Se nos fue el último gran personaje de nuestras calles tucumanas. ¿Quién no vio a ese ser humano lleno de simpatía y elegancia, ofreciendo su exquisito producto? Un vendedor ambulante impecable en su vestimenta, de traje, moñito y un clavel en su ojal, respetuoso a más no poder. En vida fue una atracción turística; los visitantes compraban sus ricos cubanitos repletos de dulce de leche y se sacaban fotos con él; según su decir tenía una cantidad diaria de 50 únicos productos que vendía, servidos en una brillante bandeja, con guantes límpidos y tal higiene te obligaba a comprarle. Carlos Oscar Rojas trabajó toda su vida, desde una cortada de ladrillo y mozo hasta empezar con los cubanitos. Como toda leyenda, estas personalidades nacen y mueren en silencio; una cada mil trasciende en el tiempo y a Carlitos “El Cubanitero” por más que ya no lo podamos ver, su presencia en forma simbólica, por un gran tiempo, seguirá entre nosotros. ¡Gracias, “gentleman” de las ventas callejeras! Vuela alto; te vemos montado en un dorado gran cubanito, repleto de dulzura y elegancia; ya descansa en paz, te extrañaremos. Demasiado caminaste y nos dejaste una gran enseñanza: “querer es poder”.
Francisco Amable Díaz
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