Por Mario Flores

Los veintiocho poemas breves que conforman el conjunto de “Vida que se ahonda en la carne”, segundo libro de Franco Toledo (Mendoza, 1996), conviven entre fotografías en blanco y negro de aves nativas, paisajes otoñales y construcciones en proceso. “La luz que da vida al ser contiene una oscuridad aún mayor”, afirma, con la sentida búsqueda de narrar la tensión entre lo efímero y lo eterno, lo humano y lo mágico. Esa misma tensión se revela en la estructura lacónica de versos que operan en lo íntimo pero también en lo universal. Se habla de pájaros profetas, de rosas alucinadas, de pájaros de la primavera. Lo natural está presente, pero desde un costado ancestral y oculto, ya no desde la pasividad bucólica que ubica lo naturalista en lo inamovible: “El pájaro profeta sabe del augurio de la muerte / las sombras quieren astillar sus alas”.

P: Se menciona en los poemas ese momento (tal vez el momento de la escritura) en que la voz interior se enfrenta a bellezas sutiles, bellezas crueles y bellezas turbias. ¿Cómo se trabaja la palabra en contacto con el afuera, que se revela sutilmente o cruelmente; cómo se escribe esa perspectiva de la visualización?

Creo que la palabra, en mi caso, se trabaja en relación a la percepción de las cosas. Y también a partir de la tradición del simbolismo francés. Estoy de acuerdo con esa frase célebre de Rimbaud en que el poeta se hace vidente con un desarreglo de los sentidos.

P: Los poemas de este libro tienen dos grandes movimientos: uno que va por los tópicos clásicos de la poesía (la soledad, las musas, copas y vinos, la muerte y los espejos), pero también un desplazarse por elementos naturales y ocultos (presagios y conjuros, rituales y augurios). ¿Cómo se escribe esta relación entre lo bucólico y lo mágico; qué papel juegan en la poesía el estado actual de la naturaleza?

Yo pienso que lo mágico acontece en la realidad, es parte de las personas y de las situaciones que podemos presenciar pero que tendemos a descartar. Creo que es un libro clásico a mi parecer. Hay una cuestión intimista, que  está ligado intencionalmente que apunte a una cuestión universal, por eso los tópicos  que mencionas, como la muerte, los espejos, la soledad, el tiempo y la locura.

Las fotografías interiores, en blanco y negro, muestran aves y ramajes, pero también fotos del autor; hay ahí una consciente exposición. ¿Es la figura del autor algo que debemos ver en la integración del montaje de los versos?

Quería agregarle un concepto estético en relación a los poemas y jugar con mi imagen.

Todos los poemas de “Vida que se ahonda en la carne” son breves, carillas únicas en un libro tamaño bolsillo. Esa brevedad, esa construcción de fórmulas concisas, ¿qué trabajo de escritura y reescritura proponen, desde la extensión mínima para ejercitar sueños y pinturas, canciones y coloridos?

Trato de ejercitar una mirada microscópica en relación a la lírica, por eso los poemas son cortos, también me llama la atención la brevedad que puede tener un haiku y sin embargo no perder la fortaleza. También pienso que la reescritura ya no es mía sino del lector. Hay un sentido detrás de los poemas y un posicionamiento ante la realidad. Yo no soy muy devoto a que cualquier cosa que se escribe es poesía o arte, pero bueno, no creo tampoco que mi mirada sea importante.