En una reciente publicación de LA GACETA, la vicedirectora del CEF 18, Elina González, explicó cuáles fueron los parámetros que se analizaron para efectuar en el predio del complejo deportivo la tala de árboles que tenían más de 50 años de antigüedad. Se dijo que la mayoría de ellos estaban huecos y con muchas hormigas en su interior, y que suponían un peligro para las personas que realizan actividades diarias en el lugar, debido a sus tamaños y al riesgo que corrían de caerse en cualquier momento.

El tema de la tala de árboles como actividad preventiva siempre tiene distintos aristas. Lo fundamental es que se haga con fines como el descripto, y bajo condiciones previas que muestren estudios de especialistas y métodos. Esto sin olvidar que no debe ser una actividad que se haga con el único fin de deshacerse de peligros comunitarios, sino que contemple luego una reforestación con ejemplares jóvenes, que brinden en poco tiempo no sólo la alternativa de la sombra (tan necesaria en períodos de calor), sino también una mano a la crisis climática que atravesamos, y de la cual Tucumán no está exenta.

En todas las plataformas de LA GACETA se ha informado de manera frecuente el daño que produce la caída de árboles en circunstancias climáticas adversas. Las intensas lluvias, los fuertes vientos, incluso en algunos casos tornados como el que se produjo hace pocos días en Santa Ana ponen en evidencia que no se trata de un tema menor. También se recuerda la tormenta de finales de enero, que dejó una gran cantidad de árboles y ramas caídas en varios puntos de San Miguel de Tucumán.

Los municipios, en general, cuentan con servicios especiales de poda y de resguardo arbóreo ante la eventualidad de que un ejemplar se convierta en un peligro para las personas y sus bienes. Sin embargo, lo que se hace no siempre alcanza y en ocasiones no tiene una lógica. Pareciera que en ciertos lugares y ante situaciones así se trabaja más bajo una idea reactiva que programada. De allí que las consecuencias muchas veces sean para lamentar.

Hay excepciones marcadas. Por caso, en el municipio de San Miguel de Tucumán se desarrolla desde el año pasado el plan “Poda Responsable”, que contempla también la extracción de árboles y la gestión de los restos vegetales, para lo cual se utilizan máquinas chipeadoras para procesar las ramas y troncos, generando compostaje que es utilizado en diferentes espacios verdes de la ciudad. Se trabaja fundamentalmente en aquellos ejemplares muy grandes y no son adecuados para veredas. Además, se plantaron más de 2.000 árboles.

En Yerba Buena, ciudad tradicionalmente “verde”, la poda se efectúa bajo la ordenanza municipal 2.174 y con ello se busca minimizar riesgos asociados a la caída de ramas o ejemplares en mal estado. También responde a la necesidad de eliminar interferencias con luminarias, señalética vial, cámaras de seguridad y frentes de viviendas.

En suma, la tala responsable y estudiada de árboles urbanos debe contener no sólo la minimización de riesgos asociados a la caída de ramas o ejemplares en mal estado, sino que también requiere del compromiso con el cuidado del medio ambiente y la promoción de espacios verdes en las ciudades.