Hace tan solo 86 años, el 25 de octubre de 1938, ella pasó a la inmortalidad. Se internó en las frías aguas del Atlántico y de ahí en más se convirtió en casi una leyenda. Pocas personas alcanzan ese alto nivel de popularidad tal que baste mencionar solo su nombre de pila y que todo el mundo sepa de quien se trata. Eso sucedió y sucede con Alfonsina Storni. O simplemente Alfonsina. Mujer inolvidable. Una de las figuras literarias más destacadas de nuestro país. Poetisa y escritora, aunque poco conocida y poco leída en nuestras escuelas. Alfonsina nació en la Suiza italiana el 29 de mayo de 1892 en Sala Capriasca al norte de la ciudad de Lugano, pero a los cuatro años sus padres migraron a Argentina y se establecieron en San Suan en donde transcurrió su niñez. Posteriormente se mudaron a Rosario y allí atendieron una cafetería mientras su madre oficiaba de maestra. Su papá, alcohólico, falleció en 1906 y ella con tan solo 14 años se crio trabajando duro: como modista, actriz y maestra rural. En 1911 llego a Retiro, Buenos Aires, y allí al año siguiente fue madre soltera a los 19 años de edad naciendo su único hijo Alejandro. Mujer joven, inmigrante, con un hijo, con situación económica al límite y sin respaldo familiar en la gran ciudad. A pesar de todo con fuerza y resiliencia dio rienda suelta a su creación literaria. Publicó en la revista “Caras y Caretas”, se vinculó con escritores de la época como Amado Nervo, Gabriela Mistral, Juana de Ibarbourou y Horacio Quiroga y en 1915 publicó “El Dulce Daño” y en 1925 “Ocre”. Su obra era de gran calidad tanto que Gabriela Mistral (chilena y después premio Nobel de Literatura en 1945) la visitó en su casa y quedó impresionada por su inteligencia. Dijo de ella: “aparece una como Alfonsina cada 100 años”. Cada vez que se la cita uno no puede dejar de evocar el estribillo: “te vas Alfonsina con tu soledad” de la zamba con que la inmortalizaron el músico Ariel Ramírez, el escritor Félix Luna y la inconfundible Mercedes Sosa. En 1935 se le diagnosticó un tumor del que se operó, pero el cáncer continúo avanzando y paso por periodos depresivos hasta que con 46 años tomó una trágica decisión estando en la ciudad de Mar del Plata: de madrugada el 25 de octubre de 1938 se internó en las aguas de la playa La Perla. Ella se había hospedado en una pensión de las cercanías donde había dejado escritas cartas para su hijo Alejandro y su amigo y escritor Manuel Gálvez. Por la mañana dos obreros encontraron su cuerpo flotando a 200 metros de la costa. Fue enterrada en el Cementerio de la Recoleta. En 1963 fueron trasladados sus restos al Cementerio de la Chacarita donde se erigió un monumento a su memoria. Dos días después del trágico suceso, el diario “La Nación” publicó la última creación poética de Alfonsina: voy a dormir y que ella envió desde el hotel. La primera estrofa rezaba así: “dientes de flores, cofia de rocío” “manos de hierbas, tú nodriza fina” “tenme presta las sábanas terrosas” “y el edredón de musgos encardados”. Su único hijo, Alejandro, fue muy longevo. Falleció en el año 2009 con 96 años de edad. Fue, con sano orgullo, el hijo de Alfonsina: una mujer que ya forma parte del patrimonio cultural de nuestro país.

Juan L. Marcotullio                        

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