad a repensar la violencia en sus diversas formas y a exigir respuestas por parte del Estado.

En conclusión, “María Soledad: El fin del silencio” es un documental que logra honrar la memoria de una joven cuya vida fue truncada de manera trágica, pero que, al mismo tiempo, deja un vacío en cuanto al contexto necesario para comprender plenamente la historia. La película invita a reflexionar sobre el pasado, pero también sobre la necesidad de seguir luchando contra la violencia de género en la actualidad, resaltando que la justicia no solo debe ser un eco del pasado, sino una exigencia constante en el presente.