Alejandro Urueña | Ética e Inteligencia Artificial (IA) - Founder & CEO Clever Hans Diseño de Arquitectura y Soluciones en Inteligencia Artificial. Magister en IA.
María S. Taboada | Lingüistica y Magister en Psicología Social. Profesora de Lingüística General I y Política y Planificación Lingüística de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT.
El sistema educativo está fabricando profesionales con fecha de vencimiento. La inteligencia artificial (IA) está mutando el derecho a un ritmo vertiginoso, pero la mayoría de las universidades siguen enseñando como si el mundo no hubiera cambiado. ¿El resultado? Abogados jóvenes que llegan al mercado laboral con conocimientos desfasados, incapaces de competir en un entorno donde la tecnología se vuelve el estándar. La formación profesional reclama hoy tanto conocimientos del campo específico como dominios tecnológicos: están indisolublemente unidos.
El problema no es solo la IA, sino los modelos vigentes de formación. Se insiste en un esquema de educación legal que prioriza la memorización sobre la estrategia, los códigos sobre la adaptabilidad, los procedimientos sobre la innovación. Se enseña derecho como si las bibliotecas siguieran siendo la principal fuente de información y como si los despachos de abogados aún funcionaran a papel y tinta.
Obsolescencia
Durante años, el camino tradicional para ser abogado ha sido claro: cuatro o cinco años de carrera, un posgrado opcional, y luego la experiencia práctica en un despacho. Este modelo está en crisis. Hoy, muchos egresados descubren que el trabajo que aspiraban a hacer, ya está siendo automatizado y con mayor celeridad y eficiencia gracias a las herramientas de IA.
Las universidades no preparan abogados para el mundo que encontrarán afuera. Mientras que en las aulas se sigue dictando teoría del derecho con los mismos métodos del siglo pasado, en el mercado real la IA ya redacta contratos, revisa jurisprudencia y genera estrategias legales en segundos.
¿Qué horizonte les espera a los futuros jóvenes abogados? Es una situación paradójica: salen con un título bajo el brazo, pero sin las habilidades para diferenciarse en un mercado dominado por herramientas digitales que trabajan más rápido y con menos margen de error. Algoritmos que, a su vez, se transforman permanentemente y reclaman una constante actualización y evaluación de sus modos de procesamiento y de la pertinencia de sus resultados por parte de los usuarios. No se trata ya de ajustarse a un método (único y permanente) sino de dominar el cambio, la adaptabilidad y la trazabilidad.
No es solo saber derecho
Para que los abogados sigan siendo relevantes social y profesionalmente, es necesario cuestionarse la ya antigua idea de que su hacer está anudado a la acumulación de conocimientos normativos y a un método de aplicación. Los Big Data Jurídica permiten suplantar estas competencias. El diferencial ahora está en la capacidad de análisis, en la ética aplicada a la toma de decisiones, en la creatividad jurídica y en el pensamiento estratégico.
La pregunta clave es: ¿qué puede hacer un abogado que una IA no pueda reemplazar? La negociación, la interpretación del contexto y la capacidad de construir estrategias complejas siguen siendo insustituibles. La empatía y la gestión de conflictos requieren inteligencia emocional, algo que la IA aún no domina. La visión de negocio y la capacidad de traducir problemas legales en soluciones concretas para empresas y clientes es un terreno aún humano.
Si la educación legal no se adapta a estos cambios, la profesión se dividirá entre aquellos que saben aprovechar la tecnología y aquellos que quedarán marginados de un mundo real que ya está instalado y que no es cuestión de futuro, como algunos aún creen.
Modelos disruptivos
Mientras el derecho sigue atrapado en una estructura rígida, otras disciplinas han comenzado a evolucionar hacia modelos de formación basados en inteligencia artificial y habilidades aplicadas. Un ejemplo de esta transición es la Universidad Mohamed bin Zayed de Inteligencia Artificial (Mbzuai), en Abu Dhabi https://mbzuai.ac.ae, que ha construido un ecosistema académico enfocado exclusivamente en la IA. Si bien está orientada a la investigación tecnológica, su proyecto plantea una pregunta clave: ¿qué pasaría si el derecho adoptará una formación similar, con IA integrada desde la base del aprendizaje?
Las universidades de derecho podrían aprender mucho de estas instituciones emergentes. En lugar de ignorar la IA o tratarla como una amenaza, podrían incorporar al proceso educativo para enseñar a los futuros abogados a interactuar con ella, utilizarla como herramienta y entender sus limitaciones.
Un mundo extinto
El derecho seguirá existiendo, pero los abogados que no entiendan la nueva dinámica podrían ser reemplazados. No por la IA en sí, sino por otros profesionales que sí sepan trabajar con ella.
Si la educación legal no se reforma para integrar tecnología, estrategia y adaptabilidad, estaremos formando abogados destinados a la irrelevancia o para un mundo que ya no existe. La IA no es el enemigo; el enemigo es la rigidez del sistema educativo que se niega a evolucionar.
Algunas instituciones de educación superior están avanzando en este camino con institutos y laboratorios de investigación en IA aplicada al derecho y áreas curriculares de formación para su conocimiento, uso e innovación en el dominio profesional. Estamos a tiempo, y están a nuestro alcance las tecnologías, para repensar una política nacional de formación universitaria críticamente competente que nos permita estar la cabecera en la producción de cambios. Y no sólo en el derecho, sino en todas las profesiones. De lo contrario, quedaremos irremediablemente rezagados y arrastraremos a nuestros jóvenes a un horizonte no ya sin futuro, sin presente.