Matías Soria lleva en su corazón dos pasiones que, aunque parecen estar en mundos paralelos, se entrelazan de manera profunda y significativa. Por un lado está San Martín de Tucumán, en donde cumple un rol esencial en el mantenimiento del complejo; por otro, Sportivo Guzmán, el club que lo vio crecer como futbolista y en el que juega todos los fines de semana.
Aunque podría parecer que tiene un corazón dividido, Matías aprendió a vivir con esa dualidad y la lleva con orgullo. “San Martín es mi lugar de trabajo, pero Sportivo Guzmán es el club en el que empecé a soñar. No me veo sin ninguno de los dos”, dijo Soria con la sinceridad que lo caracteriza, dejando ver la pasión que siente por ambas instituciones. Para él, ambos lugares son mucho más que clubes: son partes fundamentales de su vida y de su historia.
Por destino o casualidad, Matías creció a solo unos minutos de la cancha del “Juliano”, en un barrio donde el fútbol se vive con intensidad. Desde muy pequeño, su vida estuvo marcada por el deseo de vestir la camiseta del “Juliano”, un sueño que lo acompañó durante toda su infancia. “Vivir tan cerca de la cancha me hizo estar todos los días ahí, soñando defender esos colores”, recordó el mediocampista que no la tuvo nada fácil en su carrera. “Empecé en infantiles de Argentinos del Norte desde los siete años hasta los 17 y después pasé a San Jorge”, comenzó relatando Soria. Sin embargo, el futuro en el “Expreso verde” parecía incierto. “Me decían que tenía que ver qué iba a pasar, porque ya se me iba a cortar la edad de Reserva y no sabía si tendría la oportunidad de jugar en Primera”, aseguró.
A pesar de la incertidumbre, su perseverancia lo llevó a buscar nuevas oportunidades. “Pasaron unos días de lo que me habían dicho y vi una publicación que hacían pruebas en Bella Vista y me fui a probar”, recordó. Si bien fue una prueba difícil para el mediocampista, finalmente logró quedar. “De los 65 chicos, quedamos muy pocos conmigo incluido”, explicó con emoción, destacando lo especial de ese momento.
A partir de allí, su camino en el “Gaucho del Sur” comenzó a tomar forma, aunque las oportunidades no siempre fueron claras. “Yo estaba en el banco y no jugaba lo suficiente como me hubiera gustado”, dijo Soria con humilidad antes de que su vida dé un giro inesperado.
El ex entrenador del “Juliano”, Walter Concha, le dio la oportunidad de brillar. “Él me dijo, ‘¿qué te va a hacer allá tan lejos? Vení a probar suerte aquí Matías.’ Y ahí empecé a jugar”, comentó Soria, recordando cómo se le dio una oportunidad en el equipo.
Pero en la carrera de Matías no todo fue logros. Un gol muy recordado en un partido contra Atlético Concepción marcó una huella indeleble en su vida, no solo por la polémica que generó, sino porque fue la culminación de un sueño que su familia siempre le alentó a perseguir.
“Fue un gol que siempre recordaré, no solo por lo que pasó con los incidentes, sino porque finalmente cumplí el sueño de mi tío, que ya está en el cielo. Él siempre me dijo que tenía que jugar y convertirle a Atlético Concepción”, recordó Soria con cariño.
San Martín de Tucumán, la otra pasión de Matías Soria
A pesar de que su vida como futbolista lo mantiene en el corazón de los hinchas del “Juliano”, el trabajo de Matías en el complejo “Natalio Mirkin” le permite tener una conexión especial con San Martín, el otro club de sus amores.
Aunque su rol en la institución no es el de jugador, su compromiso y dedicación al mantenimiento del predio es una manera de devolverle al club todo lo que le dio a lo largo de los años.
“Trabajar en San Martín me llena de orgullo. Es un lugar que me dio tanto, aunque no esté en la cancha como jugador. Ver cómo crece y estar cerca de todos esos jugadores que siempre admiré, es algo increíble”, expresó Soria, con humildad pero también con una gran satisfacción por formar parte del crecimiento de la institución.
Uno de los momentos más emotivos que Matías vivió en Cebil Redondo fue el recibimiento al plantel de San Martín, tras su regreso de Paraná, donde el equipo consiguió la clasificación a la final por el primer ascenso. Allí, ante las cámaras de LG Play, con su mameluco grafa y un poco de tímidez, le brindó unas sentidas palabras a Lucas Diarte. “Felicidad. Gracias a Lucas, a (Darío) Sand, a todos. Ya sabe porque lo veo todos los días. Lo idolatro y no tengo palabras. Estoy muy feliz, quiero llorar. Gracias a él y a todos los jugadores”, le dijo Soria a Diarte en LG Buen Día. En ese sentido, el lateral izquierdo también le devolvió el gesto. “Gente cómo él, los ‘kines’ de este hermoso club. Trabajan muchísimo para que este predio este hermoso”, explicó “Luquitas” antes de fundirse en un enorme abrazo con Soria.
El vínculo con los jugadores de San Martín no se limita a los momentos de trabajo. Una de las anécdotas que Matías atesora con más cariño ocurrió con Juan Orellana, defensor con el que compartió plantel en San Jorge. En un gesto de agradecimiento, Juan le regaló a Soria sus botines. “Siempre me pregunta que día jugamos con Sportivo y ese día le dije en tono de broma que me iba a resbalar porque no tenía tapones de aluminio. Se río unos segundos y me arrojó desde el primer piso los que había utilizado en el gol contra San Telmo”, comentó con una sonrisa nostálgica Soria, quien ya había recibido las felicitaciones de Gonzalo Rodríguez, Pablo Hernández, Gustavo Abregú, Mauro Verón, Gonzalo Bettini y hasta de Diego Flores por el tricampeonato con el “Juliano”.
Cabe destacar que el amor incondicional de Soria por San Martín no es nada nuevo. En uno de los gestos más simbólicos de su cariño por el conjunto de Bolívar y Pellegrini, Matías junto a un grupo de amigos, se encargó de pintar las tribunas del estadio. “Era un gesto de amor por el club. Aunque no sea un trabajo visible, lo hicimos con el corazón. Fue un orgullo estar ahí, pintando para que San Martín tuviera su estadio listo. Cuando lo pintaba, lo veía y pensaba dentro mío: ‘Sería un sueño defender esa camiseta’”, recordó Soria, quien llegó a trabajar en el mantenimiento del complejo a fines de 2022, gracias a la devolución de la comisión directiva por ese significativo gesto.
Estar lejos de casa para estar ligado al fútbol, nunca fue un problema para Soria, quien recibió todo el apoyo de su familia, su hija Virginia de ocho años, sus padres Alejandra y Juan, y su hermana Giselle. “Ellos saben que soy así y me ‘bancan’ en todas las situaciones. Imagínate que mi hermana es enferma por San Martín”, aseguró el mediocampista del “Juliano”.
La vida de Soria es un testimonio de cómo el amor por el fútbol puede mantenerse firme a lo largo del tiempo, incluso cuando se enfrentan situaciones complejas. A pesar de que su corazón late por dos pasiones a la vez, Sportivo Guzmán y San Martín, aprendió a equilibrarlas y a vivir con la satisfacción de haber formado parte de algo mucho más grande que él mismo.