He leído en LA GACETA del 11 de noviembre el artículo “¿Tucumán se prepara para la minería metalífera?”, en el que el doctor Juan A. González nos advierte que hay intentos para derogar la ley provincial que prohibe la actividad minera metalífera en el ámbito de la provincia, en la modalidad a cielo abierto, y la utilización de cianuro y mercurio en los procesos de producción minera, según ley 7.879, que este año sufrió dos intentos de derogación.
Días antes había leído en LA GACETA que en Tucumán se reunió lo más granado de las finanzas y el poder, y en ese congreso la disertadora, ex alta funcionaria de finanzas, puso énfasis en que Chile, con respecto a la Argentina, tiene más empleados al servicio de las concesionarias mineras; pero lo que no me quedó claro es si ese congreso de la flor y nata de los financistas está o no a favor de la derogación de la ley 7.879, sancionada y promulgada para proteger el medio ambiente en Tucumán.
Como quiera que sea, valga traer a la memoria de lo siguiente: hace más de un siglo la Argentina tuvo como patrón de su peso moneda nacional el Argentino de oro, con el valor de cinco pesos fuertes. Sobre él, la última noticia que tuve fue que los fabricantes del jabón marca Federal anunciaban a su clientela que al lavar y disolverse el jabón, podían, favorecidos por la suerte, hallar un Argentino de oro. Después nunca más volví a oír hablar de esta moneda fuerte.
Por otra parte, Abel Peirano, en sus búsquedas geológicas, descubrió el yacimiento de oro Aguas de Dionisio y cedió sus derechos a la Universidad Nacional de Tucumán, y utilizando el antiguo método de copelación, Walter Tell consiguió hacer como muestra un lingote de oro. En el gobierno de Frondizi y sus asesores económicos se fijó un corto y perentorio plazo para renovar las concesiones mineras, y en esa angustiosa y apurada situación, haciendo cola, juntos, Peirano, Virla y Fredi Franco consiguieron salvar del peligro de caer en manos de mineras extranjeras al valioso y rico yacimiento de oro, plata y cobre de Aguas de Dionisio. Años después, en reclamo del funcionamiento del comedor universitario y otras cosas, hubo manifestaciones de protesta, y caído el rector Paz, los militares pusieron como interventor a Héctor Ciapuscio, el cual se empeñó en mejorar el comedor universitario, y por medio de la televisión pública, invitaba a los estudiantes universitarios a que, por una íntima suma, comieran bien. Así, por la televisión, los tucumanos se enteraron de que los privilegiados estudiantes universitarios comían casi gratis, mientras que el excluido pobrerío, al conocer esta noticia, se le revolvían las tripas de hambre. Y en el local del comedor universitario, los privilegiados ideólogos de la protesta, después de llenar la panza, pronunciaban, como sobremesa, sus encendidos discursos. Así Capuscio logró la pacificación de la protesta estudiantil, pero se opuso a un plan norteamericano financiado en dólares de control de natalidad, con el consiguiente reparto de abortivos entre el pobrerío, y también se opuso a entregar por monedas el rico yacimiento de oro Aguas de Dionisio a una empresa minera extranjera, y en tiempos de Sarrulle la Policía entró al comedor estudiantil universitario a garrotear a lo bestia, cosa que sirvió de detonante a una enorme protesta.
No sé cuándo, y la fecha debe estar en el archivo universitario, el yacimiento Aguas de Dionisio fue entregado para su explotación a una empresa minera extranjera. Por la contaminación del agua, del aire y de la tierra, en tiempos de Kirchner, el pueblo de Andalgalá, junto con tucumanos y la indiada de Tucumán, Catamarca y La Rioja, se opusieron a la firma de otra nueva entrega, y en la tarde avanzaron en manifestación a donde se iba a firmar el contrato de la entregada, llevando un cartel que decía: “no a la contaminación K” (la letra K bien grande), pero las fuerzas ultraK, en una alevosa, feroz, represión, con apaleo de mujer indefensa, disolvieron esta heroica patriada.
Ahora, según la fotografía publicada en LA GACETA, la Universidad Nacional de Tucumán es dueña de un enorme agujero situado donde estuvo Bajo de la Alumbrera. Sobre el negocio financiero del yacimiento minero Aguas de Dionisio, haciendo un balance económico, quizás alguien que lo conozca, quiera y tenga el valor de decir, poniendo en un plato de la balanza, cuánto recibió el gobierno de Catamarca, cuánto la Universidad Nacional de Tucumán y otros, y cuánto oro, plata, cobre y otros minerales se llevaron los extranjeros; y en otro plato cuánto es el daño ambiental que dejaron para el presente del futuro.
Por lo escrito por Simón Rabsiun y otros escritores nos llegan los ecos del legendario informe de Capri, en el que se pone de manifiesto la inmensa riqueza hídrica que posee la provincia de Tucumán, con sus numerosos ríos, y sus napas acuíferas. Él pone en evidencia que Tucumán tiene una fuente de energía verdaderamente renovable e inagotable y la llamaba hace un siglo “la hulla blanca” y aconseja al gobierno, a los economistas y a los financistas a hacer diques y represas, y en ellas centrales hidroeléctricas, y así tendrá energía eléctrica; y mediante el embalse y desembalse controlar las grandes crecientes y las grandes sequías, y mediante canales del riego y desagüe tener agua para la agricultura, la ganadería, la piscicultura y la industria del turismo.
Mediante tomas superficiales y acueductos, dar agua potable y cloacas a su población en constante crecimiento, y si evita y prohibe la contaminación, salvará la pureza de sus napas acuíferas profundas, que por medio de manantiales y pozos urgentes y semiurgentes proveen y proveerán de agua de buena calidad. El agua es potencial riqueza verdadera y es esencial para la vida. Ante el peligro en puertas de la contaminación y remoción y socavación de su suelo, el oro, la plata, el cobre se van y los empleos se acaban y en cambio dejarán enormes agujeros, como los de Bajo de la Alumbrera.
Juan Carlos Rosario Medina
Lucas Córdoba 285 - S. M. de Tucumán