La Navidad llega a Tucumán y a la casa de los Roig. María Delia Roig, la mayor de los cuatro hermanos, le da una nueva estocada al inmenso pan dulce que horas antes su padre sacó del horno. Juan, el único varón de los cuatro, ya recibió su inmensa porción y la saborea mientras mira con atención a los ojos a quien muchos años después sería madre de tres hijos.

Los dos chicos están trepados a una mesa de la popular confitería La Royal, que atendía al público en el mismo lugar donde está hoy, en la primera cuadra de la actual calle Laprida. Teresita y Perla ya comieron un pedazo de pan dulce y se fueron a jugar, mientras tanto, el papá, Bartolomé ,sigue trabajando en la cocina de La Royal preparando pedidos para la Navidad.

En la foto de César Martínez Lanio, una canasta espera colgada que un repartidor la lleve a domicilio, cual “delivery” de la actualidad. Mientras tanto Bartolomé introduce su cuchillo en uno de los típicos jamones de entonces.

(Fotografías tomadas en 1935 por César Martínez Lanio. Banco de Imagen Archivo LA GACETA)

Bartolomé había venido a la Argentina siendo un niño. Tenía 12 años cuando llegó a la cuna de la Independencia. Había nacido en Ibiza y cuando llegó a estas tierras compartió con sus parientes Roig que ya había fundado otra histórica confitería tucumana, El Buen Gusto. Bartolomé aprendió allí el oficio de “masitero”. Con esos conocimientos y con la ayuda de su hermano mayor Juan salía a vender masas en la calle. Muy joven se independizó y el negocio fructificó al punto que compró el local de La Royal y otras propiedades. También muy joven sufrió un accidente cerebro vascular que agotó sus energías.

(Producción periodística: Jorge Olmos Sgrosso-Federico van Mameren)

(Fotografías tomadas en 1935 por César Martínez Lanio. Banco de Imagen Archivo LA GACETA)