La otra noche en un sueño visité la vecindad y el ambiente no era normal, se notaba que algo había ocurrido. Doña Florinda era abrazada por el Profesor Jirafales y juntos contenían a Quico. Ron Damón y la Chilindrina parecían una sola persona del tremendo abrazo que se daban, mientras la Bruja del 71 acariciaba la eterna gorra de su Roro. El señor Barriga envolvía con sus brazos a un Ñoño inconsolable. Y Don Jaimito, el eterno cartero cansado, lloraba a mares, mientras desde el barril se oía al Chavo lloriqueando. El Chómpiras y el Peterete, lejos de hacer su oficio, estaban muy quietos en un rincón cerca del pasillo que unía los patios. Un poco más allá Lucas y Chaparrón Bonarparte, ya no tenían esos diálogos genialmente inverosímiles. El Doctor Chapatín, trataba ayudar a los eventuales vecinos desmayados, aunque le “daba cosa”. Y el Chapulín se preguntaba, “¿y ahora quién podrá ayudarnos?” En ese momento me desperté pensando que había tenido un sueño de locos y recordé que el 28 de noviembre se cumplieron 10 años del fallecimiento del gran Chespirito, el pequeño Shakespeare mexicano, que les dio vida a tantos personajes amados de mi infancia.

Marcelo Daniel Castagno  

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