El alboroto de algunos niños en “la noche de Halloween” el jueves pasado, me trajo a la memoria una celebración que hacíamos los niños de mi barrio los días de carnaval, cuando más o menos una decena de niños acudíamos a mi padre, que era pintor, letrista, fileteador y dibujante, para que nos disfrazara y nos pintara de indios para luego salir casa por casa a cantar y bailar canciones que él nos enseñaba. La mayoría de las canciones eran chacareras, zambas y otras más del folclore argentino, acomodadas al ritmo que él les imponía. Lo único que poníamos nosotros eran un palo de escoba, un silbato, y uno que otro de los supuestos armamentos que usaron los salvajes. Como siempre, el diablo era el gran atractivo, y los chicos no pasábamos de los 12 años de edad. Una de las canciones favoritas del grupo y de mi padre, era la famosa chacarera titulada “Añoranzas”, que nosotros la interpretábamos de esta manera: “Cuan-do salí de Santia-go, todo el camino lloré” decíamos golpeando el piso con el palo de escoba al unísono con el silbato que, con ritmo especial, sonaba así: “Prrr, prrr, prrr, prrr, prrr”. Obviamente, por esa actuación recibíamos un pago, que eran las moneditas que los dueños de las casas en las que cantábamos, tiraban al centro de la rueda que hacíamos los indios, para luego repartírnoslas en partes iguales.
Daniel E. Chavez
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