En el lugar más austral de la Argentina donde el hielo domina el paisaje y las temperaturas pueden caer hasta los -59°C en contraste con los 40°C de San Miguel de Tucumán -una diferencia de casi 100 grados- 27 personas viven, trabajan y representan al país en una de las tareas más desafiantes: la Campaña Antártica de Invierno 2024. Apodados “los Antárticos” o “los belgranianos” -en honor al General Manuel Belgrano- llevan adelante una tarea que va más allá de lo cotidiano.

La Real Academia Española (RAE) define el patriotismo como el “amor a la patria”. Pero en la Base Belgrano II a 1.300 kilómetros del Polo Sur y a 5.895 kilómetros de Tucumán hacer patria no es solo una idea abstracta es una acción constante de la dotación que está en el lugar en sus tareas diarias, y hasta en el color de sus uniformes: camperas naranjas reflectivas para el exterior, esenciales en el blanco infinito, y abrigos para temperaturas extremas. Incluso la base misma está pintada de naranja como un símbolo de visibilidad y resistencia.

Allí mismo, Nicolás González Cappetta, con 29 años, llegó desde Los Nogales en Tafí Viejo (su lugar de origen) para formar parte de este grupo y en una función esencial. Es el encargado de cocina y comparte la experiencia con 21 miembros de las Fuerzas Armadas (Ejército, Armada y Fuerza Aérea) y cinco civiles, tres pertenecientes a la Dirección Nacional Antártica (DNA) y dos al Servicio Meteorológico Nacional (SMA).

“Todo comenzó en agosto de 2022 cuando me enteré que podía cumplir el sueño que combinaba mis dos pasiones: la cocina y mi patriotismo. Pasé por una preselección muy rigurosa, exámenes psicológicos, médicos y físicos hasta que me seleccionaron. Después vino el curso antártico en 2023 y finalmente el seis de febrero de 2024 comencé este viaje increíble”, le contó Nicolás a LA GACETA.

La Base Belgrano II es la tercera más austral del mundo, una de las 13 bases argentinas en la Antártida y la más cercana al Polo Sur. Construida en su mayoría de paneles compuestos por una cubierta metálica para resistir el frío extremo. Cada integrante tiene una función específica pero todos comparten un objetivo común: marcar soberanía en el confín del mundo. “Aquí todos tenemos un rol esencial pero compartimos una misión común: hacer soberanía. Mi responsabilidad es la cocina, un espacio que no solo alimenta los cuerpos sino también los ánimos”, señaló.

Preparación para lo extraordinario

El proceso para llegar a la Antártida no es sencillo. “La selección incluye pruebas médicas, físicas y psicológicas muy exigentes. También hay que demostrar habilidades específicas en mi caso gastronómicas y cómo pueden aportar al equipo. Después viene el curso que incluye capacitación física, teórica y práctica. Aprendemos sobre el Tratado Antártico, primeros auxilios, adiestramiento físico, y la preparación de todo lo necesario para la supervivencia.”

El desafío no es sólo técnico. “También nos preparamos emocionalmente. Tenemos cuatro meses de noche polar, cuatro meses de luz solar constante y cuatro meses de penumbra. Además sabemos que estaremos lejos de nuestras familias durante un año completo”, contó.

A esto se suma la dificultad de las comunicaciones, restringidas a mensajes de WhatsApp debido a la débil conexión de banda ancha y sumando de que no hay cobertura de red. “La convivencia aquí es como la de una familia. Nos apoyamos constantemente, compartimos experiencias y celebramos los pequeños logros”, aseguró.

Y como en toda familia, el trabajo en equipo es vital. Cada tarea es comunitaria, desde la picada de hielo para producir agua hasta las reuniones diarias para planificar actividades. La logística y el abastecimiento son un reto: los víveres, planificados con meses de anticipación, incluyen carnes, vegetales, enlatados y congelados. Todo se almacena en depósitos exteriores y en una cueva de hielo que actúa como un gigantesco frigorífico natural.

El viaje al continente blanco

“El 6 de febrero de 2024 salimos de Buenos Aires en un vuelo hacia Ushuaia, donde embarcamos en el rompehielos Almirante Irízar y estuvimos 10 días navegando por el Atlántico Sur y las aguas de la Antártida. Luego realizamos los últimos 25 kilómetros en helicóptero hasta alcanzar la Base Belgrano II. Ahí comenzó la campaña antártica de invierno 2024, que nos mantiene ‘invernando’ durante 12 meses.”

Nicolás recuerda el impacto del paisaje al llegar. De su delegación fue de los primeros en pisar el sitio y enseguida notó la diferencia con la vida cotidiana: no hay calles, árboles o personas caminando. Lo único que se escucha es el viento -a veces suave y otras veces fuerte- que los sacude hasta a ellos mismos. “Es impresionante. El blanco infinito y el frío son difíciles de describir. Uno sabe que está entrando a otro mundo”.

“Mi amor por la cocina empezó en mi adolescencia. Miraba a mi mamá cocinar, y siempre quise entender los fenómenos físicos y químicos. En 2012 empecé a estudiar gastronomía y trabajé en un salón de fiestas donde aprendí muchísimo. Luego me capacité más, obtuve el título de cocinero profesional y seguí haciendo cursos y seminarios para perfeccionarme”.

En 2019 su vida dio un giro cuando decidió ingresar a la Armada Argentina. “Siempre admiré el uniforme y las historias de nuestro país. Me presenté para el Curso de Integración Militar, y en 2020 egresé como Cabo Segundo Apoyo General Cocinero. Desde ahí supe que quería participar en una campaña antártica.”

El rol de la cocina

La comida no es solo una necesidad, sino un refugio emocional y un punto de encuentro que ocupa un lugar clave en la vida cotidiana por esto garantizar una dieta variada y nutritiva es crucial para mantener la salud física y mental del personal.

A diario, se preparan guisos al mediodía y carnes con guarniciones por la noche. Sin embargo, lo que hace realmente única a esta base es su módulo de producción hidropónica -una estructura donde las raíces de las plantas se sumergen en una solución líquida de nutrientes en lugar de estar en el suelo- instalado gracias al trabajo conjunto con el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA). Este proyecto permite cultivar vegetales frescos como rúcula, perejil y lechuga, un avance impensado hasta hace pocos años, cuando los vegetales consumidos eran solo los enlatados o deshidratados.

“Recibimos capacitación para mantener en pie este proyecto. Esto nos permite variar nuestra alimentación y consumir productos frescos, algo esencial para la salud y el bienestar en un entorno tan extremo”, expresó.

“Aquí para mí todo empieza un día antes”, explicó Nicolás ya que su jornada comienza con la planificación de los menús, una tarea que requiere atención al detalle. “Tenemos que prever todo. Si el menú incluye carne congelada tenemos que traerla de la cueva de hielo -un glaciar que contiene todos los alimentos a temperaturas bajo cero- para que se descongele dentro de la base. Es curioso porque en Tucumán la comida se saca al aire libre para descongelarla pero aquí es al revés”, dice entre risas.

A las 6.30 Nicolás y su equipo, formado por un ayudante de cocina y un camarero, inician los preparativos del día. “A esa hora armamos la mesa y organizamos todo para que el desayuno esté listo a tiempo. A las 8 tenemos una reunión general y después arrancó con la cocina. Almorzamos a las 13 y servimos la cena a las 20. Aquí no hay margen para improvisar: todo está planificado por un equipo de nutrición para cubrir 18 meses aunque nuestra estadía sea de solo un año. Esto es porque lo que traemos es lo único con lo que contamos ya que no hay forma de reabastecernos durante la misión. Sin embargo siempre buscamos adaptarnos a las actividades diarias”, explicó.

Platos que unen y celebran

La cocina no es solo rutina, también es el centro de las celebraciones. Nicolás recuerda con cariño su cumpleaños. “Fue el 7 de mayo en plena noche polar. Elegí pastas para el menú porque aquí el cumpleañero puede decidir qué se come ese día. Pero lo mejor fue que mis compañeros organizaron una sorpresa: un video con mensajes de mi familia y amigos. Verlos en un lugar tan aislado fue increíble aunque también me hizo extrañarlos mucho”.

Entre los platos más populares del cocinero se destacan las empanadas tucumanas. “Siempre bromeamos con la eterna pelea entre las tucumanas y las salteñas pero al final todos las disfrutan. También les encantan mis milanesas y los días de locro son casi sagrados. Cocinar acá no es fácil pero esos momentos hacen que valga la pena”.

En la Base Belgrano II la alimentación está directamente relacionada con las exigencias del entorno. “Cuando tenemos actividades fuertes, como picar hielo para obtener agua, el desgaste físico es enorme. Esos días preparamos platos ricos en proteínas para mantener la energía. Además tenemos un equipo médico que nos controla todo el tiempo. Nos toman el peso, la altura y si alguien sube de peso lo regulan”.

Las bebidas alcohólicas están limitadas a ocasiones especiales como Navidad y Año Nuevo. “Solo hacemos brindis en esas fechas. Es una regla que respetamos porque aquí todo está pensado para el bienestar colectivo”.

“Desde los 16 años sabía que quería ser cocinero y siempre admiré el uniforme militar” cuenta con sinceridad. Cuando se le pregunta si extraña, Nicolás ríe. “Hay días en los que la nostalgia pega fuerte, especialmente ahora que falta poco para volver. Pero también sé que voy a extrañar a esta gran familia que formamos aquí. Vivir este año en la Base Belgrano II me cambió para siempre. La experiencia de supervivencia antártica y la convivencia fueron esenciales para fortalecer la armonía y construir lazos que nos permitieron atravesar este año juntos”.

Legado y futuro

La campaña está llegando a su fin. En menos de 30 días Nicolás y sus compañeros comenzarán el repliegue regresando a Buenos Aires después de un año de desafíos y aprendizajes. Para él volver a Tucumán significa compartir una experiencia que lo ha transformado profundamente: “Siento que no soy el mismo de hace un año. Este lugar me enseñó a superar el desarraigo, a fortalecer mi carácter y a valorar el apoyo de mi familia, mi padre, mi madre y mi hermano menor sienten mucho orgullo por lo que estoy viviendo”.

“Soy de Los Nogales, un lugar pequeño, pero aquí estoy ‘Marcando huellas con firmeza hacia el extremo sur’ como dice nuestro lema que lo llevamos bordado en el uniforme. Es un orgullo y una responsabilidad que jamás olvidaré”, detalló.

A quienes sueñan con metas poco convencionales, Nicolás les dice: “Anímense a cumplir sus sueños. Rompan las barreras del miedo y arriesguen todo”.

La Antártida con su hielo eterno y sus desafíos extremos ha forjado un legado en quienes tuvieron la valentía de enfrentarla. Para Nicolás y su equipo la patria no es solo un ideal sino una acción diaria que deja huellas imborrables en el lugar más austral del mundo. 

(Producción periodística: María Garzón Príncipi).