La lucha del hombre contra el dolor, el sufrimiento y la enfermedad ha sido una constante a lo largo de la historia de la humanidad. Como médico uno se lo plantea. Creo que nos atrapa el tema de imaginar o conocer como fue con cada avance y cada logro en Medicina: cómo fue ese antes y ese después. A veces los descubrimientos se dieron en forma bastante casual, pero otros resultaron producto de una pertinaz y meticulosa investigación. Eso sí, siempre pensando en cómo lograr beneficiar al ser humano y en generar una mejor calidad de vida. Debo reconocer que hace unos años, personalmente, no indagaba en estas historias pero en la actualidad mi curiosidad puede más y me gusta saber cómo fueron los aportes para que nuestra profesión progresara en cada área. Todo pasado medico es digno de conocerse porque solo así entenderemos cómo fue el camino, el desarrollo y el proceder para tener hoy la Medicina Siglo XXI. Los Digitálicos, para los clínicos y cardiólogos, constituyen un ejemplo claro de la evolución de la farmacología y la terapéutica de los últimos 200 años. Y fue un escocés, William Withering (1741-1799) el que logró las primeras observaciones. Había nacido en Wellington, Reino Unido, y estudiado Medicina en Edimburgo. La Digitalis era una planta nativa de Europa que crecía como maleza en la región rural de su consultorio. Pues bien, en 1775 observó como una poción con hierbas (entre las que se encontraba la digital) mejoraba una paciente con insuficiencia cardiaca e hidropesía. Esto lo condujo a realizar una investigación que le llevó 10 años, 163 enfermos y en 1785 publicó su experiencia: la Digitalis Lanata mejoraba la insuficiencia cardíaca y la hidropesía. Y así fue como la digoxina, extraída de esta planta, resultó un fármaco que por años se convirtió en la piedra angular del tratamiento del fallo cardíaco. La Digital aportó a la medicina una fuente de fortaleza para el corazón insuficiente por ser un cardiotónico, aunque siempre debimos usarlo con precaución para no excedernos con su dosis. Lo prescribimos ampliamente en el siglo XX hasta que irrumpieron en los 80 y 90 los nuevos fármacos vasodilatadores (IECA, betabloqueantes) y que fueron relegando a la digoxina a un segundo plano. Hoy se la reserva para casos con arritmia como la fibrilación auricular y con ella controlar la frecuencia cardiaca del paciente. El legado de Whitering aún permanece vivo pero el tratamiento de la insuficiencia cardíaca es complejo y requiere polifarmacia. Los que peinamos algunas canas recordaremos seguramente, no sin esbozar una sonrisa afectuosa, a aquellos profesores de la facultad de medicina de los 80 y 90 como el Dr. Klyver y el Dr. Landa que condimentaban sus clases de Farmacología y Clínica Médica con historias como la referida sobre la Digitalis Lanata y que se grabaron a fuego en nuestra memoria. Se cree que Vincent Van Gogh pintaba los cuadros amarillos influenciado por un exceso de Digital que consumía para el tratamiento de sus crisis maníacodepresivas, porque a la misma en esa época se le atribuían también propiedades sedantes y antiepilépticas. El exceso de Digital generaba Xantopsia, patología que le alteraba la vista provocándole percepción amarillenta. Whitering falleció el 6 de octubre de 1799. Está enterrado en el cementerio de Edgbaston, Birmingham, en Inglaterra, y en la lápida de su tumba tiene grabada una planta de Digital.

Juan L. Marcotullio                  

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