La carta “Quiero creer…”, del lector Claudio F.C. Ybrahim del 12/03 nos enseña que hay personas que eligen creer en visiones y no en hechos concretos; en algo o en alguien, tangible o intangible; real o ficticio; comprobable o improbable, sobre la base de discursos y relatos con frágiles sustentos históricos, pero con un contundente sostenimiento en el tiempo por parte de los pocos y poderosos sectores beneficiados por esos hechos. Creer que las políticas de endeudamiento y de destrucción del Estado que hoy aplica el Presidente Milei redundarán en beneficios para la República y para el pueblo en su conjunto es olvidar que ese camino de fracasos ya fue recorrido por Rivadavia, Juárez Celman, las Dictaduras, Menem, De la Rúa y Macri. Creer que la ayuda social y los miserables planes sociales que un país como el nuestro - con una de las más injustas distribuciones de la riqueza- otorga a los más vulnerables de la sociedad son los responsables de su propia pobreza, es -cuanto menos- una negación absoluta de las realidades históricas padecidas por las naciones del sur del Planeta, sometidas por las monarquías europeas que impusieron el modelo extractivista y primario a estas naciones, manteniendo un neocolonialismo impúdico en pleno Siglo XXI. Internamente, por otro lado, los beneficios impositivos que los grupos más poderosos de la Argentina reciben anualmente (como el de la empresa ensambladora de la familia Caputo en Tierra del Fuego), superan con creces al presupuesto asignado por Nación para Desarrollo Social o equivalen a las necesidades de transferencias de todas las provincias. No creer en esto, es creer en la falsa meritocracia que ponderan los nacidos en cunas de oro.

Javier Ernesto Guardia Bosñak 

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