Desde su estreno en los cines hace un par de meses, “La sustancia”, película dirigida por Coralle Fargeat y protagonizada por Demi Moore y Margaret Qualley, se mantiene entre las más vistas (muchos especulan que podría valerle un Oscar a Moore por su interpretación). Las escenas de horror corporal espantan a algunos, es cierto. Tanto que hasta se retiran de la sala antes de tiempo. Pero otros devoran tranquilamente sus pochoclos mientras parecen disfrutar de “la experiencia cinematográfica más enfermiza del año”, como la calificó un crítico.
Sexualmente hablando: un ejercicio para la eyaculación precozEl argumento sigue la historia de Elisabeth Sparkle, una celebridad quien, el día de su cumpleaños, es despedida de manera cruel de su trabajo como presentadora y entrenadora física en un programa de televisión. Harvey, el repugnante productor -interpretado por Dennis Quaid- toma la decisión de deshacerse de ella a causa de su edad (“A partir de los 50, todo se acaba”, sentencia).
Deprimida y sola, decide experimentar con una droga que consigue en el mercado negro y que le promete crear su versión más joven y atractiva. Así, luego de una serie de sueros y estertores, emerge como un Alien la hermosa Sue. Pero los problemas y desajustes físicos no tardan en aparecer, por no hacer caso a la advertencia de mantener el “balance” entre ambas experiencias.
Elisabeth y Sue empezarán a despreciarse mutuamente y se convertirán en enemigas acérrimas, opuestas en sus hábitos, rencorosas, vengativas, autodestructivas a fin de cuentas y de la forma más atroz. En gran parte por ignorar aquello que la atención al cliente le recuerda una y otra vez: no son dos… son una sola. Dos aspectos de una misma persona.
Aunque de manera menos grotesca… ¡con cuánta frecuencia también nosotros nos negamos a reconocer algunos aspectos propios! ¡Cómo nos cuesta integrarlos, cuánta energía gastamos en mantenerlos a raya! Nos resulta difícil admitirlo: sí, esto también soy yo. Celos, envidias, inseguridades, temores, partes de nuestro cuerpo que calificamos como “feas”, ciertos deseos, fantasías… son algunos ejemplos de lo que integra esa “sombra”, que tan bien describió Jung.
Sexualmente hablando: el cuidado de las plantasSe ha dicho que, al menos potencialmente, somos TODO: aquello con lo que nos identificamos… y también su opuesto. Y aunque esto quizás genera inquietud, al mismo tiempo puede ser liberador, en el sentido de cuestionar la pequeña historia que nos contamos acerca de nosotros y que tantas veces nos produce sufrimiento.