Vive en Tafí Viejo este hombre que trajo al nacer ese don de la creación. Su nombre es Atilio Roberto, pero más se lo conoce, simplemente, como: Atilio. Es un pintor excepcional que, cada tanto, nos sorprende con las obras que produce. Y esas obras no se conforman con su pintura, sino que abarcan otras artes, como la escultura, la imaginación, la habilidad nata de su creador. Como taficeño, me siento obligado a decir que tenemos en esta ciudad un verdadero artista, así, con todas las letras. Y el municipio de Tafí Viejo aún no ha señalado esa inteligencia, ya que debería ser reconocido públicamente como lo que es, y realizar un reconocimiento a su persona, mostrando sus obras a ese infinito interés que recorre siempre los caminos de la cultura, en nuestra provincia y en otras latitudes. Entre sus obras, se puede apreciar, por ejemplo: la maquinaria desarrollada en la Plaza Mitre, donde se produce una elevación de agua y que hace girar un tambor que produce música, y que él construyó con mucho esfuerzo; también apreciamos la imagen de Cristo, construida con fracciones de espejos y que quien camina por la vereda puede dar unos pasos observando la imagen; y frente a la plaza, sobre la fachada de la Escuela Fray Cayetano Rodríguez, el artista construyó un mural con la imagen de María, lograda con tapitas de gaseosas de distintos colores; también, abarcando otro diseño artístico, en la fachada del Colegio de la Consolación, muestra la imagen de María Rosa Molas, fundadora de la Congregación de Nuestra Señora de La Consolación, lograda con el arte del mosaiquismo; otra obra digna de observar es la estatua de la Madre, en la plazoleta que lleva ese nombre, donde se observa a una mujer encinta; y quienes circulan por la Avenida del Perú, o Camino del Rey, puede observar el bebé por nacer en el vientre de la madre; también, haciendo gala de su arte pictórica, transformó el muro del Altar, de forma semicircular de la Parroquia de la Inmaculada Concepción, en tres planos que se recrean con imágenes celestiales, que transformaron la vista del antiguo Altar, embelleciendo ese espacio. Y tantas otras obras distribuidas en la ciudad. Y por ahí, al descuido, cuando uno pasa por calle San Martín al 500, donde está su taller, también nos sorprende temporalmente con la figura de Einstein pintada en su portón a la perfección, la que, de pronto, cambia con otra cara, como la de Newton, como la de la Nina Velárdez, que quedó en el pueblo como una leyenda, y luego otra figura, y otra, y otra y otra. Así es este hombre, voluntarioso, amable, que quiere a la gente y a las instituciones sin fines de lucro, tan es así, que un domingo armó un espectáculo en la plaza principal desde la mañana hasta la noche y, paralelamente, él pintó 1.000 cuadros, que los vendía por lo que le quisieran dar, lo que era donado a la Asociación de Bomberos Voluntarios de Tafí viejo. Es digno de un reconocimiento.
Enrique Julio Ortega
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