VALENCIA, España.- Lejos de los barrancos y el barro de los pueblos del interior de Valencia arrasados por las inundaciones, la búsqueda de decenas de desaparecidos se ha extendido a los paisajes de la Albufera, y al mar y las playas mediterráneas.

El diluvio del 29 de octubre, que dejó en pocas horas 770 litros de agua por metro cuadrado, bajó con enorme fuerza por la rambla del Poyo y otros torrentes normalmente secos, arrasando todo a su paso para acabar en la laguna de la Albufera y en las desembocaduras de los ríos Turia y Júcar.

Según la prensa local, entre las cañas de una playa, unos transeúntes encontraron a una víctima de las riadas. Otras dos personas fueron halladas en playas, según los medios españoles.

El oficial Álvaro Carrillo, buzo de la Armada española, es uno de los que, con una veintena de compañeros sale en lanchas del embarcadero de Pujol a rastrear parte de las 2.700 hectáreas de agua de la laguna de agua dulce de la Albufera. Son aguas poco profundas, metro o metro y medio, y están más turbias de lo normal por lo que han arrastrado las lluvias que dejaron más de 200 muertos. Allí hay muebles, coches, cañas y quizás personas.

La poca visibilidad es lo que más complica la tarea, explica Carrillo, del Centro de Buceo de la Armada, con traje de neopreno y listo para trabajar “hasta que lo permita la luz del día”.

En la zona de la catástrofe también trabajan buzos de los bomberos de Valencia y de la Guardia Civil. El Comité de emergencia anunció que están usando georradares y batimetría, con la que se puede cartografiar el fondo.

Las pérdidas sin fin de la tragedia de Valencia

La laguna de la Albufera es el corazón de un gran parque natural al que pronto llegarán miles de aves a pasar el invierno, pero históricamente proporcionó sustento a las poblaciones de su entorno gracias a los arrozales, la caza de patos y la pesca, temporalmente prohibida por la riada.

A su alrededor florecen  restaurantes que ofrecen paella y un paseo en barca al atardecer. En una esclusa que separa la laguna del mar, los bomberos pelean para retirar unas cañas que impiden cerrar una compuerta y permiten que lo que hay en la Albufera se vaya al Mediterráneo.

Playas cerradas y cementerios colmados

“Es triste, pero lógico que busquen aquí”, explica José Torrent, un jubilado valenciano que suele venir a pasear por estas marismas, que hoy no tienen un aspecto muy diferente al de antes de la tragedia, acostumbradas a digerir el agua que les llega, ensanchándose y elevando el nivel. “El daño se percibe es en las redes de los pescadores”, explica Gregorio Ortega, de 66 años.

Al este de la Albufera, separada por un brazo de tierra, está la playa de El Saler, a la derecha de la desembocadura del río Turia. Allí, entre cañas que las mareas han repartido por el arenal, unos funcionarios municipales izan la bandera roja para que nadie se bañe como en otras playas de Valencia.

La cantante Rosalia se sumó a los voluntarios de Valencia para ayudar a los damnificados

Otro problema surgido de la brutal inundación está a las puertas de los cementerios, cuya capacidad de dar sepultura a los vecinos fallecidos en las inundaciones está colmada.

La justicia ha autorizado ya la entrega a los familiares de los cuerpos de más de 80 fallecidos de los 219 que dejaron las catastróficas lluvias de la semana pasada. Sin embargo, cementerios como el de Catarroja o el de Massanassa, dos municipios lindantes muy dañados, acumulan fango y escombros.