Cuando una tecnología impacta en un proceso cultural no lo hace solamente por sus características técnicas. Es decir, un dispositivo como el celular no es nada hasta que no hacemos algo con él; y a medida de que lo incorporamos a nuestra rutina transformamos nuestro vínculo técnico y principalmente social. Adoptamos sus características, lo manipulamos, hacemos un uso creativo de él; pero su éxito depende en gran medida de cómo transformemos nuestro lugar en el mundo a partir de su presencia. Una tecnología como el móvil reconfigura la manera en la que nos comunicamos, pero también el modo en el que nos relacionamos unos con otros. Puede ser algo tan complejo como internet o algo tan banal como un meme. Ambos transforman nuestra percepción de las cosas, nuestros diálogos, nuestro humor.

Cada tanto irrumpen estas tecnologías y nuevos medios, pero otras veces simplemente se reciclan. Y esas transformaciones vuelven a tomar una dimensión importante que hasta pueden impactar en un proceso tan complejo como una elección presidencial. Reconvertidos, toman elementos de una etapa anterior para adaptarse a un nuevo escenario con otros sujetos que reconocen su atractivo o utilidad.

Algo de eso pasa con los podcasts; sobre todo en algunos lugares, como Estados Unidos, lugar en el que dicho formato ha penetrado niveles de audiencias inéditos después de la pandemia, momento clave de su expansión. Los podcasts retoman la lógica de la radio, uno de los medios masivos más antiguos, pero se renueva de la mano de las redes sociales, sus conductores y la interacción de los usuarios.

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Según los últimos datos de Statista, aproximadamente el 70% de los consumidores estadounidenses escucharon podcasts durante el año referido. Hace 10 años, ese porcentaje era de un 30%, por lo que supone un importante incremento de audiencia en la década. Los temas son diversos, hay de salud, cultura, deportes, pero los podcasts con temas políticos adquirieron una relevancia tal que en el último año se convirtieron en el lugar elegido por los candidatos presidenciales para llegar a nuevas audiencias, sobre todo las más jóvenes.

La elección de los candidatos de los podcasts, o shows, ha sido casi quirúrgica. La vicepresidenta Kamala Harris apareció “Call Her Daddy”, “All the Smoke” y “The Howard Stern Show”. El primero de ellos -conducido por la joven Alex Cooper- ha sido el de mayor impacto. Su podcast no es un espacio político. Allí se habla de sexo, de moda, pero también de los derechos de la mujer. Y ese fue el principal motivo por el que la demócrata había asistido. La conductora de 30 años fue la anfitriona para que Harris pudiera hablar de un modo más relajado y por fuera de la agenda a la que estaba acostumbrada en su campaña. El objetivo era llegar a la mayor cantidad de votantes mujeres en un lugar de gran exposición.

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Trump también eligió espacios en los que ya no tenía que convencer votantes, sino por el contrario, hablarle a una audiencia cercana a sus ideas para consolidar dicho voto. Por eso eligió “The Joe Rogan Experience”, “Impaulsive”, “This Past Weekend w/ Theo Von”, “Flagrant”, “Six Feet Under with Mark Calaway”, entre otros. Conducidos por personalidades outsiders de la política, estos shows lo acercaron a hombres jóvenes, y el más famoso fue, sin dudas, el conducido por Joe Rogan. Su podcast es el más popular en Spotify, con más de 14 millones de seguidores.

Parecidos a los podcast

Los podcast en Estados Unidos son más parecidos a lo que en la Argentina estamos presenciando como el fenómeno del streaming, ya que la mayoría de ellos son también transmitidos en formato de video. “El método Rebord”, de Tomás Rebord; “La Cruda”, de Migue Granados o “Caja Negra”, de Julio Leiva; podrían ser los más parecidos a estos programas norteamericanos, con entrevistas largas, íntimas y distendidas. Por eso pueden servir las estadísticas de Youtube para comparar entre el show de Rogan y el de Cooper con el objeto de tener una dimensión de cómo han impactado las apariciones de los candidatos. A la fecha de hoy, la entrevista con Trump tiene más de 47 millones de reproducciones, mientras que la aparición de Harris alcanzó las 800.000 reproducciones. Una diferencia abismal.

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Un podcast no ayuda a ganar una elección. Sin embargo, para estos comicios fue uno de los espacios protagónicos, donde los candidatos intentaron mostrar otro perfil. Pero mucho antes de que llegaran los intereses políticos, estos formatos ya habían cultivado una audiencia que, lejos de los prejuicios, tiene tiempo e interés para escuchar una conversación, una historia, sea de derecha o de izquierda. La profundidad de una narrativa todavía nos seduce y, como los números lo evidencian, con cifras millonarias.