“Es clave entender lo que pasa en esta transformación digital de la vida a nivel individual y social, saber leer la cartografía de los vínculos generacionales y establecer un lugar que le sirva a los estudiantes, docentes y las familias. Lo nuestro es la investigación de las tecnologías digitales y artificiales, generar conocimiento y comunidades de aprendizaje. Construir espacios de aprendizaje donde circule la escucha”, dice Ezequiel Passeron, cofundador de Faro Digital, la organización nació en 2015 en Buenos Aires con un modelo de “trabajo federal” que, a través de la virtualización, estableció lazos en Latinoamérica y España, en particular en Barcelona.

El nombre de la organización es considerado por Passeron como una metáfora casi explícita. “Lo que hacen los faros, los doce segundos de oscuridad como dice la canción de Jorge Drexler y el parpadeo y la luz, es para que no te choques contra la piedra… no para decirte por dónde debes ir”, dice. Como director de equipos de Educación y Comunicación, dice que procuran “no bajar línea” en un momento donde cualquier plataforma parece estar atravesada por la dinámica de la confrontación. Si uno va a la web de Faro Digital se encontrará con una variedad de proyectos educativos basados en el modelo de partners y talleristas en el mundo digital.

-¿Qué cambios advierten hoy en la educación?

-En las escuelas hay mucha problemática social, debido a que cada vez pasamos más tiempo en territorios digitales. Es un lugar que habitamos y donde construimos sentido de la vida, de interacción con la información, que impacta nuestra subjetividad. Lo que se evidencia desde las escuelas es una falta de acompañamiento de la figura del Estado, sumado a situaciones de violencia que puede venir de los hogares que se espejan en las escuelas. En los momentos de crisis se ven mucho más las costuras. Por eso nuestro rol ctiene más demanda. El signo de pregunta es la gran herramienta que usamos.

-La digitalización de la vida cotidiana ha ensanchado la brecha generacional…

-Los jóvenes están cada vez más solos. Cuando ponemos la oreja nos damos cuenta de cuánto necesitan hablar de sus propias culturas digitales, de sus usos y costumbres. Faltan vínculos. Que nos tomemos tiempo y espacio en las escuelas. Estamos rodeados de tecnología y aparecen problemas puntuales como las apuestas online que este año explotaron. Los docentes nos indican que hay chicos que piden ir al baño para chequear las apuestas y tienen problemas de ansiedad. Es algo que tiene que ver con la monetización de los imaginarios y las subjetividades. No solo en los chicos sino también en los adultos. El concepto de que la plata se tiene que mover y no puede estar quieta, y empiezan a aparecer discursos sociales que tienen que ver con “si querés, podés”; “si sos gordo es porque querés”; entonces si pagás este curso podés ser tu propio jefe, disponer de tus horarios y lo único que tenés que hacer es generar reuniones.

-El modelo de estafa que vemos a diario en las redes…

-Hay un usuario de Twitter (@maxiflirtman) que se encarga de desenmascarar este tipo de maniobras en las redes. Lo denominó la ponzidemia. Se capta mucho a pibes y pibas en una economía mega deprimida. Todo lo que no sea lento o pausado, y que no requiera esfuerzo, es lo que hoy prima. Velocidad e instantaneidad. Plata fácil. Estamos describiendo un problema que tiene que ver con la lógica con la que fue pensado lo digital. Lo digital en el libro de Alessandro Baricco The Game (2019, editorial Anagrama) lo entendés fácil. El valor es el movimiento. Todo lo que sea voz autorizada está roto. Navegamos sobre la superficie, dice Baricco. Pocas veces buceamos en la profundidad. Es una transformación muy grande del mundo que afecta todas las tecnologías anteriores. La escuela es una tecnología, el Estado es una tecnología, la pedagogía también. Las tres están en jaque por la digitalización de la vida cotidiana, por priorizar el movimiento.

-¿Creen que la profundidad y la calidad también se han visto afectadas?

-Nosotros no somos nostálgicos ni apocalípticos con las tecnologías. Cito a María Elena Walsh: “quien dice que todo tiempo pasado fue mejor no fue ni mujer ni trabajador”. Baricco se pregunta de qué nos estábamos escapando para haber adoptado con tanta facilidad estas tecnologías. Él hace un ejercicio acerca de quiénes fueron los abuelos de los que diseñaron este mundo digital. Primero está el plano individual. Yo como usuario de la Mátrix, no quiero no tenerlos; amo internet, me parece espectacular la disponibilidad de la información y la exigencia de curaduría que te hace. Si vamos ahora a la IA, decimos todo es fácil pero, en realidad, la máquina es un desafío para el pensamiento crítico: no cualquiera puede usar y sacar provecho a esa tecnología. Hace falta de deconstruir el concepto de que todo avance técnico es progreso y mayor bienestar. No me gusta mucho el término de brecha digital porque en realidad hablamos de desigualdades socioeconómicas históricas. Ponemos un neologismo cuando en verdad es desigualdad pura y dura. Internet no ha reducido la desigualdad.

-¿La discrepancia ideológica y el efecto contagio de usuarios…?

-Lo vemos mucho en nuestros talleres y hacemos publicaciones, nunca bajando línea sino que procuramos generar una comunidad de aprendizaje donde estamos todos pensando juntos y juntas sobre la cuestión.

-Si dices Juntos y Juntas….uno de los bandos te va a saltar indefectiblemente…

-Claro, por eso es interesante pensarlo como territorio social que hay que habitar y ocupar, y hacerse cargo. Debatirlo. Twitter (me niego a llamarle X) siempre ha sido un lugar de charla de bar donde nos atrevíamos a ser más picantes y ácidos. Ahora está transformado, hay cambios en los algoritmos; ves lo que te va a enganchar. Está demostrado que el odio y la violencia generan mucho engagement. Hace que te quedes y te refuerza el tiempo de pantalla. Son empresas que al final ganan más plata cuando más tiempo estamos. Es cierto que los discursos de derecha son mucho más eficientes con la lógica de las plataformas digitales porque el odio se comparte más que la paz, por decirlo de alguna manera. Una noticia falsa se comparte siete veces más que la rectificación.

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