Por Mario Flores
Docente, psicóloga, actriz y gestora cultural, Noelia Gana conoce los diversos avatares que componen la prolífica tarea de quien habita la poesía como vehículo de expresión social y autoconocimiento. La autora de “Ofelia vuelve al río”, además del fanzine “Montaña, he regresado” (también publicado por el sello chaqueño-santiagueño Funga Editorial), donde se anima a explorar las distintas geografías que el lenguaje conjura, atravesando sitios tanto de luminosidad como oscuridad, presenta su segundo libro, “La casa de los pájaros”, una suerte de ‘canción para los árboles’ propia y particular, compleja y a la vez cercana a lo humano que sobrevive en tiempos de violencia discursiva. Esta entrevista se propuso ahondar en su proceso creativo, para conocer más sobre la génesis de una estructura lírica que se inscribe como uno de los títulos que depararán mayor atención en la capital salteña y alrededores: con cadencia natural y acabados delicados que dan espacio a los fraseos, el estilo de Noelia Gana es ya reconocible, pero vuelve a lograr un volumen de necesaria lectura en un presente que cuestiona el rol de la poesía en la actualidad.
Es La casa de los pájaros (Funga Editorial) un libro conceptual que, de principio a fin, propone un recorrido visual además de lírico, ¿cómo se desarrolló esta perspectiva tan naturalista como meditabunda que, de alguna manera, parece tu propia canción para los árboles?
La escritura suele aparecer mientras transito momentos de importancia psico afectiva, es una forma de procesar, entender, aceptar búsquedas y sentires que me atraviesan o a mi mundo circundante. No lo busco, sucede. En este caso sucedió y el proceso sólo fue mucho más allá de mí. Sin pensarlo, los primeros poemas aparecieron ya atravesados por la imagen del árbol y el bosque, espontáneamente. Al poco tiempo sentí la necesidad de hacer un viaje solitario a los cerros. Y, en cuanto llegué a Purmamarca, me encontré visualmente con una serie de árboles que llamaron mi atención y principalmente con el algarrobo que está frente a la plaza, un algarrobo enorme de 700 años, protegido con rejas e iluminado de noche. Mi hospedaje estaba al frente del árbol. Y, en cuanto llegué, mi estancia fue el árbol. Pasé sentada o acostada mañanas, tardes y noches enteras al lado del árbol. Encontré una energía muy poderosa y entré en una especie de diálogo con él, y con los árboles de alrededor. Comenzaron a aparecer imágenes y versos que no fueron pensados ni planificados, sólo sucedieron. Algunos eran en relación a mí y lo que me andaba pasando en ese momento. Otras eran sobre ellos, los árboles y sus pájaros. Sucedieron varios días de contemplación y cataratas de imágenes y versos que prácticamente tomaron forma solos. Supe ya en ese momento que era un libro y era La casa de los pájaros, con sus tres voces: el árbol, los pájaros y la casa. Durante el viaje de vuelta y varias semanas después las palabras continuaron ininterrumpidas, los poemas se escribían solos. Fue un proceso muy particular e intenso. Y si bien tuve mucha claridad sobre lo que estaba haciendo desde el primer momento, no fue deliberado, sólo dejé que suceda y organicé. Claramente eran esas tres figuras las que me hablaban, y conversaban entre sí. En el camino fuí descubriendo que me llevaban a lugares y formas de escritura desconocidos para mí, y también a formas y lugares personales también desconocidos. Me llevó a pensarme a mí y a la vida desde otras perspectivas. Me alegra mucho la percepción de “la canción para los árboles”, porque en ese encuentro con el árbol y las primeras imágenes que aparecieron, me volvía todo el tiempo el Flaco y su canción para los árboles. Hasta pensaba titular así al libro. Luego entendí que era mi inspiración y motivación y, tal como decís, mi propia canción.
En "Tejí un jardín", un poemario anterior, habías habitado una concepción del lenguaje relacionado íntimamente con la vida de las plantas y la idea de hogar, y en este libro se profundiza más la pregunta de qué es una casa y cómo habitamos nuestros territorios. ¿Cómo das continuidad a los temas que aparecen en diversas partes de tu obra?
Insisto, no es deliberado. Creo que el diálogo con la naturaleza es lo que motiva la poesía en mí. Mucho más fuerte se dió en la escritura de este libro. Un proceso vivencial íntimo y empático con el árbol y sus pájaros me permitió encontrar y traducir situaciones humanas, pensarme y pensar la vida, los ciclos, desde diferentes lugares y miradas. La poesía la encuentro en la naturaleza, es lo que me permite salirme de mí misma y encontrar palabras. Creo que ese es el lenguaje de la poesía para mí.
Funga Editorial tiene una clara línea estética que interrelaciona la poética contemporánea con los aspectos preponderantes de lo telúrico, lo orgánico y lo natural. ¿Cómo surgió el armado de este libro para formar parte de ese catálogo?
Cuando el libro estaba ya en proceso avanzado, con forma y estructura definida, terminada casi su primera versión, se lo compartí a Andy (Torres Acuña), amigo poeta además de editor, no con fines de editarlo sino para compartir la poesía y ver cómo funcionaba lo que venía trabajando. Lo leyó e inmediatamente me dijo que le gustaría publicarlo con Funga, ya que entraba muy en sintonía con la poética y la línea editorial que venían tomando. Coincidí con gusto en el criterio, y resultó una alegría ya que acompaño de cerca el trabajo de los chicos y me siento en familia. De ahí en más el proceso fue súper respetuoso mutuamente y no hubo que forzar nada. Creo que ellos confían en mi trabajo y saben leerme y escucharme, así como yo confío ciegamente en su criterio editorial y la dedicación que le ponen a su trabajo.
Dividido en tres partes, los poemas representan una poética a la que le crecen alas, que va más allá de la primera persona y une elementos mundanos y espirituales, ¿de cuándo data este texto y qué etapas atravesó hasta quedar como finalmente aparece en esta publicación?
El texto lo comencé a escribir desprevenidamente a mediados del año 2023, y llevó solo un par de meses la mayor parte del proceso. Más del 50% del libro lo escribí en Purmamarca. Al volver, la escritura continuó como si estuviera al lado del árbol, y acompañó un proceso de meses, de búsqueda emocional y espiritual. Antes de final del 2024 tuve cerrada una primera versión del libro. Y en el verano temprano se agregaron poemas fundamentales. Lo interesante es que el libro comienza con EL ÁRBOL, debajo de un árbol, pensando en lo difícil del amor en todas sus formas y la posibilidad de ser casa para alguien, y concluye con LA CASA. Durante el proceso, personalmente, también tuve ese recorrido. Terminé el año con un fin de contrato de alquiler y la incertidumbre de la vivienda, que derivó inesperadamente en una mudanza a una casa. El libro anunció algo del devenir, mucho de lo que está escrito, sin saberlo, apareció, sucedió, se manifestó. Durante ese tiempo de cambio y mudanza el libro reposó y pude volver luego para reordenar algunas cosas y corregir, pero no ha sido mucho el cambio. Respeto mucho cómo fue el proceso y su magia, y la decisión fue respetar ese camino. También decidí respetar las voces que aparecieron en él. Tal como decís, el libro habla mucho de mí, pero va mucho más allá de mí. Un árbol, y varios árboles hablan, desde diferentes situaciones y perspectivas, del mismo modo un pájaro, y todos los pájaros, una pajarita, se miran a sí mismos, conversan con los árboles, piensan en las casas. La casa no es una, son todas las casas, una para cada quien, que se arma y se desarma, una casa se construye (¿ y cómo se construye?) y se demuele para reconstruirse. Una voz los recorre y los nombra, se cuestiona, los cuestiona, los toma para decir algo de sí.
¿Qué libros de autoras o autores argentinos leíste y recomendarías en este verano, haciendo énfasis en la región del NOA y, claro, en el género poético donde también se inscribe tu obra publicada hasta el momento?
Este año, ante todo, revisé clásicos que, a modo de oráculo, acompañaron el cierre del libro y otras escrituras: Rilke, Whitman, Auster, Castilla… entre otres, inspiraciones y motivadores de imágenes y deseo de poesía para mí. Recomiendo, pensando en lo más propio local, regional y nacional, de valioso trabajo de edición y resistencia poética: 1) “En la casa barco”, la obra reunida de Inés Aráoz publicada por EDUNT. 2) “Ceremonia del fuego” de Mario Flores, un poemario exquisito editado por Funga. 3) “El golpe”, la primera novela de Alejandro Dallacaminá, editada por Metrópolis Libros, presentada recientemente en Salta. 4) “FÉ:100 poetas argentinxs, 100 poemas sobre creencias”, una antología poética de Camalote Editorial. 5) La antología “Poesía Social de Salta”, que fue compilada por Raquel Adet y Miriam Fuentes, y editada por El Demiurgo Ediciones. 6) El recién salido “Calammus” de Walt Whitman, traducido exquisitamente por Pablo Romero y editado por Aguacero Ediciones. 7) “Poemas a Lucía” de Gabriela Álvarez, publicado por Falta Envido Ediciones.