El Maratón de Reyes de Concordia, reconocido por su espíritu festivo y creativo, vivió en su 46ª edición un momento inesperado: Julián Odiard, un corredor local, cruzó los 10 kilómetros vestido como el piloto argentino de Fórmula 1 Franco Colapinto. Este singular homenaje no solo sorprendió a los asistentes, sino que logró conectar dos mundos aparentemente distantes: el atletismo y el automovilismo.

La hazaña de Odiard no quedó en el anonimato. Ataviado con un uniforme que emulaba al del joven piloto y llevando un casco en todo el trayecto, el corredor etiquetó a Colapinto en sus redes sociales tras la carrera. La respuesta del piloto no tardó en llegar: “Capo, ya de Alpine”, escribió Colapinto, agradeciendo el gesto. El intercambio rápidamente se viralizó, resaltando el impacto de figuras deportivas como Colapinto en la vida de sus seguidores.

Con su recorrido nocturno por las calles de Concordia, la Maratón de Reyes, es más que una competencia: es una celebración. Cada año, corredores de todas las edades y niveles de experiencia aprovechan la ocasión para mostrar su creatividad. Desde disfraces de reyes magos y Papá Noel hasta trajes extravagantes, la carrera es una pasarela de ingenio.

Odiard, ya había participado en ediciones anteriores vestido de Spiderman. Este año, su homenaje a Colapinto agregó un matiz inesperado y significativo, especialmente considerando la reciente noticia del ascenso del piloto como reserva de Alpine en la Fórmula 1.

La respuesta de Franco Colapinto.

Colapinto, una inspiración más allá del automovilismo 

El piloto, oriundo de Pilar, es una de las promesas más destacadas del automovilismo argentino. Su paso por Williams y su incorporación a Alpine lo han consolidado como una figura aspiracional. El homenaje de Odiard refleja cómo Colapinto ha trascendido su disciplina, convirtiéndose en un modelo a seguir para deportistas y aficionados.

Julián no estuvo solo en su homenaje. Su hermano Luciano lo acompañó durante el recorrido, portando una bandera argentina con los logos de Alpine, simulando ser su representante. La escena fue aplaudida por el público, que encontró en los hermanos un ejemplo del alcance de la admiración deportiva. 

Al cruzar la meta con su casco aún puesto, Julián Odiard dejó claro que el deporte no es solo una cuestión de competencia, sino también de conexión. En un mundo donde las disciplinas parecen estar aisladas, gestos como el suyo demuestran que la pasión y la admiración no tienen límites, inspirando a quienes encuentran en sus ídolos una razón para soñar más alto.