Desde 1977, 19 clubes han ganado la Liga Tucumana. La Primera “A” es un torneo complejo debido a las dificultades presupuestarias, infraestructurales y de seguridad. Sin embargo, ese conjunto de obstáculos no detiene la aspiración de los equipos de alzarse con la corona provincial. Los 58 participantes liguistas (el año próximo se sumarán 10 más) sueñan con gritar campeón, al menos una vez en su historia futbolística. ¿Por qué esa obsesión? Por la sensación de gloria, la expansión del palmarés o, en el caso de los representantes del interior, el orgullo que sienten por su localidad. La “periferia” también quiere demostrar que está a la altura de las grandes ciudades como la capital, Banda del Río Salí o Concepción.

Uno de esos momentos históricos ocurrió hace 25 años, cuando Garmendia FC se consagró campeón del Anual. Fue el primer club de Burruyacu en lograrlo. La historia del “Rojo” comenzó en 1995, cuando modificó el nombre de la institución (antes se llamaba Social y Deportivo Garmendia) y se consolidó como el gran representante del departamento del noreste. Tres años después, llegó a su primera final de la Liga frente a Argentinos del Norte. Sin embargo, el desenlace no fue el esperado: perdieron 8-2 en el global de la serie. El golpe fue durísimo, pero también una lección valiosa para afrontar los desafíos que vendrían.

“La clave fue no desarmar el grupo”, aseguró Dardo Mendoza, exvolante y referente de aquel equipo dirigido por Roberto Ruiz. “Ruso”, como lo llamaban, era oriundo de la zona y tenía un fuerte sentido de pertenencia. Soñaba con darle una alegría a su pueblo. “Jugar para el club era un orgullo”, indicó.

La revancha llegó al año siguiente. Aunque en esta ocasión el rival a vencer era Sportivo Guzmán. Los “Julianos”, para ese entonces, solo habían conseguido un campeonato en su historia –el de 1990-. La ocasión era ideal para sumar una nueva copa a las vitrinas de Juramento y Juan José Posse. El delantero Enrique Chamorro, el extremo Julio Caldes, el volante Daniel Vázquez, el arquero Roberto D’Andrea y el mediocampista Juan Lucena se presentaban como las grandes figuras del equipo del experimentado Luis Benito Sosa. El DT era reconocido por el ascenso a la B Nacional de Atlético en 1987, un hecho histórico para el “Decano” -murió en 2018, a los 79 años-.

La final de ida

Todos estos condimentos hacían que la final tuviera un tinte especial. La ida se disputó el sábado 16 de octubre en el estadio Humberto Rizza. El partido comenzó casi sin ocasiones. Sportivo carecía de ideas, mientras que Garmendia se mantenía ordenado y evitaba cometer errores. Sin embargo, el marcador no se mantuvo inmóvil. Se abrió a los 39 minutos del primer tiempo gracias a una pelota parada. Mendoza asumió la responsabilidad en un tiro libre y marcó el 1-0 a favor de los burruyacuenses.

“Fue una sensación increíble porque soy hincha del club”, expresó el mediocampista. Hoy, el volante forma parte del equipo Senior de San Martín y sigue ligado a la actividad deportiva tras su retiro. Además, según contó, trabaja como empleado público en la comuna de Garmendia. “Es el mayor logro de mi carrera deportiva”, opinó.

Seis minutos después, Darío Padilla estiró la ventaja a favor del “Rojo”. El delantero, por aquellos años, había llegado como uno de los refuerzos para la instancia final de la Liga. Llegaba procedente de San Martín y buscaba continuar con actividad para superar una suspensión que le habían dado en el Nacional B. “Llegué a préstamo porque tenía cinco fechas de sanción”, contó. El ex “Santo” reconoció que se sorprendió por el nivel que tenía el equipo. “Estábamos equilibrados en todas las líneas”, dijo.

Por aquellos años, el atacante se dedicaba a la fotografía y estudiaba educación física. Lo curioso es que, en la actualidad, su vida dio un giro de 180°: se convirtió en comerciante y es dueño de varios locales en Alderetes.

En los cinco minutos adicionales de la primera mitad, Chamorro anotó el descuento para mantener a los “Julianos” en partido. Estos habían sido sorprendidos por los goles de Garmendia. “Fuimos superiores desde el juego en ambos partidos. Tuvimos muchas chances, pero no las concretamos”, comentó el actual presidente de Sportivo.

Ese gol levantó el ímpetu de los locales. A seis minutos del inicio del complemento, empataron el encuentro gracias a un remate de Caldes, quien actualmente es técnico de Amalia. A partir de ese momento, el arquero Romero se destacó como figura al desactivar varios disparos peligrosos de los atacantes de Sportivo.

Tras el vendaval de llegadas, Garmendia se acomodó y selló el 3-2 definitivo con un gol de Marcelo Carugatti. “Llegué porque quería más continuidad”, recordó el delantero, quien había hecho inferiores en San Martín y había tenido un breve paso por Concepción FC.

El atacante recordó que se mudó a Garmendia junto a Padilla y César Ruiz. Sin embargo, su estadía en Burruyacú fue breve. “Me quedé un par de meses porque después me salió el trabajo en la Caja Popular, aunque nunca perdimos el contacto. El 22 nos vamos a juntar para compartir un asado por los 25 años”, comentó.

Al finalizar el encuentro, el DT de Garmendia, Ruiz, lanzó una serie de críticas contra el arbitraje de Osmar Costilla debido a los minutos adicionados: cinco en el primer tiempo y nueve en el complemento. Por su parte, Sosa, el entrenador de Sportivo, aceptó que la derrota se debió a una serie de errores propios cometidos por su equipo.

La vuelta

El partido definitorio tardó 14 días para concretarse. Si bien estaba programado para el sábado 23, no se llevó a cabo por una presentación de Sportivo, en la que alegó que la cancha de Garmendia no tenía las condiciones para alojar el duelo. “Los estadios deben tener facilidad de accesos para los aficionados, y Garmendia no reúne ese requisito básico. Tiene una entrada, una tribuna y no posee una cerca divisoria para los hinchas”, había declarado Jaime Katz, el ex presidente del “Juliano”.

Esta postura hizo que se analizase la posibilidad de que el partido se juegue en la cancha de Atlético Concepción, pero debido a los incidentes en las semifinales se desistió la posibilidad. “Hubiese sido una barbaridad”, había comentado Oscar Zelaya, integrante del Comité de Seguridad Deportiva de la Nación. Frente a este panorama, las únicas opciones disponibles eran San Martín y Atlético, pero la posibilidad de que proliferasen eran mínimas.

A eso se sumó un conflicto entre la directiva de la Liga Tucumana con el Sindicato de Árbitros de la República Argentina (SADRA) por algunas deudas que se acumularon de los partidos del ascenso.

También existió un conflicto con respecto a la designación del árbitro. En principio, la terna estaba compuesta por Dalmacio Espinoza, Ramón Mendoza y Daniel Villanueva. Tras una solicitud de los “Julianos”, la habían cambiado a Adrián Amar, Carlos Amaya y Mario Bacas. Ellos no aceptaron las decisiones. “Con esto queremos terminar con los manoseos que vienen sufriendo los árbitros. No es la primera vez que la gente de Sportivo adopta esta política”, había declarado Ricardo Tapia, integrante de SADRA de ese entonces. “Está latente la posibilidad de que no presentemos el equipo. Nos ampararemos en el reglamento. De acuerdo con lo informado por nuestro abogado, no perderemos los puntos”, había dicho Katz, en la previa al duelo.

Finalmente, el partido de vuelta se jugó el 30 de octubre, en el estadio de Garmendia, y Carlos Amaya fue el árbitro. Caldes anotó el 1-0 a favor de Sportivo, y la copa se decidió por penales. En esa instancia, apareció la figura de Romero, que atajó tres penales. “Cuando llegamos a ese punto, ya es cuestión de suerte. Fue un milagro que estuviese de nuestro lado”, dijo el ex arquero, que se retiró de la actividad en 2019.

Garmendia, de este modo, levantó una copa que enorgulleció al pueblo y puso en lo más alto al fútbol del interior de la provincia.