El régimen recaudatorio argentino en materia de contravenciones de tránsito parece más inspirado en las teorías de Freud que en los manuales técnicos sobre cómo implementar normas viales para reducir infracciones y accidentes. Da la impresión de que los recaudadores están más interesados en explotar las tendencias psicológicas humanas, aunque solo con fines recaudatorios. En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en el Km 2.4 de la autopista Dr. Arturo Illia, existe un telepeaje que, además de cumplir su función básica, actúa como un verdadero “cazabobos”. Los conductores del interior del país, poco familiarizados con las constantes modificaciones que los burócratas imponen en la ciudad, caen en una trampa de la que no pueden escapar. En ese tramo de la autopista, pasar por el telepeaje es obligatorio, lo que convierte a estos viajeros en infractores involuntarios. Más tarde, reciben la boleta con la foto de su vehículo y los detalles de la “contravención”, junto con toda la información para realizar el pago. Los recaudadores son minuciosos al enviar esta información, pero parecen desinteresados en difundir de manera efectiva los datos preventivos. Este tipo de infracción forzada va más allá de las clásicas “cazabobos”, ya que en este caso no existe forma de evitar la “falta”. No basta con prestar atención al cartel que advierte “solo telepeaje”, dado que en esa ubicación el conductor, que no lo posee, no tiene alternativa más que pasar y cometer la “infracción”. Considero que este procedimiento recaudatorio infalible no debería llamarse “cazabobos”, pues supera ampliamente esa categoría. Propongo, en cambio, llamarlo “emboscada recaudatoria”.
Jorge Ballario
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