Finalizado el primer año de gestión del Gobierno nacional, el paradigma peronista del “Estado presente” fue arrasado sin miramientos. Con el rotundo “no hay plata” por delante se cerraron dependencias, secretarías y ministerios, se dio de baja a 36.000 empleados públicos, se redujeron sueldos y se busca congelar los que cobran diputados y senadores, entre otras medidas inéditas; lo que, acompañado al recorte de subsidios nacionales, fondos universitarios y de centros de investigación y la reducción del envío de fondos discrecionales a las provincias en un 75 %, permitió bajar el pavoroso déficit fiscal en más de tres puntos del PBI nacional. ¡Y todo esto solamente en un año! Obviando las justificadas críticas que puedan hacerse, el presidente Milei tiene un Norte y lo sigue a rajatabla. En Tucumán, en cambio, desde hace unos 20 años sucede exactamente todo lo contrario. Aunque el gobernador se autotitule “el primer libertario”, debemos contradecirlo públicamente. Salvo alguna “lavadita de cara”, el empleo público siguió creciendo en todos los ámbitos: en los municipios, en las comunas, en los hospitales y en cualquier dependencia que pueda fomentar la empleomanía. Y no estamos hablando de profesionales, sino de cargos políticos, o sea empleo a cambio de votos. De hecho, como todos los veranos, el hospital de Monteros no tiene ahora médicos en los consultorios externos, por estar de vacaciones. A esto se suma la vergüenza de tener la Legislatura más cara del país, con la mayoría de sus legisladores con abultadísimos patrimonios, cobrando dietas millonarias de las cuales ninguno vive y seguramente ahora disfrutando de unas paradisíacas vacaciones. ¡Ah, cada legislador nos cuesta a los tucumanos más de un millón de dólares al año! Digamos también que la mayoría de los municipios son patrimonios familiares compartidos por esposos, hermanos, hijos, parientes varios, etc. ¡De alternancia política ni hablar! Para ello, el millonario aparato político que los mantiene está vivito y coleando…Y nadie piensa en tocarlo. En definitiva, la casta y el nepotismo a full… ¡Y en lugar de motosierra, con suerte un cortauñas! Todo esto en un contexto del 56 % de pobreza en el Gran San Miguel, el índice más alto en 20 años y con un durísimo informe de la Pastoral Social sobre la desgarradora realidad de carencias de todo tipo en el sur tucumano. Volviendo al Estado presente, queremos interpelar públicamente al gobernador Jaldo en un par de casos puntuales: primero, la compra de 100 colectivos para las empresas de transporte, por un importe de 17 millones de dólares, que serán descontados de los mismos subsidios provinciales que estas reciben… o sea, les compramos colectivos 0 km a empresas privadas fundidas con el dinero de todos los tucumanos, que serán pagados con los subsidios que reciben de nuestros mismos bolsillos ¿No es maravilloso? Casi, casi, que los colectivos nos pertenecen. Segundo: la Provincia financió la repotenciación de la línea El Bracho- Cevil Pozo por 9.200 millones de pesos y la del tramo El Bracho-Villa Quinteros por otros 7.000 millones, para satisfacer la alta demanda en épocas de verano. Obviamente, otro gasto inexplicable (con la nuestra) en un servicio totalmente privatizado. Por todo lo antedicho, le preguntamos al gobernador Jaldo: ¿por qué utiliza el dinero que sale de nuestros sufridos bolsillos, principalmente de la asfixiante presión tributaria que padecemos, para ponerlo al servicio de empresas privadas ineficientes? ¿Qué sentido tiene privatizar los servicios si los terminamos “bancando” todos los tucumanos? ¿Ningún dirigente opositor tiene nada para decir de esto? ¿Cuándo realmente comenzará la reducción del gigantesco aparato estatal que tenemos, a tono con lo que pregona incansablemente el presidente Milei, y a costa del inmenso sacrificio que hace rato venimos haciendo todos los tucumanos? Mientras tanto, miles de comprovincianos pensamos dos veces antes de prender el aire acondicionado que alivie los insoportables veranos locales, tratando de evitar las impagables boletas de la distribuidora provincial.

Ricardo Rearte

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